Los editores de Fragua cierran su librería en la Facultad de Ciencias de la Información: ‘Hubo momentos en que había colas para comprar el periódico y manuales de periodismo’
Los hermanos Muñoz, Ignacio y Javier, se jubilan. Esto no sería noticia si no fuera porque con ellos desaparece también una librería mítica para varias generaciones de periodistas. Durante 44 años, la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid dio cabida a este establecimiento, por el que han pasado multitud de estudiantes y profesores a la búsqueda de libros, manuales y textos fundamentales para su formación periodística.
Apmadrid.es entrevista a Ignacio Muñoz, el conocido librero que, junto con su hermano Javier, son además los propietarios de su matriz, la librería Fragua, en el distrito de Moncloa, la primera especializada en periodismo y comunicación y que ha albergado más de 10.000 títulos, así como de la Editorial Fragua, dedicada fundamentalmente a publicar y vender libros de profesores y teóricos del ámbito de la comunicación, entre cuyas colecciones figuran nombres de autores tan prestigiosos como José Luis Martínez Albertos, Manuel Martín Serrano o Javier Fernández del Moral. “La editorial seguro que va a seguir. En cuanto a la librería Fragua es más complicado, por tener una tienda abierta con personal y por el horario”, afirma.
Ignacio Muñoz nos relata los inicios y la trayectoria de su empresa, que ha ido en paralelo a la historia de esta facultad, y que, según se desprende de sus palabras, es también la historia de su compromiso con el periodismo.
Aunque hay un montón de facultades, los libros de comunicación tienen una salida relativamente limitada en comparación con otros temas
- ¿Cómo surgió la idea de crear la librería en la facultad?
- Fue en el curso 1981-1982, justo el año en que empecé la carrera de Periodismo. Mi padre era librero y de la primera promoción de Ciencias de la Información y le ofrecieron montar una librería especializada en medios, así que nos lo comentó a mi hermano Javier y a mí y tiramos para adelante. Yo iba compaginando los estudios con la librería, y poco a poco fue cuajando. Así, hasta el mes de junio de 2025.
- ¿El sello editorial Fragua ya existía?
- Sí, se creó unos diez años antes, pero estaba más especializado en Filosofía, rama a la que pertenecía el fundador, Mariano Muñoz, que era filósofo. Los estudios de Ciencias de la Información son posteriores; aunque había libros de comunicación, eran muy escasos, no había especialización en la materia.
- ¿El cierre de la librería obedece sólo a vuestro deseo de jubilaros o hay también otros motivos?
- Especialmente por la jubilación. Nosotros queremos jubilarnos en el próximo mes de diciembre, de la editorial y de la librería. Las contratas de la Facultad son por curso académico, de junio a junio, y este mes se acababa. No hemos querido renovar un año más; porque si no, ya nos metíamos en el año 2026.
- ¿Cuántos títulos ha publicado la editorial, como especializada en comunicación y periodismo?
- En comunicación tendremos unos 500 títulos aproximadamente o alguno más, entre papel y digital. Hemos sacado tres o cuatro colecciones.
- Y en cuanto a ventas, ¿se han colmado vuestras expectativas?
- No, la verdad es que ese es un tema que duele un poco, porque al ser la rama de especialización en comunicación, no tiene tanta venta como pudiera parecer. Aunque hay un montón de facultades y de escuelas, luego realmente los libros de comunicación tienen una salida relativamente limitada en comparación con otros temas, como puede ser literatura, filosofía o incluso historia. Es un área demasiado concreta, digamos.
El sello editorial está posicionado en los puestos más altos del índice de valoración del SPI
- ¿Interesa más a estudiantes o a profesores?
- Interesa más a profesores, porque los estudiantes al final van un poquito más al manual, sobre todo antes. Con cuatro o cinco manuales ya podían tirar, como hemos hecho un poco todos. Pero hoy en día, con cuatro apuntes y cuatro enlaces, ya ni se sigue un libro manual de la asignatura. Y más ahora que son asignaturas de cuatro meses, que se queda reducido a un mes de lectivo.
- ¿Y cuál fue su época dorada, la época en la que más se editaba y se vendía?
- Editar, se sigue editando, aunque con tiradas muy cortas. Pero la época buena de ventas seguramente fue la década de los 90 hasta el año 2000. A partir de ahí empezó la decadencia de la venta de libros, sobre todo a los universitarios, que realmente era el fundamento de tener una librería dentro de una facultad.
- También ha caído el número de alumnos de la facultad, eso hay que considerarlo.
- Sí, ha caído muchísimo. Y eso que hace 20 años se inauguró un segundo edificio en la facultad, que se hizo fundamentalmente porque había aumentado muchísimo el número de estudiantes. Estamos hablando del año 2005. Pero creo que, a partir de 2005-2010, empezó a caer el número de alumnos y también se reduce el número de plazas. Aunque la demanda continúa, pero ha subido muchísimo la nota de corte para entrar a Ciencias de la Información.
- ¿Hubo un periodo en que la librería también fue quiosco de prensa?
- Sí, empezamos a vender periódicos y la verdad es que se vendían muchísimos. La gente entraba en la facultad e iba directamente a comprar el periódico. En lugar de comprarlos a la salida del metro, esperaban a llegar a clase, donde sabían que había un puesto de venta. En algunas épocas, como durante la Guerra del Golfo, hasta hacían cola. Sí, sí, hubo momentos en que había colas para comprar el periódico y también los libros, los manuales de periodismo.
Además, por parte del profesorado, en algunas asignaturas como Redacción Periodística o alguna otra, no es que se obligara, pero se decía: “Vamos a hablar de las noticias nacionales de hoy o de ayer”. O sea, de las noticias que aparecían en los periódicos. Entonces, la gente tenía que leerse el periódico para poder hablar de lo que era noticiable en ese momento.
- Hasta que se dejaron de vender tantos periódicos de papel.
- Claro. Cuando ya la gente dejó de solicitarlos, nosotros, lógicamente, dejamos de venderlos. Más cuando los proveedores de prensa cobraban por traerlos al punto de venta. Si llega un momento en que te los llevan y luego los devuelves todos, pues dices: “¿Qué estamos haciendo aquí?”. Y luego ya comenzaron a regalarlos también, las propias cabeceras empezaron a llevar un cierto número de ejemplares y los regalaban en la puerta. Ponían ahí un fardo de periódicos para que la gente los cogiera; con lo cual, ya no tenía sentido tener ahí unos regalándolos y otros vendiéndolos. Parecía hasta feo.
- ¿El sello editorial se va a traspasar? ¿Hay ya algún candidato?
- Sí, hay varios candidatos que estamos valorando, pero no hay nada cerrado aún. El sello editorial está posicionado en los puestos más altos del índice de valoración del SPI (Scholarly Publishers Indicators), y eso también marca un poco el interés hacia el propio sello dentro de la especialización.
- Durante este tiempo, habréis vivido muchas anécdotas y también conocido a muchos alumnos que luego se convirtieron en periodistas de éxito.
- Sí, pero bueno, por esta facultad han pasado muchísimos periodistas. Algunos han triunfado, otros no, y muchos ya sabemos quiénes son y dónde han llegado, incluso a ocupar puestos importantes en el país.
- ¿Son muy diferentes los alumnos de ahora, los de las últimas generaciones, en comparación con los de hace 30 o 40 años?
- Sí, son completamente distintos. Antes cuando entrábamos, se veía un interés, una inquietud por lo que estaba pasando, por hacer cosas o por descubrir cosas. Y ahora es un poco una continuidad del propio instituto. No se les ve esa inquietud. Quieren ir a clase (los que van a clase); porque en realidad los grupos son de 30 o de 35 alumnos, pero luego se presentan en clase 20 o incluso menos.
Recuerdo que antes, en algunos casos, había que hacer cola para coger sitio en el aula. Ahora eso ya es impensable. A los alumnos ahora mismo se les ve un poco -digámoslo sin ser despectivo- como “aniñados”. Vienen del colegio, pasan por un instituto y del instituto a la universidad. Sí, con muchas posibilidades de hacer cosas, muchas actividades. Les ponen cine, muchas historias. Pero en lo que se refiere al trasfondo académico, yo creo que se lo dan todo demasiado mascado.
El fundamento de una librería dentro de una facultad concreta es la especialización
- ¿Crees que no se recurre tanto a los clásicos del pensamiento?
- Efectivamente, lo de la lectura, de leer los clásicos -estamos hablando a lo mejor de Marshall McLuhan-, eso, olvídate, no saben ni quiénes son. Pero creo que gran parte de la culpa la tiene el propio profesorado, porque -siempre con excepciones- los profesores no llegan a engancharles por ahí, engancharles también con cierta obligación. Porque si a ti no te dicen que te tienes que leer esto “sí o sí”, no te lo lees. Mínimo esfuerzo. No hay exigencia.
- ¿La librería de la calle Andrés Mellado seguirá abierta?
- Sí, en eso estamos. La editorial seguro que va a seguir. En cuanto a la librería es más complicado, por lo de tener una tienda abierta con personal y por el horario. Un negocio editorial es más llevadero. Aunque tengas un trabajo continuo, pero lo puedes hacer desde cualquier lado, no desde un sitio físico y con un horario comercial determinado. Nosotros ya hemos cumplido.
- ¿Y la de la facultad?
- La librería de la Facultad se ha licitado, se ha sacado la oferta y ha habido algún candidato, con lo cual, si esos candidatos que se han presentado cumplen los requisitos, se montará ahí también el espacio de librería. Lo que no sé es con qué enfoque. A lo mejor amplían un poco el repertorio, quizá no sea sólo de comunicación. Pero vamos, yo siempre he dicho que el fundamento de una librería dentro de una facultad concreta era la especialización. Y eso te lo daba también la gente que estuviera ahí dentro, que tuviera conocimientos claros del material que se vende para poder recomendar al comprador qué es lo más aconsejable en ese momento. Porque si se mete uno que ha estudiado mecánica cuántica, pues igual no sabe de Redacción Periodística, ¿no?
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