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Entrevista al Premio al Periodista Joven del Año

Laura de Chiclana: 'Mi manera de ayudar es darle voz a los que están deseando contar su historia y no pueden'

07/02/2023

08:53

Escrito por: María Jesús García

Entrevista a la periodista reconocida por la APM con el Premio al Periodista Joven del Año 2022, tras su cobertura de la guerra en Ucrania.

Siempre lo tuvo muy claro, incluso antes de empezar la carrera de Periodismo. Laura de Chiclana quería ser reportera de guerra. Ni su familia, ni las dificultades de la profesión, ni la falta de medios pudieron quitarle esa idea de la cabeza. Así que, cuando comenzó el conflicto de Ucrania, no se lo pensó dos veces. Sola, sin el respaldo de ningún medio -tuvo que conseguir su propio casco y su propio chaleco antibalas-, metió su cámara en la mochila y se fue al lugar de la noticia para contar lo que estaba sucediendo.

Con tan solo 28 años, ha cubierto la guerra para Telecinco y Cuatro. Por ello, la APM la ha distinguido con el Premio al Periodista Joven del Año 2022. El jurado ha considerado que “su perseverancia le ha hecho vencer situaciones complejas y evolucionar profesionalmente, hasta convertirse en uno de los rostros más expresivos en acercarnos la evolución del conflicto armado. A pesar de su juventud, entiende el periodismo como un servicio fundamental para denunciar la atrocidad de la guerra y contribuir a su fin”.


- ¿Se imaginaba recibir un premio profesional siendo tan joven?

- Fue una sorpresa muy grande para mí porque la guerra de Ucrania ha sido cubierta por miles de periodistas, tanto internacionales como de España, y he conocido a muchos periodistas españoles tan jóvenes como yo, incluso menores, que estaban allí. Esta no es mi primera cobertura: empecé antes de terminar la universidad, llevo siete años haciendo reportajes en varios países en conflicto. He estado en Venezuela; en Colombia, con el Ejército de Liberación Nacional, viviendo con ellos en la selva, y también en campos de refugiados en Europa y en el sudeste asiático. Sí ha sido mi primer conflicto de este nivel al que yo haya podido ir por edad. Es más, antes de ir a Ucrania, iba a ir a Afganistán, pero estalla esta guerra y cambio el plan completamente.

Además, también me he alegrado porque es más complicado que a una televisión le den un premio. Es más fácil que se lo den a alguien de redacción, de prensa escrita, a un periódico. Pero sobre todo porque, por fin, después de tantos años como freelance, presentándome a los conflictos sola con una mochila, se empieza a valorar el esfuerzo que estoy dedicando a esto.

Laura de Chiclana, durante una entrevista en Ucrania.

- ¿Se fue a Ucrania sin ningún medio que le respaldara?

- Fue un poco loco, iba sola, no tenía ningún medio, ningún contrato de ningún tipo como freelance, solo colaboraciones. Antes de entrar, únicamente un medio de Cataluña, 8TV, me dijo que de vez en cuando íbamos a colaborar. Al principio me vino muy bien. No podían pagarme mucho, pero al menos cubrían un poco los gastos. Había hablado también con Mediaset, pero no había nada escrito. Así que entré sin equipo de protección.

- Y una vez que consigue el equipo de protección, ¿qué hace? ¿Dónde va?

- Fue muy caótico porque también es verdad que hubo mucha desinformación de la guerra, se pensaba que la guerra estaba en toda Ucrania y no es así. Peligras en todo el país, pero los disparos, las bombas, no son en todos los sitios. En principio voy a Lviv, a la frontera, y me di cuenta de que todos los medios estaban concentrados en la capital, en Kiev. Y pensé: “Yo, como freelance, no voy a ir donde está toda la prensa internacional y española. ¿Qué voy a vender ahí? Ya están todas las historias contadas, no voy a aportar nada nuevo seguramente”.

- Y decidió ir a otro lugar.

- Sí, yo, que sé un poco de guerra -he leído muchos libros de tácticas militares y me encanta-, sabía que se estaba moviendo todo por el sur, que el sur era muy importante y nadie le estaba prestando atención. Y me planto ahí y empiezan también los medios a darse cuenta de que hay algo en esa zona. Aposté por un frente y acerté, puesto que yo quería contar algo distinto, que no se estaba contando y que iba a ser importante de cara al futuro. Lo intuía y me salió bien.

- ¿Qué es lo que le motiva para ir a cubrir un conflicto armado? ¿Qué tira de usted para decirse: “Tengo que estar ahí”? 

- Tiran muchas cosas. Soy una persona muy sensible, aunque dentro de una guerra hay que tener sangre fría; si no, no puedes trabajar. También lloras mucho, lo pasas mal. Pero fuera de un conflicto, cada vez que enciendo el televisor o leo una noticia se me encoge el corazón. Me hace darme cuenta de que lo que vivimos no es lo normal. Somos un mínimo porcentaje en el mundo y la realidad es lo que vive el resto, son realidades distintas.

Pienso que somos privilegiados, soy superafortunada de haber nacido donde he nacido, en el país y en la familia en la que he nacido. Tengo la necesidad de que el resto de nuestro país se entere de cuál es la realidad, de que valoren lo que tenemos. Es mi manera de ayudar, darle voz a los que están deseando contar su historia y no pueden. No soy voluntaria, no soy política, no soy médico. Mi manera de ayudar es contar.

Sé que estoy poniendo en riesgo mi vida, pero es un riesgo que estoy dispuesta a asumir

- ¿Y cómo supera el miedo, el riesgo de estar en una guerra?

- He pasado mucho miedo, no solamente en esta cobertura, en todas. Pero lo llevo muy internamente. Lo dejas de lado, o lo sobrellevas como puedes. Cuando me mandaron a Mariano Buratini, el cámara de mi productora, fue como caído del cielo, pero al principio iba sola. Y cuando vas a un sitio así, tú sabes que tienes una alta probabilidad de no regresar. Aunque yo no lo veo como algo que me impida ir; al revés, sino que digo: “Voy a aprender, me va a ayudar a valorar más”. Sé que estoy poniendo en riesgo mi vida, pero es un riesgo pero estoy dispuesta a asumir. No quiero morir, y cada vez que he estado en una situación en la que sabía que de ahí podría no salir, pensaba en mi familia. Porque si yo muero se acabó, no te enteras,  si bien hay una serie de personas que lo van a sufrir y mucho. Es más por los que me rodean que por mí.

También pienso mucho que me puede pasar algo que para mí es peor que la muerte, y es que caiga una bomba y me quede sin brazos, sin piernas o parapléjica. Pero soy muy valiente, soy muy echada para adelante. Aunque he sentido que no podía expresarme de verdad por el temor a ser juzgada. Una guerra es un mundo de hombres. La mayoría son hombres, guste o no guste, eso es una realidad. Si caen bombas y ven llorar a una mujer, pensarán: “Pobrecita, tiene miedo”. He tenido que reprimir esa emoción para demostrar que yo también puedo. Y el miedo lo tienen todos.

- ¿Es más difícil para una mujer joven que para un hombre cubrir un conflicto de estas características?

En la imagen, Laura de Chiclana fotografiando una casa bombardeada.

- No es que sea más difícil, sí te tratan con más condescendencia. Bueno, vienes a hacer un papelito…, a no ser que seas de un medio muy grande. Lo que pasa es que normalmente en esos medios grandes -una CNN, un Sky News, un Wall Street Journal o Al Jazeera- es muy difícil ver a una persona joven. Pero mi problema por ser mujer ha sido con los medios tanto nacionales como internacionales. Se suma: mujer, joven y televisión. Piensan que vas allí a hacerte la foto, que vas allí para hacerte famosa, a hacer el espectáculo. En conversaciones te sientas en una mesa y no te toman en serio y no "te dan bola"; nada, eres ajena a lo que está sucediendo. Me he encontrado con muy buena gente de prensa, pero esa superioridad no falla. Y yo pienso: “Vamos a ver, que he llegado más lejos que tú, me he metido más lejos que tú”. Y sin sensacionalismo ni florituras.

Yo tengo que demostrar siempre, todos los días, lo que valgo, hasta dónde puedo llegar, lo que quiero hacer o las razones por las que estoy allí, cosas que un hombre no necesita hacerlas. Y eso es muy duro, pues no solo tengo que estar en una guerra pensando en el trabajo que quiero hacer, también tengo que sobrevivir. Todos los días trabajo 17 horas, y duermo al día unas tres horas para demostrar que no soy menos que nadie.

- ¿Cuando empezó a sentir realmente lo que era una guerra?

- Me empecé a topar con la realidad de la guerra de verdad en Jersón. Todavía no me habían enviado al cámara y me fui para allá sola, con un grupo de periodistas. Había vivido bombardeos y muerte en Nicolaiev. Sabía el nivel de peligrosidad, pero hasta que no lo ves… Me hizo reflexionar sobre si era de verdad lo que quería, si estaba dispuesta a seguir para adelante, pero me dije que sí. Esto lo aguanto, puedo aguantar más.

Lo que más me ha dolido no son los muertos, son los vivos que he dejado atrás, porque no sé lo que va a ser de ellos

- Han sido ocho meses, supongo que algo le ha cambiado; pero, sobre todo, ¿qué ha aprendido del ser humano, tanto del lado oscuro como del lado brillante?

- Lo peor -que ya había visto en otras ocasiones, pero no a este nivel- es la brutalidad y la sangre fría que tiene la gente en una guerra, el poco valor que se le da a la vida y las maneras de matar. No eres nada, no eres nadie, un número  y a veces no llegas ni  a número. En Ucrania se dan muchas cifras de muerte y desaparecidos, aunque hay muchos más de los que todo el mundo piensa, decenas de miles más. Y luego, por otro lado, también ves la humanidad de la gente. Si tú dejas de creer en el ser humano y vas a lugares como el Donbás, vuelves a creer en él. La humildad, el no tener nada y que te sigan dando, siempre con una sonrisa. He visto ancianas en su casa, con todo destruido en pleno invierno, y que te reciben con una sonrisa. Sabes que han estado bajo el mando ruso durante un tiempo, que han sido torturadas, violadas  y te están ofreciendo comida y no tienen nada.

- ¿Y  lo peor que ha visto, eso que no va a poder olvidar?

- Para mí, lo que más me ha dolido y me impide dormir no son los muertos, son los vivos que he dejado atrás. No sé lo que va a ser de ellos, los estás abandonando. He visto muchos muertos, niños incluso, pero me duele mucho más el que todavía está. Aunque ha habido muertes que me han impactado. Por ejemplo, la de un señor. Fuimos a grabar al frente porque habían bombardeado la casa de al lado, en la que habían muerto todos. La familia de este señor había huido y le dijimos que su casa estaba destruida, se acercaba el invierno y no podía vivir allí. Y él decía que se hacía un agujero en el suelo por si seguían cayendo bombas. Cuando terminamos de grabar la entrevista, fuimos al coche. Miré hacia atrás, vi al señor con la ropa rota y, de repente, cayó una bomba y se acabó [silencio]. Me puse a llorar, quería volver y Mariano, mi cámara, tuvo que tirar de mí, hasta que me dijo: “Laura, ya”. Ese ha sido el que más me ha impactado. Luego, otra escena, la de un coche al que le cayó una bomba y los cuerpos se desintegraron. Sufría ataques de ansiedad y, durante un tiempo, tenía miedo de morir dentro de un coche.

- Sí, he visto que en una de sus retransmisiones en directo sufrió un pequeño ataque de ansiedad y no quiso interrumpir la conexión. ¿Cómo lo afrontó?

- Desafortunadamente, los ataques de ansiedad no han sido uno, sino varios. No solo por vivir una guerra, también por agentes externos, problemas desde España… Al final, allí se te junta todo. Si tuviera ese problema aquí, no hubiera llegado a ese nivel. En aquel momento tenía que buscar agua para ducharme, para beber, buscar comida, como el resto, una más. No por ser periodista vas a un resort. Yo vivo como todos, en un apartamento, y si no hay luz, no tengo luz, o no me puedo duchar o comer. Me he tirado varios días sin comer, soy igual que todo el mundo. Entonces tu cabeza hace clic y no puedes controlarlo. Mariano estaba intentando avisar a control de que a lo mejor se caía la emisión; pero cuando le dijeron “Laura, entra”, tuve que reaccionar. Agradecí continuar, pues necesitaba hablar y distraerme, aunque lo estaba pasando muy mal. Es verdad que me hubiera gustado que no saliese eso delante de la cámara, pero al cabo del tiempo me alegré para que la gente se diera cuenta de la realidad. Si no lo muestras tú en primera persona, la gente lo ve como algo ajeno.

- Y su familia, ¿cómo lo lleva? No debe ser fácil.

- Me apoyan incondicionalmente, pero lo pasan horriblemente. No les puedo ocultar los lugares donde estoy: lo están viendo en la tele, ven el rótulo, ven mi cara demacrada, me conocen, saben cuando sucede algo, cuando he llorado. Lo pasan muy mal, han sufrido. Si no he dado señales de vida, ¿dónde estará la niña? Quizá bajo un bombardeo. Es muy duro, porque pienso que soy egoísta, les estoy haciendo daño. Estoy haciendo lo que quiero, pero ¿a qué precio? Sin embargo, son los primeros que me dicen que continúe y eso es muy importante. En Ucrania he estado a punto de rendirme varias veces, y mi padre me dijo: “No se te olvide por qué estas allí y por lo que estás luchando. Sigue, levántate y continúa, no te preocupes por tu familia”.

- Siempre tuvo claro que se iría donde fuera en busca de la noticia?

- Te va a parecer increíble, pero antes de entrar en la carrera, mis padres me preguntaban por qué quería estudiar Periodismo, que no tiene futuro, y yo les decía: "Para ser corresponsal de guerra". Y su respuesta era: "Entonces, no vas a hacer Periodismo". Al final, les dije: "Bueno, no, mejor periodista deportiva", para que me dejaran entrar. Cuando me matriculé y los profesores me preguntaban qué quería ser: "Corresponsal de guerra". He hecho periodismo de todo tipo, prensa escrita, radio, tele; soy fotógrafa, de todos los temas, pero mi vocación es periodismo de guerra.

- ¿Y el apoyo de los medios para los que colabora?

- Ahora mismo siento muchísimo apoyo por parte de los medios, han estado ahí también conmigo. Siento que muchos son como parte de mi familia. Me llaman para tener charlas y hacer de psicólogos y de apoyo. Se nota mucho cuando hablo con los que sí han estado en guerras, la empatía y la comprensión es brutal, y eso lo he agradecido mucho.

- Pero, en cuanto al apoyo económico, de seguridad, de apuesta por la información de este tipo, ¿cómo ve la situación actual?

- Depende del medio. Por ejemplo, TVE va aparte. Ellos sí envían a los suyos. El resto de los medios -mira lo que pasó con Couso- no pueden enviar a sus propios periodistas; tienen que tirar de intermediarios, a través de productoras o de freelancers. Yo cobro por pieza, por conexión, no tengo un sueldo, no tengo un contrato ni nada escrito con absolutamente nadie. A mí nada me vincula con nadie. Si un día no puedo hacer nada, ese día no cobro. El seguro también me lo pago yo. Es más, durante parte del tiempo de mi cobertura lo estuve pagando yo todo. A mí me ha costado dinero estar ahí. Es verdad que después cambiaron las tornas: cuando empezaron a ver de lo que era capaz, que mi trabajo valía, que no solo era la que se pone delante con el pelo brillante -siempre se metían con mi pelo-, cuando empezaron a ver que de verdad yo estaba para lo que estaba, ya apostaban más por mí. Pero siempre es una lucha.

La mayoría de los de mi generación tenemos que ser 'freelancers', y necesitamos ver que se vuelve a apostar por el periodista

La periodista, durante un directo para la televisión.

- ¿Y qué les pediría, ya que tiene oportunidad ahora, desde la APM?

Sé que desafortunadamente la guerra es peligrosa y sé que es complicado -después del historial que ha habido con periodistas y muertes de periodistas- que nadie se quiera mojar por proteger a los periodistas. No obstante, los periodistas necesitamos que nos vuelvan a apoyar. Ahora mismo, mi generación, y las que vienen detrás de mí, tenemos que ser la mayoría freelancers. Tenemos que buscarnos la vida, eso es muy duro, y necesitamos ver que se vuelve a apostar por el periodista. Nos sentimos solos, sin apoyo. ¿Quién me saca de Ucrania si me ocurre algo? No existe un medio que dé la cara por mí, no tengo a alguien grande detrás que me respalde. Es una de las cosas que más me ha gustado de que me hayan dado este galardón, ya que se premia el periodismo por el que yo apuesto, que se estaba perdiendo y olvidando. Espero que la gente joven también siga apostando por él.

- ¿Y no teme que esta experiencia le deje secuelas? 

- He visto a periodistas allí tocados. Y también hay muchos aquí, años después, que no están bien por todo lo que han visto. Yo lo llevo mejor de lo que pensaba, sé que necesito ayuda; no porque esté mal, sino porque hay saber separar muy bien el trabajo de lo personal. Muchas veces he tenido más sangre fría de lo que imaginaba. Me decía: “Como me 'rompa', no puedo volver a hacer este trabajo”. Espero no acabar como han acabado otros y creo que no va a ser mi caso.

- En cuanto a su futuro, ¿se sigue viendo como reportera de guerra o lo ve como una etapa dentro de su carrera profesional?

- Quiero seguir haciendo esto toda mi vida, pero también es verdad que necesito una estabilidad laboral. Antes, el corresponsal iba contratado y volvía a España y seguía con su trabajo, como los de TVE. Ellos tienen sus bases en el lugar que sea; y si sale una cobertura, van allí y vuelven a ellas. Ese sería mi trabajo ideal: tener mi sitio en el lugar que fuera; y cuando salgan coberturas, ir y volver, pero no tener mi vida repartida por países. Me fui de Asia dejando cosas allí, y allí siguen. En Ucrania me pasa lo mismo. No tengo problema en trabajar en Madrid, de cualquier tema, y luego hacer una cobertura de tres semanas y regresar aquí.

Me veo con 30, con 40, con 60 años haciendo lo mismo. He llegado a ver corresponsales de guerra con 70 y 80 años y pensaba: “Así haré yo”. Son gente que sigue dando el callo, que son eminencias en el periodismo y en la fotografía y olé su valentía, que nadie les detenga. Da igual la edad, seas joven o mayor, no vales más ni menos por ello.

- Hay muchos reporteros de guerra que dicen que este tipo de vida engancha. ¿Cree que le puede pasar a usted?

- Enganchar, engancha a quien le gusta. Hay gente que lo prueba y dice: “Nunca más”. A quien le gusta y cree que vale, y lo demuestra, le engancha. Y el que diga que no, miente. Es un tipo de vida, una adrenalina, todo el día trabajando. La gente piensa que engancha estar bajo las bombas, eso no. Engancha la búsqueda de historias, la búsqueda de cosas diferentes, cómo abres tu mente, cómo aprendes de culturas, de personas. Aprendes humildad, valores, eso es lo que engancha.

- Sobre todo si se tiene verdadera vocación…

- ¿Sabe la cantidad de gente, y le estoy hablando de corresponsales de guerra también, que me han dicho que no iba a llegar a ningún lado, que nunca haría un directo? Me planto en Ucrania con una tele catalana y hago ese directo. Y también me han dicho tantas veces que este periodismo ya no existía, asegurando que las nuevas generaciones van para hacerse selfis... Pero nadie me ha quitado la idea. Soy consciente de los peligros, sé que siempre puedes morir en una guerra, si bien nuestro trabajo es volver y contar; si mueres, ya no estás haciendo tu trabajo. No hay otra.

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