Mariano Guindal: 'El prestigio informativo tarda 30 años en conseguirse, y se pierde en medio segundo'
La Asociación de la Prensa de Madrid (APM) ha galardonado a Mariano Guindal, periodista durante muchos años del diario “La Vanguardia”, con el Premio APM de Honor 2018. El jurado valoró “su dilatada carrera periodística desentrañando la información económica y laboral desde los tiempos de la Transición y su labor periodística como referente para la profesión, a la que se añade su faceta de escritor de libros sobre economía y la de comentarista riguroso”.
Para Guindal, el periodismo económico español pasa por “una crisis muy profunda”, no por la labor de los periodistas, sino por la debilidad de las empresas periodísticas debida a la crisis económica y tecnológica “y porque en la propiedad suelen estar bancos y corporaciones, por lo que hay muchos intereses”. “Cuando el medio es débil, el que más sufre es el periodismo económico”, concluye.
- ¿Qué significa para usted haber sido galardonado con el Premio APM de Honor 2018 en reconocimiento a su larga trayectoria?
Esto es como un Óscar. Es el máximo premio que puede recibir un actor o un director; en este caso, un periodista. Siempre he creído que los premios ni se piden ni se esperan, simplemente se agradecen; y, especialmente, cuando lo entrega una institución que tiene prestigio e historia como la APM. Además, tiene un elemento muy especial para mí: este premio también lo recibió mi maestro, Manu Leguineche.
- Manu Leguineche dirigía la Agencia Colpisa cuando usted dio sus primeros pasos en la carrera periodística en aquella redacción. ¿Qué aprendizaje pudo adquirir del conocido como “jefe de la tribu”?
Todo. Probablemente, Manu Leguineche sea el periodista más brillante de su generación. Yo era para Manu el hijo que no pudo tener, y él era para mí el padre que nunca tuve. He ejercido el último periodismo romántico. Pepe García Abad, con motivo de mi último libro, me define como un chusquero del periodismo que entró en la profesión por la puerta de atrás. Yo soy un chico de barrio, nacido en una chabola. Pero yo quería ser periodista, probablemente porque no sabía hacer otra cosa. Comencé repartiendo periódicos. Con una recomendación, me fui a ver Manu, quien me dijo que no tenía trabajo para mí. Y me preguntó: “¿Qué sabes hacer?”. Escribir a máquina, pero estoy dispuesto a hacer lo que sea. “¿Y cuánto quieres ganar?”. Lo de la señora de la limpieza, contesté. “Contratado”.
A partir de ahí, todo lo que no querían hacer los demás lo hacía yo. Era el año 1972. En esos momentos se hundía un régimen y aparecía otro, y yo me subí a aquella ola. Por ejemplo, conocí a Felipe González cuando no era nadie o Alfonso Guerra me contaba sus planes para nacionalizar la banca. Vivimos el mayor periodo de esplendor del periodismo español en toda su historia. De hecho, creo que con este premio se reconoce en mi persona el periodismo que hicimos en la Transición, pero no las grandes firmas, sino los pequeños héroes anónimos del periodismo, éramos la canallesca de la prensa que hacíamos guardias durante horas y horas. A dos consejos de guerra me llevaron en aquella época.
Cuando he pasado un mal momento, me he agarrado a mi profesión como si fuera un salvavidas
- Pese a su infancia, adolescencia y otras circunstancias de vida, se autodenomina “Un hombre con buena suerte”, como se titula su reciente autobiografía. ¿A qué se debe?
Principalmente, porque he trabajado en la mejor profesión del mundo, que lo es sin lugar a dudas. Cuando he pasado un mal momento, me he agarrado a mi profesión como si fuera un salvavidas. El periodismo no me ha dado ni fama ni fortuna, pero me ha dado muchísimos amigos. Me siento muy querido y acompañado. Cuando te enfrentas al cáncer tres veces, el mejor fármaco es un buen amigo.
- “Ministro, ¿qué pasa en Rumasa?”, aquella frase que le consultó al entonces ministro de Economía, Miguel Boyer, y destapó el famoso caso, ¿marcó su carrera?
Yo calculo que habré escrito unas 20.000 crónicas y todo lo que he hecho es una pregunta [risas]… El jefe de prensa de Rumasa me llama para desmentir una información, y me invita a comer con ellos más adelante para conocer a Ruiz Mateos. Pensé que deberían estar fatal. ¡Jamás me habían invitado a comer! A los pocos días, Boyer se estrenaba como ministro de Economía en el Congreso, que estuvo hablando desde las diez de la mañana hasta las cuatro de la tarde. Y justo después, convocó un almuerzo para los redactores jefes de Economía. Fui y me colé. ¿Quién me iba a echar? Ya en los postres –Boyer estaba comiendo un dulce con una guinda–, llegó lo de “ministro, ¿qué pasa con Rumasa”? “Que como no me entreguen las auditorías, les mando a los inspectores del Banco de España”. Se puso tan nervioso que se le cayó la guinda. Martínez Soler, que estaba allí, dijo: “Guindal ha vuelto a poner la guinda”.
Salí pitando de allí. Lo que aprendí desde el principio es que, cuando tienes un titular, tienes la crónica. Si te quedas y se dan cuenta de que han metido la pata, llegará un asesor y te dirá que es “off the record”. La exclusiva, ahí está la adrenalina de la profesión.
La exclusiva, ahí está la adrenalina de la profesión
- Otro gran hito profesional se pudo dar una década antes: la exclusiva del asesinato de Carrero Blanco. ¿Qué sucedió para que no pudiera dar la noticia?
En aquellos años había explosiones de gas continuamente. Me avisan de que había habido una tremenda. Era de mis primeros trabajos. Todo acordonado. Sale uno de los jesuitas por la puerta lateral. “Padre, ¿me puede ayudar? Es mi primer día de trabajo, y si no llevo la información, me van a echar –le mentí–. ¿Cómo fue la explosión?”. Y me contestó: “¿Qué explosión? Ha sido un atentado contra el jefe del Estado”. Yo apuntaba y seguía preguntando: “¿Y usted por qué lo sabe?”. “Porque le he dado la extremaunción. Los policías dicen que han sido los de la ETA”.
Según Radio Nacional, era una explosión de gas, no había más. Llamé a la redacción, les conté todo esto y me dijeron que si no había escuchado Radio Nacional. Entonces todavía había censura: la única radio que podía informar era Radio Nacional y Efe, la única agencia. No me hicieron caso y me mandaron a cubrir un juicio contra los fundadores de Comisiones Obreras, el Proceso 1001. Cuando llegué, ya se comentaba por allí el rumor del asesinato de Carrero Blanco.
- Colpisa, “Diario 16”, “Guadiana”, “Panorama” y… más de 30 años en “La Vanguardia”. ¿Cómo es posible sobrevivir tanto tiempo en una redacción, teniendo en cuenta los distintos cambios que se van produciendo en cualquier gran medio?
He sido redactor jefe, subdirector, editorialista de “La Vanguardia”, pero siempre me he considerado un reportero, trayendo noticias, no haciendo periodismo de mesa. Sobreviví porque estaba en Madrid, en las antípodas. La distancia entre Madrid y Barcelona son 700 kilómetros; pues, en términos periodísticos, son 7.000. Nosotros éramos como corresponsales en el extranjero. El directivo que llegaba nuevo al periódico necesitaba también en Madrid materia prima, que es la noticia.
El periodismo tiene la gran responsabilidad de ayudar a decidir a las personas, por eso no va a desaparecer nunca. La gente tiene que distinguir entre las noticias falsas y quién las produce y dónde está la información contrastada. De ahí que, sea en digital o en papel, lo más importante es la cabecera. “La Vanguardia” lleva 140 años dando información. El prestigio informativo tarda 30 años en conseguirse, y se pierde en medio segundo; por ello, lo más importante para cualquier periódico es confirmar la información. A mí lo peor que me ha pasado son los desmentidos. Cada vez que alguien me ha desmentido me temblaban las piernas.
He sido redactor jefe, subdirector, editorialista de “La Vanguardia”, pero siempre me he considerado un reportero
- Usted ha visto progresar el periodismo económico español durante las últimas décadas. ¿En qué cuestiones ha variado más?
Cuando yo empecé, en el periodismo económico estaban los “sobrecogedores”. Ibas a una rueda de prensa, y te daban la documentación y un sobre con dinero que era casi la mitad de tu sueldo. Aquello de los regalos y el “periodista comprado” era un periodismo económico sin sustancia.
Durante los años de la Transición, era una crisis económica detrás de otra. La economía era muy importante, sobre todo con la llegada de Felipe González y la crisis petrolífera. Pasamos diez años sin crear empleo. Entonces, el periodismo era muy aguerrido. El kilo de carne del periodista económico se puso por las nubes. De no haber ningún periódico económico salieron cuatro, y las secciones de Economía aparecían ya en portada. Surge la Asociación de Periodistas de Información Económica (APIE) para limpiar el sector y evitar aquello de los sobres, con su propio código ético. Y alcanza su máximo esplendor con el crecimiento de las empresas periodísticas, con unos editores muy fuertes, que tendríamos que hacerles un monumento.
- ¿Y en qué estado se encuentra actualmente el periodismo económico español?
Ahora, en cambio, se encuentra en una crisis muy profunda, pero no por los periodistas, sino por las empresas, que son débiles por la crisis económica y tecnológica y porque en la propiedad suelen estar bancos y corporaciones, por lo que hay muchos intereses. Y los periodistas están muy mal pagados, y un periodista mal pagado no puede ser un buen periodista. Cuando el medio es débil, el que más sufre es el periodismo económico.
- Según el “Informe Anual de la Profesión Periodística 2018”, solo el 20% de los periodistas no sufre presiones a la hora de ejercer la profesión periodística. Entonces, ¿los periodistas económicos están aún más expuestos a estas presiones?
Muchísimo, son los que más. La política es volátil; pero en el periodismo económico, si te equivocas, el caso acaba en la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV). La manipulación de datos puede suponer muchísimos millones. Por eso, el periodismo económico es muy peligroso.
- ¿Deberían dar más importancia los grandes medios a las noticias económicas, haciéndose un hueco entre la multitud de noticias políticas, no solo en épocas de recesión?
Esto son ciclos. En la mayor crisis que hemos vivido, la de 2008, todo el mundo sabía qué era la prima de riesgo. Ahora el problema es Cataluña y la crisis institucional. Pero si viene una nueva crisis, la economía volverá a ocupar las primeras páginas.
Las noticias falsas son nuestro principal aliado, como contraposición
- Si el futuro de los medios de comunicación pasa por el cobro de contenidos de calidad que aporten valor añadido, ¿cómo estarán colocados los medios económicos en este nuevo ecosistema informativo?
Las noticias falsas son nuestro principal aliado, como contraposición. Cuando alguien quiere comprar una casa o acciones, se tiene que informar y quiere invertir con seguridad. Por eso, esa información vale dinero, y la gente está dispuesta a pagar por ella.
- No en vano, medios como “The Wall Street Journal” o “Financial Times” son de los que cuentan con mayor número de suscriptores digitales de toda la prensa mundial. Pero ¿el mercado español de prensa económica puede aspirar a algo similar, aun en menores cuotas?
Siempre hay que ver lo que pasa en la prensa anglosajona. Cuando entra en crisis, esta va a llegar aquí al año siguiente. Y cuando ellos empiezan a salir de esa crisis, en la prensa española terminará pasando lo mismo. Vienen unos años de esplendor. Hemos tenido los años de oro del periodismo en la Transición, y ahora vamos hacia los años de plata.
La clave del éxito de un reportero es trabajar media hora más que tu competencia
- ¿Cuáles serían las principales recomendaciones que le daría a las nuevas generaciones de periodistas económicos?
Lo fundamental es volver a los orígenes, a los valores que hemos defendido esa generación dorada que se está muriendo. Habíamos conectado con la sociedad. Lo que no se puede hacer es dejarse llevar por el sensacionalismo o por las pantallas de las redacciones que miden los pinchazos de cada noticia. Informaciones con fuentes, datos, investigación, honestidad, rectificación, ese es el camino. La clave del éxito de un reportero es trabajar media hora más que tu competencia. Volvamos a nuestras raíces y volvamos a nuestros valores, y obtendremos un renacer del periodismo. Seguro.
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