Antonio Castro Villacañas
Mi padre, Antonio Castro Villacañas, no podía imaginar un día sin periódicos. Los leía y releía escrupulosamente, archivándolos después en distintos montones que ocupaban, no ya solo su despacho, sino otras habitaciones de la casa. Recortaba noticias y artículos y completaba con ellos diccionarios, enciclopedias y otros libros para mantenerlos actualizados. Nada le hacía más feliz que tener cualquier ejemplar entre sus manos. Prestaba atención absolutamente a todo, desde las columnas de opinión hasta los anuncios. Con los años se dedicó a una nueva actividad: realizar un resumen de prensa semanal con todo aquello que se publicaba y tuviera relación con la profesión o estudios de hijos y de nietos. Y así, su mesa se llenaba de carpetas y sobres que contenían noticias de arquitectura, cine, literatura, medicina, derecho... Un completo y minucioso “clipping” que provocaría la envidia de cualquier departamento de prensa o de comunicación.
Nacido en Alcalá de Henares el 12 de marzo de 1925, estudió Derecho y fue profesor en la Universidad Complutense. A lo largo de su vida ejerció diversos cargos políticos, pero la vocación periodística le acompañó siempre. Desde 1945 hasta 1968 fue columnista político en “La Hora”, “Juventud”, “Arriba” y “Pueblo”, firmando bien con su nombre o con seudónimos como Florito, Cañero y Juan de Alcalá. A partir de 1977 escribió en “El Imparcial”, bajo el nombre de Juan Ruiz, y desde 1981 en “El Alcázar”, como Diego Boscán.
En 1971, cuando era presidente del Sindicato Nacional de Prensa, Radio, Televisión y Publicidad, tuvo que lidiar con el polémico cierre del diario “Madrid”. Su preocupación, en todo momento, fue amparar los derechos de los trabajadores, indirectamente perjudicados por el conflicto. Ocupó también en 1974 el cargo de delegado nacional de Prensa y Radio del Movimiento.
Hasta pocos días antes de su muerte, ocurrida el 10 de mayo de 2016 en Madrid, siguió leyendo diariamente la prensa, escuchando la radio y viendo los programas informativos de la televisión. Sabía que el periodismo, además de un oficio, es una forma de ver y de estar en la vida. Y a la importancia de la palabra, que queda impresa en libros y periódicos o se difunde por las ondas, dedicó uno de sus breves poemas:
Palabra, luz del pensamiento,
música oculta de armonía libre,
arroyo claro de manantial oscuro,
dibujo y canción…
Es la palabra.
Elio Castro-Villacañas Pérez