Por Javier Reverte, periodista y escritor.
Me entero de la muerte de Manu hace una hora y, a vuela pluma, todavía inmerso por la emoción que produce la muerte de un amigo muy querido, o más aún: un hermano, escribo estas líneas para la web de la Asociación de la Prensa de Madrid.
Digo Prensa y sé que es una palabra que Manu adoraba, pues era un verdadero militante del oficio. Si de alguien podría decirse que fue un absoluto vocacional del periodismo no hubo otro como Manu. Era capaz de dejarlo todo cuando saltaba una noticia y nada le producía mayor emoción que echarse al hombro una bolsa y largarse mundo adelante hacia el lugar en donde algo importante estaba sucediendo.
¿Qué nos arrastra a algunos hombres para querer ser testigos de lo excepcional?. No lo sé bien. Yo nunca he tenido la vocación tan intensa que Manu sentía por el periodismo, pero sé reconocer la llamada de la noticia, que, en cierto sentido, es parecida a la llamada de la selva. La adrenalina se dispara cuando el mundo estalla y la vocación de Manu tenía una adrenalina de reportero fácilmente incendiable.
Todo el mundo le quería, nadie hablaba mal de él . Eso no quería decir que no tuviese enemigos, pues la envidia es una "virtud" netamente española; pero al menos ninguno de ellos se atrevía a hablar mal de él en público.
Es fácil decirlo porque es completamente cierto: con Manu muere una forma de entender el periodismo. ¿Cuál? El reportaje, el periodismo de calle, el testimonio de la vida, la aventura de contar lo que sucede y no lo que se opina sobre lo que sucede..., ese modo de hacer periodismo que inventó hace casi 16 siglos Herodoto y que continúa siendo el mejor, o quizás el único modo de hacer periodismo.
Del amigo que fue todavía estoy haciendo el luto.
Javier Reverte
Periodista y escritor
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