Max Ebstein
Adiós, Max
El pasado 29 de febrero comimos en el restaurante Filandón Max y su mujer, Paloma, la mía, Marian, y yo. El motivo principal era vernos y charlar, algo que hacíamos de forma regular. En aquella ocasión fue cuando Paloma y Max nos anunciaron su decisión de, llegado el caso, renunciar a Tanatorio y entierro para eliminar el mal trago a la pareja sobreviviente y contribuir al estudio de la medicina.
Poco podíamos esperar que tal decisión tuviera que implementarse solo un mes y pico después, cuando un ictus inmisericorde acabó con la vida de Max. Fue el Viernes Santo cuando sufrió el ictus; y durante la semana siguiente, los doctores intentaron de todo hasta que fue decidido dejarle que muriera en paz. Su cuerpo fue enviado directamente a la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid.
Dentro de tres meses habría cumplido 92 años, y había sido homenajeado en la APM como socio de honor y como “mayor de 90 años”, acto al que corresponde la imagen que ilustra este obituario.
Es muy fácil hacer una semblanza de Max. Basta decir que era un hombre bueno.
Entre sus virtudes destacaba su capacidad permanente para alabar los méritos de quienes le rodeaban y disculpar los fallos. Enseguida sabía poner en valor los logros de familiares, amigos y compañeros. Era generoso hasta límites insospechados. Y optimista y animoso.
Tuvo una carrera a caballo entre la empresa y el periodismo. Fue consejero delegado de la primera empresa de microbuses municipales, trabajó para el Banco de Bilbao en puestos importantes y fue delegado del banco en Viena.
Nos conocimos en la Escuela Oficial de Periodismo (EOP), donde ambos formamos parte de la promoción Canarias, igual que Pilar Miró, Homero Valencia, Miguel Ángel Velasco y Manuel de Unciti, que jugó más tarde un papel de gran importancia en nuestras vidas.
Max fue un pionero del periodismo económico en los años setenta en España. Dirigió el semanario Expansión, firmó un acuerdo de intercambio de información con el inglés Financial Times. Me acuerdo que, estando yo de corresponsal de EFE en Londres, Max me pidió que girase una visita al importante periódico salmón y hablara con sus dirigentes. Cumplí lo mejor que pude, que fue malamente…
Años después nos encontramos en Washington, donde ambos vivíamos circunstancialmente. Yo cubría el caso Watergate para EFE y Max trabajaba en el Banco Mundial.
De vuelta en España, Max desplegó una febril actividad en muy diversos proyectos de la sociedad civil, singularmente el Foro Arrupe, del que fue presidente.
Su interés por todo le impulsó a visitar plantaciones de kiwis en Nueva Zelanda o fábricas de kimonos en Japón. Sus viajes frecuentes le llevaron alrededor del mundo, siempre acompañado de su inseparable Paloma, mucho más joven que él y sin cuyos cuidados permanentes no habría podido disfrutar de la vida tanto tiempo y tan intensamente.
Perteneció al grupo fundador de la residencia "Azorín", liderado por el cura Manuel de Unciti, y en el que se formaron a lo largo de los años unos 300 periodistas, entre los que se encuentran algunos que fueron directores de periódicos como ABC y El Mundo.
Suele decirse que no muere quien permanece en el recuerdo de los que quedan. Desde luego, Max va a permanecer lago tiempo en mi memoria. Ha sido una persona irrepetible y va a ser irreemplazable.
Juan Caño
Miembro de la Junta Directiva de la APM
*El próximo 10 de junio, a las 20:00 horas, se celebrará un funeral en memoria de Max Eibstein, fallecido el pasado 5 de abril. El acto se oficiará en la Parroquia del Sagrado Corazón y San Francisco de Borja (calle de Serrano, 104 / calle de Maldonado, 1-3).
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