Nota necrológica de José Luis Gutiérrez escrita por Aurelio Loureiro*.
Qué difícil es escribir sobre los muertos; sobre todo cuando la muerte ataca por sorpresa y reduce a ceniza las palabras. Más difícil aún en el caso de José Luis Gutiérrez, cuya muerte era una noticia impensable hasta hace unas horas: tal era la pasión que sentía por la vida, como la que demostraba en todo lo que hacía, tanto en su vida profesional como en sus relaciones personales, que parecía indestructible y eso infundía tranquilidad en quienes le rodeábamos.
Pasión, exigencia, rigor intelectual y honestidad, que no le eximían de la indulgencia necesaria para afrontar los embates de la vida, algunos muy rigurosos y notorios, y dos motores fundamentales que alimentaron una trayectoria profesional de largo aliento: el Periodismo y la Amistad.
Culto y emprendedor, su paso por "Gentleman", "Guía del Ocio", "Cambio 16", "Diario 16", "El Mundo" (firmó con el seudónimo Erasmo desde 1998), articulista en muchos medios escritos (dejo a un lado los audiovisuales) y, desde hace catorce años, después de su refundación, editor de la revista "Leer", lo convierten no sólo en un periodista de referencia indispensable (la libertad de expresión era su gran batalla), sino también en una referencia del mundo de la cultura durante muchos años.
Lo tuve a mi lado cada día durante todos estos años, en los buenos momentos y, sobre todo, en los malos, luchando por sacar adelante un proyecto ilusionante, la revista "Leer", y ahora que no lo tengo ya echo de menos su ánimo y las novelas que me decía a menudo que tenía en la cabeza. Porque José Luis Gutiérrez era un buen escritor con muchas ideas y opinaba que para escribir novelas se tenía que haber vivido mucho. Él lo hizo, aunque quizá no lo suficiente.
*Aurelio Loureiro es escritor leonés y director de la revista "Leer"
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