Miguel Povedano Ocaña
Miguel Povedano Ocaña nos dejó el pasado 13 de mayo, a los 77 años. Povedano nació en Madrid el día de San Isidro de 1941. Con 14 años, siendo apenas un niño, comienza a trabajar en un estudio fotográfico de la capital, en el que, tras aprender los fundamentos de la profesión, se dedica a la realización de reportajes sociales. En este periodo perfecciona su oficio y empieza a ser valorado por su dominio de la técnica fotográfica, destacando desde muy pronto por su innovación en un entorno profesional muy encorsetado en las formas y cánones más tradicionales. Y comenzó así una vida entera de imágenes.
A finales de los años 60, empieza a cubrir los actos oficiales del Ayuntamiento de Madrid, bajo la alcaldía de Carlos Arias Navarro. Durante esta etapa realiza también numerosos reportajes de los actos oficiales de distintos ministros y de los príncipes de Asturias, don Juan Carlos y doña Sofía. Gracias a la calidad de su trabajo, Arias, cuando es nombrado ministro de la Gobernación en junio de 1973, sigue depositando su confianza en él. Tras el asesinato del almirante Carrero Blanco, Arias es nombrado presidente del Gobierno y Miguel pasa a ser el fotógrafo de la Presidencia.
A partir de julio de 1976, tras la dimisión de Arias, Miguel sigue desarrollando su labor para el nuevo presidente, Adolfo Suárez. Será este quien, un año más tarde, le consolide como fotógrafo oficial de la Presidencia del Gobierno. Así, estos hechos decisivos le permitirán situar su objetivo en la primera fila de los años más apasionantes de la reciente historia de España y recoger a diario el testimonio gráfico de la transición política y de sus protagonistas.
Esa inmersión en los acontecimientos de este periodo encuentra su más nítida expresión en un momento crucial, congelado en una imagen para la historia: Miguel, en el borde derecho de la foto, sentado en la primera fila de la tribuna de prensa, la tarde del 23 de febrero de 1981, en el instante en que el teniente coronel Tejero asalta el Congreso de los Diputados.
Al mismo tiempo, la relación cotidiana con Suárez le aporta una cercanía que se plasma en numerosas imágenes de su vida familiar y de la intimidad del presidente.
En estos años, Miguel funda su primer estudio fotográfico y, con sacrificio, esfuerzo e ilusión, reparte su actividad profesional entre la exigente agenda del presidente y la cobertura de reportajes para sus clientes. Su firma, M. Povedano, toda una referencia en el sector, ha sido merecedora de la confianza de instituciones como el Congreso de los Diputados, el Senado, el Defensor del Pueblo o el Consejo de Estado.
Su trabajo para la Presidencia del Gobierno se prolonga ininterrumpidamente hasta su jubilación en mayo de 2006 y comprende, por tanto, los mandatos que van desde Carlos Arias Navarro, hasta el primer Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. En sus más de 30 años de servicio, Miguel Povedano ha acumulado un archivo de más de medio millón de imágenes de gran valor histórico que constituye, sin duda, el fondo fotográfico más completo de la historia política de España durante este periodo.
Las figuras como Povedano saben, aunque no lo digan, que una buena foto la puede hacer casi cualquiera. Sin embargo, conectar con un país durante tantos años a través de una cámara fotográfica está al alcance de muy pocos. Así, su trabajo ha sido reconocido con diversos galardones y premios, y su valía le ha hecho merecedor de numerosas distinciones oficiales, como la Royal Victorian Medal en su categoría de bronce (1988), la Encomienda de la Orden de Isabel la Católica (2004), la Medalla al Mérito en el Trabajo en su categoría de plata (2007) y la Encomienda de Número de la Orden del Mérito Civil (2009), entre otras.
Casado desde 1967 con Amalia Molina, Miguel era padre de cuatro hijos (Eva, Verónica, Sandra y Miguel) y abuelo de seis nietos. Su familia continúa con el negocio que él emprendió.
Quienes tuvimos el privilegio de conocerlo y compartir su tiempo no olvidaremos a Miguel. En la profesión, sin duda, será recordado como un trabajador incansable; su trabajo era su pasión con mayúsculas, un compañero siempre leal. Leal a los suyos, leal a la amistad. Irremplazable. Gran consejero, un jefe exigente a la vez que generoso y un maestro que no escatimaba a la hora de compartir su saber y su oficio. En los salones de bodas y en los actos oficiales se echará de menos su figura menuda persiguiendo siempre el encuadre perfecto y ese instante mágico que marca la diferencia entre la realidad y el arte.
Entre su familia y amigos añoraremos con pena y emoción al Miguel afable, socarrón, amante de la buena mesa y dispuesto siempre a dar más que a recibir. Al abuelo cariñoso y al padre generoso y cercano. Al gran jugador de mus y al amigo. A la persona irrepetible que ya forma parte de lo mejor de nuestras vidas y que perdurará en nuestro recuerdo.
Te fuiste rodeado de los tuyos, de tu familia, de tus amigos y de tus compañeros. De tu querida Amalia, con la entereza que siempre la caracteriza, demostrando una vez más su cariño y entrega.
Gracias por todos estos momentos, Miguel. Descansa en paz.
Jesús Méndez Paz y familia