Rafael de Mendizábal Allende
Rafael de Mendizábal Allende, un número 1
La de Rafael de Mendizábal fue una vida plena de logros y vivencias, 95 años intensos y fértiles por los que transitó a su aire, con ejercicio de su libertad; como dijo en alguna ocasión con buen humor… “porque soy inteligente”. Desde luego que era inteligente, lo acreditó a lo largo de toda su carrera pródiga en “números 1” desde sus inicios profesionales hasta los finales. Se recorrió todo el escalafón judicial desde el juzgado de instrucción en la Mancha hasta el Constitucional, donde ocupó la vicepresidencia. Número 1 en el escalafón judicial con sentencias que dejaron huella en defensa de los derechos de los ciudadanos frente al Estado. Lo hizo como presidente de la sala tercera (contencioso administrativo) del Supremo y antes (y después) como presidente de la Audiencia Nacional de la que salió el año 1986 como MacArthur de Filipinas: “Volveré”. Y volvió por aclamación.
Rafael estuvo presente más allá de testigo en acontecimientos trascendentes de la historia reciente. Destacaré dos: la ley de educación denomina Villar Palasí (1970), con Mendizábal como subsecretario del Ministerio, y la ley de reforma política que habilitó la Transición, gestionada por Landelino Lavilla en Justicia y Mendizábal en la sala de máquinas de la Subsecretaría.
Sus doce años en la Audiencia Nacional, de la que fue fundador, ocupan buena parte de sus posteriores recuerdos así como los años en Presidencia ocupándose de asuntos de África, más en concreto, de la independencia de Guinea, que siempre recordó con la socarronería de los más listos. Cuando Feliciano Fidalgo, en una de sus fecundas entrevistas, le preguntó por su paso por el franquismo, Mendizábal le respondió: “aquello fue una situación”.
Una vida tan intensa y extensa es inabarcable en este espacio, por eso quiero referirme a su relación con el periodismo, una profesión que amaba y admiraba; a la que hubiera querido dedicarse además de la Magistratura. Se enorgullecía de su Premio África de periodismo, así como del que la Asociación de la Prensa de Madrid (APM) le otorgó hace una década.
Por sugerencia de Antonio Fontán le invité a formar parte de la Comisión Deontológica del Periodismo recién constituida por la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE). Aceptó de inmediato, la presidió años más tarde y dedicó no pocas horas a los interesantes debates de la Comisión con despliegue de sus saberes jurídicos y literarios. Si algo me llamó la atención en su discurso, además de sus saberes de Averroes a Cervantes, fue su firme creencia y compromiso con la libertad de expresión, en su más amplio despliegue. Su conocimiento de la doctrina del Tribunal Supremo en esta materia iluminó todos los debates de la Comisión. Ejerció la presidencia con mezcla de autoridad y benevolencia, con un fondo irónico que solo está al alcance de los listos con experiencia. Su carrera y su personalidad son del hombre de “Estado”, al servicio de la justicia y del ciudadano, con convicciones firmes y afición por el diálogo que va más allá de la personalidad peculiar de un juez.
Fernando González Urbaneja
Periodista. Expresidente de la APM y de la FAPE.