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Visita para periodistas al Museo de la EMT: ‘Necesitamos soñar’, por Ángel Alonso

12/01/2023

09:57

Escrito por: APM

Artículo publicado en ‘La Tribuna de Automoción’, escrito tras una de las visitas guiadas y gratuitas de la Agenda Cultural APM.

Periodistas de la APM visitan el Museo de EMT.

La Asociación de la Prensa de Madrid (APM) organizó en el pasado mes de octubre, en colaboración con la Empresa Municipal de Transportes de Madrid (EMT), una visita guiada gratuita para sus socios al Museo de EMT, dentro de las actividades organizadas en la Agenda Cultural de la APM.

Tras esta visita, el periodista Ángel Alonso escribió un artículo sobre ella en La Tribuna de Automoción, en su columna habitual “Arrieros somos”, que se reproduce a continuación:

“A fuerza de tanto pragmatismo en el mundo del motor, se le ha olvidado soñar. La fórmula del éxito del automóvil ha sido una dosis de realismo mezclada con otra, pienso que mayor, de anhelo. Y cuando me refiero a ese componente emocional, pienso en la globalidad del concepto automóvil, multicultural y poliédrico por excelencia. Hoy, este, antaño, país de las maravillas, se ciñe a una cadena de cotidianidades que le han hecho borrar el antiguo embrujo de un cuento fantástico por el texto anodino y prosaico de los mercados y las rentabilidades.

“Me vino a la cabeza este razonamiento en una reciente visita a un pequeño museo poco publicitado y, por tanto, poco frecuentado. Lo visité como parte de una élite elegida para un momento glorioso. En silencio meditas e intuyes más que en el barullo de los grandes acontecimientos. A solas, o casi, te confiesas mejor.

Se trata del museo de la Empresa Municipal de Transportes (EMT) de Madrid. Ubicado en una pequeña nave de las cocheras de este servicio público tan familiar a los ciudadanos de la villa y corte. Un primer impacto fue descubrir cómo en un reducido espacio, podía caber tanta memoria, hasta en los más mínimos detalles, de la ciudad que he pisado y vivido día a día desde mi infancia.

No eran solo los autobuses de dos pisos, una pretensión comparativa, excesiva, del poblachón manchego que era Madrid con una metrópoli cosmopolita y financiera como Londres, siempre ataviada con la elegancia del bombín y del paraguas, negros ambos, naturalmente. Allí estaban aquellas paradas de poste con el recorrido del bus o el tranvía pintadas en un remedo de estilo naif, tan sencillo como infantil. No faltaba la visión de los uniformes de conductores y cobradores, ¡¡sí, cobradores!!, asemejados a un estilo militarizado acorde a la época. A la vista también, los tacos de billetes o boletos para picar, el salvoconducto de viaje a los precios armónicos de una capital de país lacerada por estrecheces económicas y anímicas.

Autobuses de todas las épocas enfilados para un rápido viaje en el tiempo. Ahí pude ver el modelo Pegaso (¿Quién se acuerda de esa marca genuinamente española?), de la línea 62, que me llevaba a diario de Moncloa a la facultad de Ciencias de la Información, apartada temporalmente en un idílico paraje de la Dehesa de la Villa, pero sin que el escondite sirviera para despistar el olfato represivo de aquella policía, los “grises”, identificada en su brutalidad con color tan propenso a la tristeza.

Muchas emociones melancólicas en una geografía del automóvil que solo ha enganchado con recuerdos, algunos penosos, como desplazarse a trabajar en esas horas punta, en las que hasta los estribos de las puertas de entrada y salida servían para auparse a la condición de pasajero. Maravilloso poder el de los pasados como goma de borrar malos rollos y redibujar un presente que se antoja benéfico y hasta divertido. Porque, imposible ocultarlo, me divertí con esta, lejana en el tiempo, experiencia retrospectiva de una movilidad de adolescencia y juventud en un país al que ahora no lo conocería ni la madre que lo parió.

Vivencias como la narrada ponen en valor la necesidad de recuperar lo tangible del pasado y del presente de la sociología del automóvil. La filosofía de los coches tiene mucho del carpe diem de los romanos, eso de vivir a tope el presente con el impulso del pasado, capaz de ofrecer la mejor versión de los recuerdos. El futuro es un intangible por construir, aunque se puede y se deba imaginar, pero por ahora, esas transiciones se están haciendo con apuestas perdedoras en plazos incumplidos por increíbles.

Produce resquemor que en este presente la industria del automóvil se haya divorciado de los salones, el escaparate donde esta actividad mostraba su musculatura real, al mismo tiempo que la utópica de esos modelos solo alcanzables para la mayoría mediante la vista. Estúpidamente olvida que la obra de arte entra por los ojos, y si no lo hace, es proyecto fallido.

Un pequeño museo de autobuses ha removido las memorias, ha hecho soñar, porque evocar tiene mucho de quimera. El automóvil está obligado a mostrarnos su antes y su ahora y a proyectarnos su porvenir. Es el escudo ante los enemigos. Jugar únicamente a esta última baza será hacer vivir la presencia, pero matar la esencia. ¿Lo habrán comprendido?”.

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* Si tienes interés en ofrecer una visita cultural a los periodistas de la APM, puedes enviar la propuesta a [email protected].


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