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Enrique de Aguinaga

Enrique de Aguinaga, un maestro inolvidable

El próximo día 18, tercer lunes del mes, no se reunirá como es habitual la tertulia que lideraba Enrique de Aguinaga en su casa de la Ciudad de los Periodistas desde hace años.

Habitualmente asistían Fernando Suárez, los hermanos Ramón y Jorge Tamames, Luis Ángel de la Viuda

No se celebrará esa tertulia simplemente porque en la mañana del sábado de gloria Enrique de Aguinaga decidió decir adiós.

Una neumonía que le atenazó la garganta hasta el punto de impedirle hablar se lo llevó con 98 años, aunque él decía que tenía 99.

Poco antes de fallecer pidió un papel y lápiz y garabateó con mano temblorosa su despedida. Fue su última lección de periodismo, la expresión de cómo se sentía en ese momento de lucidez con solo cuatro palabras: qué duro es morir,  escribió.

La vida de Enrique de Aguinaga estaba férreamente imbricada con el periodismo. Su mujer fue periodista, cuatro de sus seis hijos también son periodistas y él fue un maestro de periodistas.

Es difícil encontrar a compañeros que no hayan sido alumnos de Enrique, ya sea en la Escuela Oficial de Periodismo, en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense o en distintos cursos y másteres.

En el primer año solía decir a sus alumnos, aunque con la boca pequeña, que les aconsejaba que no se dedicaran al periodismo. Lo mismo hizo con sus hijos. Esa advertencia provocaba el efecto contrario, como queda demostrado por el cúmulo de vocaciones que provocaron sus lecciones.

Fue catedrático emérito de Periodismo, y durante mucho años trabajó en distintos puestos para diferentes Juntas Directivas de la Asociación de la Prensa de Madrid, con la que se sentía muy unido. De hecho, llegó a ser el asociado número 1 del censo actual de la APM.

Otra de sus pasiones fue la ciudad de Madrid. Era el decano de los cronistas de la villa y acumuló cientos de documentos sobre la ciudad. El 22 de octubre del año pasado legó su archivo matritense al Ayuntamiento de Madrid, en un emotivo acto al que asistió el alcalde, José Luis Martínez-Almeida.

Uno de los rasgos más característicos de la personalidad de Enrique era su socarrón sentido del humor. Otro, su pasión por la organización. Todo tenía que ser organizado hasta el último detalle.

Por eso, hace tiempo escribió el texto de la esquela que próximamente aparecerá en el diario ABC anunciando su muerte. Lo escribió, lo corrigió, lo certificó. La publicación cumplirá, pues, su última voluntad.

Juan Caño