Fundada en 1895

José Prieto Torres

Adiós, compañero; hasta siempre, amigo

Todos los tópicos se quedan cortos para despedirte, Pepe. Uno de los mejores compañeros y de los periodistas más brillantes que he conocido. Tenías que irte así, tan silencioso. Sé que te molestaría, y mucho, que dé un puñetazo en la mesa, pero es de rabia: porque es injusto Pepe, porque después de una vida trabajando de una forma tan intensa y apasionada te merecías una jubilación igual de intensa y apasionada para disfrutar de lo que más te gustaba: leer, el cine, la música, viajar, pasear y disfrutar de tus amigos, de los buenos amigos y de las personas sin dobleces.

Hablabas con tanta pasión de Larache y de Marruecos que no sé si eras de allí; hablabas con tanta pasión de Málaga que no sé si eras andaluz; hablabas con tanta pasión y tan recurrentemente de Barcelona (desde que empezaste a compaginar el cuidado de los jardines de la ciudad con tus inicios en el oficio) que no sé si eras catalán; conocías tan profundamente Madrid y sus rincones que no sé si eras madrileño. Sí sé que amabas todos esos lugares, pero también que no tenías ni patrias ni banderas. Sí una cultura infinita; un conocimiento tan vasto que enriquecía aún más tu espíritu, tan crítico y tan libre. Un conocimiento que enriquecía también cada cosa que escribías.  Ni conocías ni te sometías a modas, a tendencias o a cuotas, y muchísimo menos a presiones o a dictados.

Cuánto oficio demostraste en cada uno de los departamentos por los que pasaste; antológicas tus crónicas. Me dijiste una vez que solo es capaz de sorprender escribiendo quien se sorprende leyendo. Que pocas cosas (ni casa, ni coche, ni artificios ni modas) necesitabas, y cuánto tenías y dabas sin embargo. Habrás fallecido, seguro, sin saber lo que es un "like" o un "trending topic". No nos compadezcas por ello, Pepe.

Cuánta verdad, cuánta honestidad, cuánto rigor; si alguien quería verdad, honestidad y rigor en el oficio pedía hablar contigo. Y en la vida transmitías la misma honestidad  y la misma autenticidad.

Los que te queríamos, que somos muchos, y los que te apreciamos, que somos todos, añoramos ya tu sordera, tus recurrentes relatos y hasta tus gruñidos; tu autenticidad, Pepe. No sé dónde irás, pero allá donde acabes enciéndete un cigarro (uno de esos cigarritos tuyos) y sonríe, porque cuando masquemos el dolor que tu pérdida nos deja nos quedará de recuerdo la sonrisa más verdadera y auténtica que he conocido.

 

Raúl Casado
Publicado originariamente en la intranet de la Agencia Efe
2 de diciembre de 2019