Una de las ventajas de hablar y escribir del coronavirus es que, tal y como están las cosas, no se necesita manejar mucha información, entre otras cosas, porque una buena parte de lo que es la COVID-19 está aún por descubrir. Así que, de momento, bastaría con repetir las frases que uno puede leer en los periódicos o escuchar en la tele o la radio y, eso sí, cerrar el tema con una de esas frases definitivas del estilo: “El día que tengamos la vacuna todo quedará resuelto y el problema se habrá acabado”. Es decir, que el virus pasará a ser como una simple gripe, un asunto rutinario.
Mientras tanto y para no caer en la tentación de ponerse dramático hablando de las residencias de la tercera edad, la falta de personal sanitario o de las ucis, tal vez, convendría aliviar la zozobra y las inseguridades que padecen los ciudadanos con casos de la vida cotidiana menos graves. Un ejemplo que últimamente me ha llamado la atención es la cantidad de gente joven que sufre picores, al parecer, producidos por el virus. Sin ir más lejos, el otro día me llamó la atención una pareja que mientras esperaba a que viniera el autobús, él le pidió a ella que le frotara la espalda para calmar la comezón. Claro que también los hay menos afortunados que no tienen más remedio que aprovechar los salientes de los edificios para rascarse.
A veces, uno se pregunta cómo recordará la historia la llegada de la COVID-19. A juzgar por las múltiples versiones que ya circulan sobre el tema, todo depende de cuál de ellas se elija: desde los que dicen que es un asunto de los chinos hasta los negacionistas para quienes se trata de una especie de infección o de gripe que pasará con el tiempo igual que otras enfermedades. No faltan tampoco los que ven en esta pandemia la revancha que la naturaleza se ha tomado por la cantidad de barbaridades cometidas por el hombre contra el medioambiente.
En medio del barullo y la confusión, los medios de comunicación parece que han elegido terminar siendo portavoces, sobre todo, de los políticos. Pero si se confirma que la COVID-19 ha venido para quedarse, no habrá más remedio que aprender a convivir con ella. Quiere decirse que lo que hasta ahora hemos entendido por "normalidad" puede que haya dejado de regir y, entonces, esperemos que poco a poco tengamos la oportunidad de ir aprendiendo, de nuevo, a vivir.
Andrés M. Kramer
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