Francisco de Oleza Le-Senne
El pasado día 22 de marzo fallecía en Madrid, tras una penosa enfermedad, el periodista, pensador y humanista Francisco de Oleza Le-Senne. Había nacido Francisco en Palma de Mallorca, tierra que siempre amó, si bien circunstancias personales y profesionales le situaron entre Madrid y Barcelona. Estudió Teología en la Facultad Teológica de los jesuitas en Sant Cugat del Vallés (Barcelona), licenciándose en 1969. Interesado, durante años, en averiguar por qué y para qué el ser humano recorre la vida formando el entramado espiritual que argumenta la historia del mundo conforme a una naturaleza que se muestra conmovida por el Espíritu, dirigió su investigación hacia las expresiones místicas relatadas por las diferentes tradiciones religiosas.
Simultaneó sus investigaciones antropológicas teológicas con el ejercicio de su profesión como periodista, iniciada en Barcelona y Madrid. Trabajó en “La Prensa”, Radio Popular y Radio Nacional de España. En 1970 se incorporó a Televisión Española, donde dirigió o colaboró en diferentes programas educativos, culturales, divulgativos, siempre con la intención de ofrecer un género centrado en la información. Posteriormente desempeñó los cargos de coordinador de la Subdirección de programas culturales y educativos. Fue delegado de la Unión Europea de Radiodifusión (UER), formó parte de la Comisión de Expertos en programas educativos de la UER. También fue director de documentación de los Servicios Informativos de TVE. Más tarde ocupó los puestos de director de la Producción Ejecutiva de Programas de Actualidad de los Servicios Informativos y subdirector de los Servicios Informativos de TVE.
Asimismo, fue presidente nacional de la Federación de Asociaciones de Profesionales de Radio y Televisión. En 1990 se le encargó la dirección y presentación del programa “La tabla redonda”, premiado con la Antena de Oro de TVE. En él logró reunir a personas de prestigio nacional e internacional de diferentes disciplinas: filosofía, teología, humanismo, ciencia. Su gran obra escrita es, sin duda, “El proceso humano de Dios” (Cultiva Libros, 2014).
Coincidí con Francisco en TVE hace ya algunos años, pero no sería hasta mucho después cuando nació una bonita amistad. Un común amigo, José Antonio Rodríguez, realizador de TVE, nos puso en contacto. Oleza me tenía reservado un importante cometido. Su querida Tabla redonda, exitoso programa de divulgación emitido entre 1990 y 1993 en la cadena pública, requería de una segunda vida. Mi labor consistiría en crear un canal en YouTube y subir un centenar de sus emisiones. Vencí gustosamente el desafío y mi inexperiencia al comprobar cómo, día a día, mi trabajo se veía ampliamente recompensado con entusiasmo y gratitud. No hace ni dos meses me llamó para anunciarme feliz haber alcanzado casi un millón de visitas en su canal islaideal.
Cuando reencontré a Oleza, aún vivía en la calle Almirante de Madrid con su querida esposa y compañera, Sibila Pironti. Aquella preciosa vivienda rezumaba vida por los cuatro costados. Las estanterías crujían por el peso de centenares de libros. Podías toparte con todas las disciplinas imaginables, si bien prevalecían las humanidades. Mis visitas a aquella casa fueron constantes durante la primera fase de nuestro trabajo. En otras ocasiones le acompañaba a alguna gestión en la zona. Cualquier establecimiento, cafetería o mendigo de la zona era amigo y cómplice de Oleza. Donde quiera que fuera, con todos charlaba, de manera que una breve salida podía devenir en expedición de horas. Aquella encantadora costumbre la trasladaba a todos los ámbitos y lugares de la ciudad. Incluso, en su hospital de referencia, su aparición en las salas de espera y consultas provocaba auténtico revuelo y un ir y venir de chistes, abrazos y besos.
Al menos, un sábado al mes nos veíamos para cenar. O, al menos, ese era el pretexto que nos imponíamos. Por aquel entonces, TVE emitía por enésima vez “El comisario Montalbano”. No faltaban nunca los bocadillos y croquetas de Rodilla, auténtica pasión de Francisco, como tampoco la excelente botella de vino tinto reservada, generalmente, para mí. Concluidas las aventuras del policía siciliano, comenzaba realmente la sesión. Aquellas veladas podían comenzar hablando del 15-M y terminar con Jenofonte. Pero jamás antes de las dos de la madrugada. Mientras los demás permanecíamos cómodamente sentados, Francisco, apasionado, escenificaba por todo el salón cualquier asunto abordado. Sus deducciones, conclusiones y, sobre todo, su énfasis, terminaban por convencerte. Pero su gran virtud residía en saber escuchar. Conociéndole, lo idóneo era aportar a la esencia del argumento tu punto de vista. Nunca tuve la sensación de no ser escuchado con respeto. Era, en esencia, un gran conversador.
El pensamiento de Francisco podría quedar sintetizado en el profundo texto que sigue y que aún permanece en su interrumpido blog:
“La humanidad puede y debe aspirar a la divinización. A ella se le convoca para formar parte de su proceso eterno. Una nueva explicación de la divinización del ser humano se hace necesaria. Su objetivo no es convertirse en Dios sino en sí mismo. Su humanización precede a su divinización. El Proceso Eterno de Amor, al originar eternamente la existencia, transforma su Proceso Divino en Procedimiento Humano, para que este Procedimiento, practicando humanidad, la humanice, la divinice, porque la finalidad de la existencia humana consiste en humanizar la divinidad. No es el ser humano el que se hace Dios, es Dios que se hace ser humano”.
En definitiva, con Oleza desaparece un intelectual de altura nunca consciente de serlo, un inmenso ser humano y un generoso amigo. Gracias, pues, por invitarme a tu interior, enseñarme tanto y permitirme quererte. Buen viaje.
Fernando González Dörner