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Milagros López Barquín

Milagros López Barquín, Lalines

Esta no es una necrológica al uso. Cuando me propusieron escribir una nota en recuerdo de Milagros López Barquín, de Lalines, no dudé ni un segundo en aceptar. Pero quiero que estas líneas no sean una mera necrológica, sino una carta de despedida. No pude hacerlo cuando apenas le quedaban unos días de vida. No sabía de la gravedad de su empeoramiento, ni de la rapidez en que avanzaba. Quizás no quería verlo.

Este último año de enfermedad fue muy duro. La ELA la iba minando poco a poco, y ella lo último que quería era ser dependiente. Lalines, tan generosa siempre con todos, tan cuidadora, no quería convertirse en una carga. Y no llegaba a entender que la dedicación de los suyos, de las personas que la quieren, no era más que un acto de amor.

Cada vez que nos despedíamos siempre terminábamos con un mutuo: “¿Sabes que te que quiero mucho?”. Necesitábamos decirlo. Y esa frase se repitió mucho en sus últimos días de vida. Decía su hija Ana, en aquellas líneas que escribió y leyó en su velatorio, que “pasar malos momentos es el precio que hay que pagar porque te quieran mucho y te quieran bien”.

Recordaba su hija que Lalines eligió ser periodista porque quería ser corresponsal para cubrir la guerra de Vietnam, pero la guerra terminó el año en que entró en la universidad y tuvo que conformarse con cubrir otras noticias.

Lalines era villalbina de nacimiento y periodista por vocación. Su carrera profesional se desarrolló principalmente en EFE, aunque durante un tiempo trabajó también en otros medios, como la revista Actualidad Electrónica, que dirigía entonces Pedro García Cuartango, hasta que regresó de nuevo a la agencia.

En EFE trabajó durante casi cuatro décadas en diferentes departamentos como testigo y relatora de los acontecimientos más importantes vividos en aquellos años, primero desde Teletexto y luego desde Economía y Nacional. Los últimos diez años lo hizo desde la edición, una responsabilidad que ejerció de manera minuciosa. Ella era muy consciente de la importancia de su puesto: leer y corregir el trabajo de otros redactores y redactoras, asegurarse de que la noticia llegue correctamente a los medios abonados de la mejor manera posible. La edición es la responsable de dar el visto bueno a la noticia antes de que se publique, el control de calidad de las informaciones que realizan los periodistas en la agencia. Un trabajo difícil y a veces poco reconocido, el último eslabón de la cadena informativa en EFE.

Lalines era concienzuda. Intentaba que no se le pasara error alguno en las informaciones que editaba. Sus iniciales -mlb- a modo de firma, al final de la noticia, junto a las iniciales del periodista o la periodista que la había escrito, eran aval y garantía de que la información estaba correcta.

Amaba tanto su trabajo que cuando en 2016 le llegó la oportunidad de acogerse a una prejubilación, dudó en sumarse a esa medida hasta el último minuto.

¿Qué voy a hacer si dejo de trabajar, si a mí lo que me gusta es esto? Se preguntaba. Y yo la animaba y le decía: “Ni lo pienses, Lalines. Es el momento de que disfrutes de tu tiempo. Te lo has ganado”.

La suerte que tanto se merecía no la acompañó en esta nueva aventura, y solo dos años después, en 2018, le diagnosticaron un cáncer de mama del que posteriormente, en 2021, tuvo una recidiva. Y en 2023 llegó el peor de los diagnósticos: una ELA que le afectaba especialmente a los miembros superiores y que le fue minando las fuerzas hasta que el pasado 27 de julio nos abandonó para siempre. Tenía 68 años.

Ella quería haber aguantado un par de días más, hasta el cumpleaños de su nieto mediano, Javier, pero las fuerzas la habían abandonado. “Estoy harta de hacer las cosas bien, de hacer todo lo que me dicen los médicos, porque no encuentro mejoría”, “no puedo más”, nos decía. Porque Lalines cumplió a rajatabla y hasta el final con todas las prescripciones. Así de disciplinada era.

Lo que más pena le daba era que se iba a perder muchas cosas buenas, como ver crecer a sus tres nietos, que se habían convertido en la ilusión de su vida, pero decía su hija Ana que si algo les había enseñado su madre en este último año tan duro es que “incluso pasando por lo peor y lo más injusto, siempre hay cosas buenas si estás bien acompañado”. Y Lalines lo estuvo hasta el último momento, comprobando lo mucho que la queríamos.

Si de algo se sentía orgullosa era de su familia, especialmente de su marido, Félix; de sus hijas, Paloma y Ana, y de sus nietos, Ignacio, Javier y Juan.

Sus hijas reconocen que han tenido a la mejor madre del mundo. Por ellas lo hizo todo para que fueran bilingües, para que no se les cerrara ninguna puerta por no saber inglés, como le pasó a ella, para que pudieran hacer lo que quisieran hacer y ser quienes quisieran ser, sin importar el país en el que vivieran.

Lalines vivió siempre para los demás, pendiente de todos. Fue una buena hija, una buena hermana, una buena esposa, una buena madre, una buena tía, una buena abuela, una buena compañera y una buena amiga. Fue, en suma, una buena persona.

Nuestro chat de las “Efe magnificas” que compartíamos con Lola Olloqui y Rocío Antoñanzas se ha quedado huérfano. Pero, como bien dice su hija Paloma, desde el pasado 27 de julio en que Lalines nos abandonó, tenemos enchufe en el cielo.

Hasta siempre, amiga. ¿Sabes que te queremos mucho?

Carmen del Portillo
23 de septiembre de 2024