Por Fernando González Urbaneja, expresidente de la Asociación de la Prensa de Madrid.
La parca llega con cita inexcusable. Manu Leguineche la esperaba desde hace tiempo sin miedo; se nos fue yendo poco a poco, perdiendo facultades aunque alerta, disfrutando de lo que le quedaba, de recuerdos, vivencias y sobre todo de los amigos. Cada día veía menos, se movía menos, dependía más, pero seguía rodeado de recuerdos, de tareas pendientes, asistido por los que sufrían por él, incluso más que él, en su castillo de Brihuega. Manu Leguineche es leyenda del periodismo español: no le conozco enemigos, ni siquiera críticos, lo cual es casi extravagante en esta profesión tan propicia a decir “fulano bien, pero…” y, a partir de esa conjunción, la mala baba.
Manu era buena gente, inspirador, maestro y, sobre todo, periodista de calle a palo seco, de los que están en la zona cero de la información y las noticias cuando hay que estar y como hay que hacer. También era un niño grande que disfrutaba conversando, jugando al mus, bebiendo una botella de buen vino y viajando a los sitios más remotos para entender a las gentes y contarlo. Manu estuvo presente en todos los acontecimientos importantes del mundo del último medio siglo.
No puedo olvidar ahora un simbólico torneo, cada uno en su silla de ruedas, que representó con Enrique Meneses en el parador de Sigüenza para regocijo de los presentes, todos alumnos y admiradores, conscientes de que estábamos ante los dos reporteros más grandes, vitales y brillantes de nuestro periodismo. Tampoco olvido la mezcla de timidez, orgullo, desapego y agradecimiento con que recibió la Medalla al Mérito Constitucional en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá. Recuerdo que llamé a la entonces vicepresidenta, María Teresa Fernández de la Vega, para pedir al Gobierno un reconociendo para Manu. Ella misma me propuso esa medalla que me pareció la adecuada. A Manu le gustó, aunque estaba muy por encima de las medallas. Fracasé luego con la reiterada propuesta de que merecía uno de los Premios Príncipes de Asturias, sospecho que la Fundación prefiere gentes más mediáticas y comerciales. Ellos se lo perdieron.
Manu se ha ido pero deja mucho, sobre todo una obra ingente que conviene ordenar y poner en valor, y muchos alumnos a los que dejó una huella imborrable. Nunca trabajé con Manu, pero he disfrutado de su compañía, de charlas con demasiada nostalgia.
Fernando González Urbaneja
Expresidente de la Asociación de la Prensa de Madrid
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