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Pablo Sánchez Olmos: 'Medios comunitarios y locales mexicanos se encuentran completamente desamparados ante la ausencia del Estado'

10/02/2022

14:40

Escrito por: Sergio J. Valera

Entrevista al corresponsal de Antena 3, Onda Cero y 'El Mundo' en México; actualmente, el país más letal para los periodistas.

Pablo Sánchez Olmos, en una de sus coberturas para Antena 3

En apenas cuatro semanas, seis periodistas –José Luis Gamboa, Margarito Martínez, Lourdes Maldonado, Roberto Toledo, Ernesto Islas y Heber López Vásquez–  han sido asesinados en México. “Desde fuera lo único que se puede hacer es seguir denunciando lo que ocurre y traer inversiones destinadas a proteger a los periodistas vulnerables”, asegura a Apmadrid.es Pablo Sánchez Olmos (Madrid, 1991), corresponsal en México de Antena 3, Onda Cero y El Mundo. Desde dentro, el periodista estima que se deben reforzar primero los mecanismos de protección, endurecer las penas contra los culpables “y capturarlos, claro, pues aquí los niveles de impunidad son elevadísimos”.

Tras su paso por el Programa Primer Empleo de la Asociación de la Prensa de Madrid, Sánchez Olmos se marchó a México para ejercer como corresponsal desde un país que se está convirtiendo en el más letal del mundo para los periodistas y que, pese a ello, su presidente es capaz de lamentar el asesinato de un periodista” y, en la misma comparecencia, “terminar insultando a otros que no le caen bien, afectando la percepción que puedan tener del gremio millones de personas”.

- ¿Cómo es el día a día de un periodista en México, un país donde han sido asesinados seis compañeros en lo que va de año?
- La rutina de los periodistas que trabajan en grandes medios de comunicación en México no varía mucho de la que tenemos en España. Existe, eso sí, una gran diferencia entre los salarios de las grandes firmas y la base de las redacciones, que tienen sueldos precarios. La cosa cambia mucho lejos de las grandes ciudades, donde periodistas independientes, medios comunitarios y locales se encuentran completamente desamparados ante la ausencia del Estado. Hablamos de ciudades fronterizas, remotas o en territorios en disputa por las mafias del narcotráfico, que son las que, finalmente, terminan imponiendo su ley con la violencia y la ayuda de funcionarios corruptos. En ese contexto se juegan la vida la mayoría de los colegas asesinados.

- Narcotraficantes y otros grupos criminales, por un lado, y Gobiernos y autoridades políticas, militares y policiales, por otro o por el mismo lado. ¿A veces no se sabrá por dónde buscar a los culpables?
- Exacto, en esos territorios remotos y poco poblados de México es muy difícil saber quién aprieta el gatillo y quién ha ordenado que se apriete. En este sentido, los informes de organizaciones defensoras de la libertad de expresión, como Artículo 19, son muy reveladoras: la mitad de las agresiones contra la prensa vienen de funcionarios públicos y una cuarta parte, de policías y militares.

La mitad de las agresiones contra la prensa vienen de funcionarios públicos y una cuarta parte, de policías y militares

Uno de los casos que mejor ejemplifica esta realidad es el de los 43 estudiantes desaparecidos en Iguala: casi ocho años después, solo se han encontrado restos de alguno de ellos, pero ya se tiene una idea más o menos clara de lo que ocurrió. Entre los responsables había políticos locales, policías municipales, sicarios del crimen organizado e incluso miembros del Ejército.

- ¿Qué se puede hacer para revertir la situación, tanto desde dentro como desde fuera de las fronteras mexicanas?
- La situación es muy compleja, pero no debemos desvincularla del contexto general de violencia que atraviesa el país. Espero que no se me malinterprete, ni pueda sonar frívolo: el asesinato de periodistas en México es una situación gravísima e indignante que requiere de acciones inmediatas, porque pone en riesgo el derecho a la información, pero las cifras se entienden mejor si las miramos en conjunto. El año pasado fueron asesinadas más de 30.000 personas en México, nueve de ellas eran periodistas. La solución no es sencilla, ya que, si no se resuelve el problema endémico que hay de fondo, todo lo demás son medidas paliativas.

Desde fuera lo único que podemos hacer es seguir denunciando lo que ocurre y traer inversiones destinadas a proteger a los periodistas vulnerables. En el ámbito interno habría que empezar por reforzar los mecanismos de protección, endurecer las penas contra los responsables y capturarlos, claro, pues aquí los niveles de impunidad son elevadísimos.

Sánchez Olmos, enviando una de sus crónicas

- Impunidad, la “segunda muerte”. No solo se está convirtiendo México en el país más letal para los periodistas, sino que ocupa el sexto puesto del Índice de Impunidad Global del Comité para la Protección de Periodistas (CPJ), detrás de países como Somalia, Siria, Iraq, Sudán del Sur y Afganistán.
- Entrevistando una vez a una periodista amenazada que vivía con medidas de protección en su domicilio, me dijo una frase que se me quedó grabada: “La impunidad en México es una invitación a seguir matando, ¿cómo no van a seguir matándonos si saben que hay más de un 90% de posibilidades de que nunca paguen por ello?”. En esta realidad entran en juego muchos factores, pero especialmente la corrupción y la saturación del sistema penitenciario y judicial. Son tantos delitos diarios que terminan acumulándose en los juzgados, mientras los detenidos pueden pasar años presos sin una condena en firme.

- Mientras tanto, el presidente López Obrador acusa a periodistas críticos de ser “golpeadores, mercenarios y sin principios”; a la prensa local, de ser “tendenciosa, golpeadora, defensora de grupos corruptos y dedicada a mentir constantemente”, y a los corresponsales extranjeros, de ser “unos consentidos”.
- Parece que el mundo ya está empezando a conocer mejor al personaje. López Obrador llegó a la Presidencia presentándose como un “mesías” destinado a salvar al pueblo de los abusos cometidos por los Gobiernos anteriores, a los que considera corruptos vendidos a los intereses de una clase privilegiada. Hoy en día mantiene unos niveles de popularidad muy altos, gracias, en parte, a esos ataques continuos contra las élites económicas, políticas y también mediáticas. Entre sus víctimas favoritas están los periodistas que le critican. A veces puede tener más razón y hay medios que caen en malas prácticas, pero en la mayoría de las ocasiones son simples contraataques frente a las lícitas críticas de los medios.

Recientemente ha estrenado una sección en su rueda de prensa diaria destinada a desmentir las supuestas mentiras de la prensa; eso sí, solo aquellas que le afectan a él, no a sus rivales. Lo más grave de todo es que en la misma comparecencia es capaz de lamentar el asesinato de un periodista y terminar insultando a otros que no le caen bien. Y lo hace desde un altavoz mediático increíble, con el que afecta la percepción que puedan tener del gremio millones de personas.

- Incluso, la propia Lourdes Maldonado, periodista mexicana asesinada el 23 de enero, había pedido protección a López Obrador en una rueda de prensa.
- Sí, en aquella ocasión, López Obrador la escuchó sin mucho interés y la derivó a su portavoz, aunque finalmente no sirvió de nada. Lourdes Maldonado rechazó cualquier ayuda a nivel estatal y federal porque desconfiaba de ellos. Su enemigo político era el exgobernador del estado de Baja California, Jaime Bonilla, así que quienes estaban a cargo de su vigilancia eran policías municipales. El caso de Lourdes Maldonado es muy llamativo, pues se tomó la molestia de denunciar lo que le ocurría al presidente, pero sinceramente no creo que AMLO [Andrés Manuel López Obrador] hubiera podido hacer mucho por ella.

- A las multitudinarias marchas de periodistas en protesta por la violencia contra la prensa a finales de enero se respondió con más asesinatos e intimidaciones. ¿No hay entre la ciudadanía mexicana una concienciación de la gravedad del problema de la libertad de prensa?
- Creo que no lo suficiente, al menos no tanto como dentro del gremio, donde los colegas están realmente indignados y preocupados. A pie de calle, la violencia se ha convertido en algo muy cotidiano. Hay un estilo de prensa en México muy popular que se conoce como “nota roja”, que está especializado en sucesos y sus portadas se ilustran con fotografías explícitas de cadáveres y titulares ingeniosos que banalizan sobre la muerte. Quizá sea una manera de defenderse ante tanta saturación de hechos violentos, quién sabe. Lo cierto es que, cuando se mata a un periodista y se convoca una manifestación, básicamente acuden colegas del gremio y su gente cercana; nunca vemos grandes movilizaciones que involucren a varios sectores de la sociedad.

- ¿Varían muchos los riesgos de informar sobre México siendo corresponsal extranjero o periodista mexicano?
- Totalmente. Especialmente si lo comparamos con estos periodistas que trabajan en ciudades peligrosas e infiltradas por el crimen organizado. Los corresponsales escribimos para una audiencia extranjera y nuestra tarea muchas veces pasa por informar sobre lo que ocurre de una manera general, sin entrar en detalles o tratar de destapar escándalos desconocidos que nos puedan poner en peligro.

- ¿Los corresponsales también reciben amenazas? ¿A qué controles están expuestos?
- Te mentiría si digo que conozco algún caso realmente grave. El único riesgo real lo enfrentamos cuando viajamos a lugares remotos donde las cámaras no son bienvenidas. Habrá unos que se expongan más que otros a esos peligros, pero lo cierto es que la nacionalidad extranjera juega a nuestro favor. Normalmente, los posibles agresores prefieren evitar el escándalo y la atención mediática y diplomática que puede suponer matar a un corresponsal extranjero. Existe la posibilidad de que vean tu equipo y te roben o vean que estás grabando donde no debes y te pidan amable o agresivamente que te vayas, pero si trabajas con cautela y no te metes donde no te llaman, los riesgos son escasos.

Normalmente, los posibles agresores prefieren evitar el escándalo y la atención mediática y diplomática que puede suponer matar a un corresponsal extranjero

- ¿Cuántos años lleva trabajando como periodista en México? ¿Qué le empujó a querer informar desde un país con los mencionados índices de violencia?
- Estoy cumpliendo ya cinco años como periodista en México. Llegué en 2017, coincidiendo con los últimos meses de Enrique Peña Nieto en el poder, y espero quedarme por aquí algún tiempo más. He tenido la suerte de vivir experiencias profesionales que me han enriquecido mucho: desde elecciones nacionales y estatales, hasta accidentes y tragedias inexplicables, visitas oficiales del rey y Pedro Sánchez y cumbres internacionales, pasando por varios terremotos o crisis humanitarias como las caravanas migrantes… Es un país que, para bien o para mal, nunca deja de sorprenderte y ha cumplido con todas mis expectativas.

Aunque trato de involucrarme mucho en la realidad del país, soy consciente de que vivo en una “burbuja”. Estoy en un barrio seguro y en todo este tiempo, afortunadamente, no he tenido ningún susto y puedo moverme realmente tranquilo por Ciudad de México. Entiendo que, desde fuera, a veces, puede parecer un “Estado fallido” o una “ciudad sin ley”, pero la gente cuando viene de visita se sorprende para bien.

- ¿Tienen suficiente protección los corresponsales por parte de los medios españoles? Muchos compañeros se quejan de las condiciones laborales precarias que sufren.
- Si hablamos de medidas reales, en mi caso no hay ninguna, más allá de que están pendientes de dónde estoy; y, si me pasara algo, entiendo que se moverían para tratar de ubicarme. Conozco a otros colegas a los que sus medios (extranjeros, pero no españoles) les pagan talleres de seguridad para periodistas o les autorizan gastos extra para pagar un fixer que les ayude a moverse en terrenos complicados, pero no es mi caso.

- Ya en 2013, el profesor Felipe Sahagún se preguntaba en Cuadernos de Periodistas si los corresponsales extranjeros son una especie en extinción o en transformación. ¿Cuál es su valoración sobre ello casi una década después?
- En tiempos de bonanza, un medio de comunicación español podía darse el lujo de tener una red extensa de corresponsales en nómina, a los que pagaba además un extra para la vivienda y vuelos de regreso a España. Si hablamos de ese tipo de corresponsales, estoy de acuerdo en que se han extinguido, salvo casos contados como los que cubren información desde Bruselas, Londres o Washington.

Los medios se han dado cuenta de que ese trato era un lujo inasumible y que lo que de verdad funciona es tener una buena red de colaboradores a los que pagar lo justo, es decir, pieza a pieza en función de sus necesidades. Esa es mi realidad y la de la inmensa mayoría de los corresponsales de hoy en día. No tenemos las mismas comodidades, se nos puede llamar colaboradores o corresponsales, pero lo cierto es que ejercemos la misma función. Es una situación muy precaria, pero no soy del todo pesimista. Los nuevos tiempos también nos han traído internet y un sinfín de opciones para informar, acceder a la información y crear nuestro propio negocio periodístico. Pertenezco a una generación que estudió la carrera sabiendo que solo unos pocos iban a conseguir trabajo, así que no me resultó tan complicado tomar la decisión de salir de mi país para tratar de cumplir mi vocación. Creo que lo he conseguido y animo a quienes tengan ganas a que den el paso.

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