¡Qué difícil es escribir de un amigo que ya no está, para que quien lea estas líneas sienta que son la verdad… y no "mi" verdad! Por encima de todo quiero ser justo con Antoñito, quien, a pesar del diminutivo cariñoso con el que le denomino, era muy grande.
Resumir casi 35 años de permanente contacto, después de pasar como se "puede" el día en que te enteras de su muerte y de acompañarle al siguiente al crematorio, es tarea difícil, ya que, por lo menos, lo que a mí me está sucediendo es que no puedo centrarme, porque no puedo superar su desaparición definitiva. Y menos en el día en que teníamos que estar celebrando su cumpleaños y no incinerándolo. ¡Qué ironía!
En vez de disfrutar con su presencia y sus 63 años, nos reunimos… pero sin él, aunque el padre Daniel -otro de ese grupo de "sus" amigos- tratase de explicarnos en su homilía, mientras le despedíamos en la capilla del cementerio, que Antonio ya se encontraba en otro lugar, disfrutando del Padre.
Estoy más que convencido que estas líneas, y mucho mejor escritas, las podrían haber firmado ese inmenso grupo de personas con las que Antonio trató, así que, como dije al comienzo de esta carta, me resisto a llamarla "necrológica". Trataré de contar que "mi" amigo sí que era una grandísima persona, un excelente profesional y el ser más dadivoso que he conocido. Sé también que hay personas que no congeniaban con él, y es que "mantecoso", como le llamaban los niños de casa, era genial. Y ya sabemos lo que es ser un genio, un ser elegido de Dios…, pero con más rarezas que el resto de los mortales.
Eso sí, nadie duda de que, si bien es verdad que El Corte Inglés no era de él, Antonio sí era "el corte". ¿Verdad que no me equivoco, Ángel? Era un periodista como la copa de un pino. Aunque yo nunca le vi escribir una crónica deportiva, sí tuve la suerte de asistir a sus charlas de los miércoles. Si hasta ahora he hablado de "sus" amigos, en este momento, tengo que explicar algo más a qué viene el posesivo.
Treinta años atrás y sin que nadie sepa a ciencia cierta por qué, un buen día, diez o doce personas quedamos para comer un miércoles. Y así hemos seguido desde entonces. Sólo se cambiaba de día de la semana cuando el Atlético de Madrid jugaba la Copa de Europa, porque Carlos Peña, el delegado del equipo rojiblanco, viajaba. Ahora ya no, ahora, el miércoles es "nuestro" día. Faltar a la peña, casi era un sacrilegio. No os voy a ocultar que el "Atleti" era la gran pasión de Antonio, que compartía con su hijo, Óscar, y "sus" amigos.
No podría precisar todos los que nos vimos aquel primer miércoles, pero sí sé que allí estábamos con Antonio, el padre Daniel, Carlos Peña, Quique Ortego, Quique Gozalo, Rodri, Ángel de Barutell, que se acercaba cuando sus obligaciones se lo permitían, y un servidor. En esas comidas se hablaba de todo. Y cuando escribo "de todo", me refiero a que las confidencias estaban a la orden del día. En esos momentos, en donde de verdad se necesita que alguien te eche una mano, te dé un consejo, te lleve a "su" casa o aparezca con un regalo, ahí estaba el primero Antonio.
La verdad es que no sé si todo lo que llevo escrito es políticamente correcto o no. No sé si habré satisfecho las expectativas y habré sabido explicar la grandeza de este ser, a quien tuve la suerte de conocer y que siempre me honró con su cariño y me ayudó en los momentos más complicados de la vida. Justo cuando de verdad necesitas a alguien que te oriente, tuve la suerte de contar con Antonio y Mari Paz, la misma suerte que tuvo El Corte Inglés de contar entre su personal con la pareja Antonio y Ángel, su gran amigo, otro ser excepcional, que, por lo que hemos hablado, ha perdido con la marcha de Antonio una parte importantísima de sí mismo.
Poco más me queda por decir de Antonio. Y doy gracias a Dios por haberme dado las fuerzas suficientes para, junto a Ángel, poder decirle cuánto le quería y cuantísimo echaba en falta sus ausencias, como les sucedía al resto de amigos. Creo que charlamos los tres, en esa Sala 5 de la M-30 o, al menos, ésa es la sensación que tuve yo. Pude así despedirme de él, porque si bien es verdad que en el último año, debido a su enfermedad, la relación con el grupo era menor, sí quiero que se sepa que dos semanas antes de su fallecimiento, en una charla telefónica, le dijo a Carlos: "Pronto os voy a dar una agradable sorpresa. Cualquier miércoles de éstos, me presento en la peña". El miércoles pasado, no estuvo con nosotros. Lo que sí quiero contarte, Antonio, es que Óscar nos ha dicho que siempre que pueda vendrá a estar con "tus" amigos, que ojalá pueda heredar. Sabes que por nosotros no va a quedar.
Antonio, gracias por haberme permitido disfrutar contigo de la vida. Me acogiste cuando yo empezaba en esta profesión. Me abriste tu casa cuando necesité de cariño y consejo. Disfrutamos juntos muchísimas veces a lo largo de nuestra vida. Incluso paseamos alguna vez con tu perro. Todo esto que hiciste conmigo doy fe de que también lo hiciste con otros muchísimos compañeros, y para corroborarlo, recuerdo aquellas cenas de los viernes, cuando nos mandaban a un lado de la mesa nuestras señoras, aunque para ellas éramos nosotros quienes nos ubicábamos todos juntos, olvidándonos de ellas.
¿Y ahora, allí arriba, donde tú estás, Antonio, qué actividad vas a conseguir que se patrocine y se juegue? Yo, como soy muy egoísta, les diré a Ángel, Diego, Jorge, Rosa, Gemma y Marisa, tus compañeros de siempre y de ahora, que curren un poco más y sigan como si tú estuvieses entre ellos.
¡Antonio, hasta siempre! Te queremos: Ángel, Jorge, Carlos, Daniel, Ortego, Gozalo, Emilio, Juan Carlos, Paco, Alegrete, Dani, Aguilera, Roberto, Héctor, Rodri, Gárate, Juan Pedro, Carmelo, Luis, Patxi, Juan Antonio, José, Pedro y Javier.
Rafael Recio
Vicepresidente de la Asociación Española de Prensa Deportiva
Pie de foto: Antonio Jiménez Manteca, aún en su etapa de estudiante de Periodismo.
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