*Por Félix Pacho Reyero
Lejos de Madrid y conmocionado aún por la noticia del fallecimiento de Jesús de la Serna, lo primero que me viene a la memoria es su hombría de bien y la magnitud de su dimensión como periodista.
Sí, un hombre bueno y un periodista de gran altura, con voluntad indeclinable de romper fronteras y corsés que imponía a la prensa el régimen franquista, con enorme capacidad para crear y aunar equipos profesionales, partiendo por lo general de gente joven, arriscada, de la más diversa procedencia y de las ideas más dispares.
Jesús de la Serna pasó por la vida repartiendo generosidad e impartiendo, sin aspavientos ni cátedras formales, su magisterio de la información puntual y bien hecha. Siguió sin desmayo la estela luminosa de su padre, Víctor de la Serna Espina, tanto en el ejercicio directo de la profesión periodística como en los comportamientos humanos y sociales, potenciados estos con una extrema sencillez y liberalidad.
Su generosidad le situó de continuo en el ejercicio más limpio de la concordia y la tolerancia. Allí donde cualquiera llegaba a perder los estribos supo imponer siempre la serenidad y las buenas maneras, liquidando de raíz enfrentamientos, prepotencias y altanerías.
Del magisterio periodístico de Jesús de la Serna hablan ya, con elogios encendidos, tres generaciones de periodistas españoles de los diarios madrileños “Pueblo”, “Informaciones” y “El País”.
Quienes conocimos a Jesús en la andadura de “Informaciones” recordaremos, además de su talla humana, sus dotes extraordinarias para valorar los múltiples ángulos de la noticia, su despacho siempre abierto a todas las sugerencias de la redacción y su talante cordial incluso ante las displicencias. Riguroso en el dato y en la escritura, era un enorme periodista, desde luego; pero, ante todo, un hombre bueno y cabal, amigo leal de sus amigos, compañero sin tacha de sus compañeros.
Al acceder a la presidencia de la Asociación de la Prensa de Madrid, demostró una vez más su generosidad sin restricciones ni menguas ante situaciones comprometidas que hubo de afrontar y a las que aplicó, lejos de alharacas y estridencias, el cauterio suave de la amistad y del trabajo constante.
Entre los profesionales del periodismo, Jesús de la Serna concitaba adhesiones personales sin excepción. Era, por añadidura, tan discreto y noble que nunca se le oyó hablar mal de nadie que tuviera para con él gestos inamistosos o reproches de consideración. En el mundo de la información en el que Jesús se movió, tardará en aparecer, si aparece, un periodista tan claro, un hombre tan bondadoso y un amigo tan fiel.
Descansa en paz, muy querido Jesús de la Serna.
*Félix Pacho Reyero fue miembro de las juntas directivas presididas por Jesús de la Serna.
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