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La pandemia y algo más

12/11/2020

11:37

Escrito por: APM

Por Lorenzo Contreras, socio de honor de la Asociación de la Prensa de Madrid.

El coronavirus, con su derivado pandemia, se ha instalado por derecho propio en la vida ultramoderna, ya que constituye una voz o término dominante en los usos habituales orales y escritos. De ser, como palabra, referencia concreta a una enfermedad o a la modernidad de su efecto social, ha pasado también a describir una crisis de abundante presencia en las tensiones políticas, una especie de proyectil en la terminología de las conveniencias partidistas. En tal coyuntura, pierden notoriedad las muertes “excepcionales”, barridas por la ventolera ruidosa del polipublicismo, cuyo efecto cubre la sonoridad de las bajas originadas por el normal devenir de los adioses a la vida.

La imagen de la guerra tradicional con sus abundantes episodios ha dado paso al drama de la mortalidad anónima. Es esa fatalidad secreta del destino representado por los microbios la que reclama atención preferente, cuando no exclusiva. Del clásico “rebelde sin causa”, drama trasladable a la notoriedad reporteril, se pasó a la pandemia como “novedad de los tiempos”, en la medida en que jamás una infección viral tuvo tanto perímetro geográfico, nada menos que planetario, capaz de inspirar fantasías mitológicas, cuando no sospechas de castigo divino. Probablemente resulte incómodo encontrarle autor a una tragedia de dimensión casi universal.

Es otra “guerra” la que reclama atención.

La sucesión de episodios que convierte el destino de los humanos en un drama causalmente ajeno a su conducta personal, familiar y social ha proporcionado a la realidad de nuestro tiempo otra visión de las calamidades colectivas, si por colectivas entendemos las que afectan a la sociedad considerada hasta hoy como más vulnerable. Es difícil negar que ha sobrevenido con el coronavirus un “nuevo terrorismo” imposible de combatir. Difícil como nunca lo han sido las situaciones de carácter mundial por la profundidad de la indefensión.

Ninguna instancia internacional ha podido lógicamente señalar culpable o culpables de haber contribuido a todo un drama planetario. No ha sido tiempo de buscarle cómplices a la tragedia. La iglesia, mientras tanto, estaba dedicando su atención a delicados aspectos de la realidad social, como por ejemplo, el matrimonio de los homosexuales, considerado “unión civil”. Parece evidente que estamos ante un caso de conflictividad tan importante como tal vez no lo hubo en la historia de la institución.

Tener presente en este tema la actitud de la Iglesia Católica es bastante lógico en la medida en que representa un significativo porcentaje de la sociedad. Se trata de un asunto enormemente polémico. Se ha calificado como “gesto histórico” el hecho de que, de repente, los homosexuales hayan pasado abiertamente a ser considerados, como no podía ser menos, “hijos de Dios”, y los antiguos “rechazados” hayan conformado un respetable “colectivo gay”. Un comentario editorial de “El Mundo” ha sostenido que la Iglesia Católica se ha adaptado a “los últimos 2.000 años”, abriendo una era de la tolerancia frente a una “condición sexual perseguida en más de 70 países”.

El Papa Francisco ha llegado de nuevo a preguntarse quién es él para juzgar a los homosexuales, desafiando la línea de la Iglesia más clásica. Se ha podido leer en la prensa, en alguna de ella, que es “buena noticia” la postura del “jefe de la Iglesia Católica”, a pesar del “formato heterodoxo” que la enmarca frente a una parte de la propia jerarquía. La polémica se ofrece como interminable.

Pero la pandemia no entiende de polémicas ni de fronteras. Se trata de una lucha frente a un enemigo cuyas intenciones no se contrarrestan. Es una situación en la que se adivinan “las intenciones”, pero no su “oportunismo”, su ritmo y su intensidad variable. Dice la presidenta Díaz Ayuso que hay que estar perimetrando un confinamiento por días, pero esto aumenta la polémica entre “dirigentes” autonómicos, con Madrid en el “centro de la discordia”. Se ha interpretado esto como cerrojazo en Alemania y confinamiento salvo lo esencial en Francia, donde se trata de un confinamiento domiciliario, por días.

En resumidas cuentas, los responsables políticos delatan pero, por supuesto, no resuelven.

Lorenzo Contreras

Historias de la Pandemia

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