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Plaga universal

05/11/2020

11:27

Escrito por: APM

Por Antonio Garrido Buendía, socio de honor de la Asociación de la Prensa de Madrid.

Antonio Garrido Buendía, durante una de las videoconferencias familiares desde el cuarto de trabajo

Cuando los futbolistas españoles del equipo de la ciudad china de Wuhan, cuna de la COVID-19, llegaron a España el 27 de febrero de 2020 para cumplir cuarentena en el hospital Gómez Ulla, me alerté. A mis tres hijas les dije que no hacía la analítica anual. Que me daba miedo ir a centros sanitarios y retrasaba todas las revisiones médicas. El martes 3 de marzo de 2020 me recluí voluntariamente en casa sin salir el resto de la semana. A mis cinco nietos les dije que anotaran todo lo que supieran del coronavirus, porque podríamos estar ante una plaga universal del siglo XXI.

El Gobierno no demostró capacidad, logística, táctica ni estrategia para afrontar las necesidades. Subestimó la valía militar probada en misiones internacionales. Por no saber, tras ocho meses de pandemia, no se conoce el número de muertos. No ha existido un comité científico. ¡Mentirosos! Demencial.

España ha sufrido muchas pandemias. En la década 1930, el paludismo; en los 40, la tuberculosis (los antibióticos no llegan hasta los 50). La poliomielitis aparece entonces (las vacunas Salk y Sabin son de los 60), cuando ya el cáncer hacía estragos. A finales de los 70 padecimos sida.

Ingresé en 1970 en los semanarios “Tribuna Veterinaria”, sanidad animal, y “Tribuna Médica”, humana. En 1975 asumí la Jefatura de Redacción de la última hasta 1985. En estos años, amplié muchos conocimientos. Había gran convivencia sanitaria, en la que los veterinarios presumían conocer más sanidad mediante los animalarios de los hospitales, porque investigaban más que los médicos. En unas horas, con llamadas telefónicas a diez o doce hospitales o centros específicos sobre determinado tema, teníamos la radiografía de España. Encuestas no practicadas ahora por los políticos españoles.

Durante la pandemia he perdido a mi admirada consuegra Paloma González Gómez, de quien no pude despedirme. Nos dejó también nuestro querido compañero de profesión y promoción Álvaro López Alonso, muchos años secretario de la Asociación de la Prensa de Madrid (APM) y asiduo contertulio en los tres encuentros anuales de la promoción de Periodismo Raquel Sierra Rodríguez, de 1959, cuyas convocatorias de mayo y noviembre de este año la pandemia arrebató. Igualmente se nos ha ido el entrañable compañero en las oposiciones para ingreso en la Redacción de “ABC” en 1966, Joaquín Amado Moya, quien ocupó una de las subdirecciones. Otra baja es la del querido compañero Juan Ramón de la Cuadra, subdirector de RTVE, definido como “la voz radiofónica que narró el asalto al Congreso el 23-F de 1981”. También se nos fue Esteban Sánchez Ocaña, igualmente querido compañero de RTVE, jubilado.

Estos meses he reflexionado mucho sobre la fragilidad humana. Si la civilización y los conocimientos técnicos y científicos nos permiten en horas cruzar mares volando y unir continentes permanentemente, ir a la Luna o establecer durante meses estaciones orbitales alrededor de la Tierra, la COVID-19 ha venido a decir al poderoso y vulnerable ser humano que debe considerar su fragilidad, porque el virus invisible puede dejarnos inertes y eliminarnos.

Prueba de imprenta de págs. centrales (2 y 3) de las invitaciones no cursadas

Los primeros meses de aislamiento, marzo-abril, fueron durísimos. Los pasé completamente solo y sin salir a la calle. Una mañana a la semana venía la asistenta con la compra hecha, se encerraba en la cocina y elaboraba comidas para siete días que dejaba en el frigorífico. Ni la veía. Si necesitábamos hablar, lo hacíamos por teléfono entre habitaciones. Proyecté celebrar el 13 de junio de 2020 mi XC cumpleaños, con unos 100 asistentes, las invitaciones hechas y hubo que suspenderlo. Mantuve permanente comunicación con mis hijas y nietos por teléfono, y con el móvil conexiones visualizadas y WhatsApp fluido. Dos días a la semana, conectábamos los cuatro domicilios con el ordenador en multiconferencias viéndonos. Abonado a los toros, perdí unas treinta corridas de las ferias de San Isidro y Otoño, y sus consiguientes convivencias y tertulias posteriores con amigos.

Salvo unos días en el Mar Menor, he unido el primer tramo de pandemia con el segundo, yendo una hora al día a la calle. Tres amigos-compañeros he tenido desplazados obligadamente. Ramón Sánchez Ocaña, mi director en “Tribuna” y en otros tiempos en informativos de TVE y “Más vale prevenir”, está desde marzo en Tapia de Casariego (Asturias). Alberto Delgado Cebrián, igual que el anterior en tiempos directivo de la APM y televisivo ha estado cuatro meses en Astorga (León). Y “varado” está en Barranda, Caravaca (Murcia) Ignacio Ramos Sánchez, subdirector que fue de “ABC” y “Época”.

¡Lo más doloroso de estos ocho meses de privaciones es que no he dado un abrazo, ni un beso, a nadie de mi familia! Veo peligrar las celebraciones de Nochebuena y Nochevieja. ¿Es que la COVID-19 va a destruir la familia?

Con libros, “ABC”, “La Verdad”, TV y escribiendo algo llego al 29 de octubre de 2020, cierre de este texto; LX aniversario de mi matrimonio con Asunción García Barquero, que no pude celebrar en junio ni ahora. Me quedo en Madrid, sumido en el “Estado de alarma”, sin poder ir con flores a mi natal Campos del Río (Murcia) de unos 2.000 habitantes, donde hay unos 100 afectados, entre la población, una cárcel al sur de su perímetro y 74 en una residencia de mayores, a pocos pasos del camposanto. El pueblo ha sido cerrado, sin poder entrar ni salir, y el cementerio clausurado el 31 de octubre y el 1 y 2 de noviembre. ¡Otro día será, querida Asuncionica!

Antonio Garrido Buendía

Historias de la Pandemia

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