Fernando Ónega: 'Lo mejor que me ha dado el periodismo es saber que he ayudado a la gente a hacerse una opinión y a entender lo que ocurre'
Escuchar a Fernando Ónega es escuchar una voz familiar, una voz que nos ha acompañado durante décadas mientras nos levantábamos por la mañana o cuando necesitábamos informarnos de lo que había sucedido ya en las postrimerías de la jornada. Sintonizábamos la radio o le veíamos en la pantalla y teníamos la seguridad de que su opinión, sus crónicas, estaban siempre avaladas por un análisis meditado y por un conocimiento profundo de la realidad española; pero, sobre todo, por un trabajo honesto.
Esta es una de las razones por las que la Asociación de la Prensa de Madrid (APM) ha galardonado al periodista Fernando Ónega (Lugo, 1947) con el Premio APM de Honor 2024, que se otorga en reconocimiento a toda una vida profesional. El jurado le ha considerado merecedor de esta distinción por haber “vivido y trasladado a los ciudadanos la actualidad, durante sus casi 60 años de ejercicio periodístico, poniendo voz a los principales hechos de nuestra historia reciente”.
Apmadrid.es recibe al reconocido periodista en la sede de la APM para esta entrevista, en la que se ha podido corroborar una vez más que, como concluye el acta del jurado, “la historia de la COPE, Cadena SER, Onda Cero, TVE, Telecinco o Antena 3 no puede escribirse sin la figura de Fernando Ónega, cuyo periodismo es un ejemplo de los principales valores de la profesión, como el rigor, la reflexión, el análisis y la ética, que envuelve con su especial ironía y elevado sentido del humor”.
- Tiene muchísimos premios; entre ellos, tres Premios Ondas y una Antena de Oro. ¿Qué ha significado para usted la concesión de Premio APM de Honor 2024?
- Tengo muchísimos premios, sí, algunos más entrañables que otros. Los más entrañables son los que vienen de los pueblos: soy “Hijo predilecto de Pol” (mi pueblo), “Hijo Adoptivo de Lalín” e “Hijo Adoptivo de la provincia de León”. Esos son los que te dan satisfacciones humanas, porque son de gente que te quiere. Respecto al Premio de Honor de la APM, lo que pienso es que la gloria debe ser algo parecido a esto, que te premien tus compañeros de oficio y que te entregue el premio quien te lo va a entregar.
- ¿Siempre tuvo clara su vocación de periodista?
- Siempre. De hecho, el próximo 19 de marzo, que es el Día del Padre y también el Día del Seminario, cumplo 65 años de la publicación de mi primer trabajo: como iba para cura en aquel momento, entrevisté al director espiritual del seminario de Lugo. Ver aquello publicado… En este caso, en La Noche, de Santiago. Y no entiendo muy bien cómo lo publicaron, sencillamente porque eran muy buena gente. Luego, mientras estuve en el seminario, entrevistaba a los misioneros que venían a buscar vocaciones para irse al Congo.
- ¿Qué edad tenía entonces?
- Catorce, 15 años. Curiosamente, hace poco viví un hecho muy emotivo para mí. Se celebraba un homenaje de antiguos alumnos a un catedrático de Literatura del Instituto de Lugo, que después fue director de la Real Academia Gallega y otros cargos. Por este motivo, publicó un librito, y uno de sus contenidos es una entrevista con la hija de Rosalía de Castro. El autor de esa entrevista era un muchacho que entonces tenía 15 años y que era alumno suyo. Ver que un hombre al que admiras tanto y has seguido tanto haya guardado durante más de medio siglo esa entrevista y la haya puesto como muestra, pues no sé muy bien de qué, de buen periodismo o de buena literatura o de lo mucho que valíamos los jóvenes de la época, me llegó al alma y me emocionó, y me sigue emocionando.
Siempre tuve clara mi vocación de periodista: el 19 de marzo cumplo 65 años de la publicación de mi primer trabajo
- A propósito de esas personas que le influyeron, ¿cuáles fueron sus referencias cuando empezaba en esta profesión? ¿En quién se fijaba?
- Yo me fijaba en los redactores de El Progreso de Lugo, en todos. Es más, me quedaba parado cerca de la puerta de El Progreso para verlos salir y entrar. Como Lugo es una ciudad medianamente lluviosa, iban con gabardina casi siempre, por lo menos mientras duraba el curso, y me parecían los más guapos y elegantes del mundo, quería ser como ellos. Como escritores del periódico, en aquel momento, había grandes tipos: estaban Juan María Gallego Tato y Ángel Fole, que era un escritor excepcional -un escritor de periódicos, no periodista- y escritor de muchísimas novelas. En general, todos. Y como entrevistador, un tal Ángel de la Vega. Lo cito especialmente porque era el entrevistador por antonomasia del periódico.
Entonces apareció un chiquito que estudiaba bachillerato, que andaba con unos zapatos rotos, literalmente, y una gabardina vieja; y cuando llegaba a Lugo algún artista, ese chiquito se presentaba en el Gran Teatro de Lugo a hacerle una entrevista. Y era increíble, pero se la daban. Por eso digo que yo me debo en el periodismo a la buena gente. Hacía preguntas tan tontas como qué le parece Galicia o cómo empezó usted; es decir, de gran enjundia... Sin embargo, se publicaban, y yo disfrutaba haciéndolas. Seguramente ahí fue cuando perdí un poco la vergüenza del aldeano.
- Y sus primeras crónicas, ¿dónde las hizo?
- Las mejores crónicas que hice en mi vida fueron las crónicas de verano que hacía en mi pueblo. Porque no ocurría nada, nunca ocurrió nada en mi pueblo. Pero yo hacía crónicas de lo que ocurría, “de la nada”, en El Progreso, de esas pequeñas cosas. Cuando no sabía nada todavía, y leía El Progreso y me sorprendían cosas como que las columnas terminaran todas exactamente igual, en la misma línea…
- Ha trabajado en prensa, en televisión y, por supuesto, en radio. ¿Es quizá el medio en el que se ha sentido mejor?
- Sí, empecé en prensa, pero lo de la radio fue algo curioso. A mí me llaman de la radio para hacer un comentario en el programa Hora 25 el día que ceso como director de Prensa de la Presidencia del Gobierno. Mis compañeros me decían: “No te metas en eso, la radio es un género menor, es puramente comercial, y ¿qué comentario político vas a hacer ahí?”. Pues no hice caso. Creo que hoy cualquier periodista, no voy a decir que mate, pero sí que le gustaría hacer un comentario en la radio mejor que en una tertulia. La radio me dio enormes satisfacciones. Una, el descubrimiento de la intimidad del periodista con el oyente, el formato “carta” que te permite una relación afectiva. Me dio la oportunidad inmensa de dirigir el equipo de la SER el 23-F, que, a mi juicio, fue fundamental para el fracaso del golpe de Estado, cuando llevaba solamente 15 días de jefe de Informativos.
La radio también me permitió inventar las tertulias, con La trastienda en la SER. Luego ya las hizo todo el mundo. El eslogan de aquella tertulia era: “Sin otra moderación que la de Javier González Ferrari”, que era el presentador.
Y la radio te permite algunas cosas que no solemos contar, pero que te sirven para decir que podemos ser útiles. Como cuando hay una tragedia. Me acuerdo del hundimiento de la presa de Tous, aquella noche radiofónica fue impresionante y de gran servicio público. Y también de otras cosas pequeñitas, como, por ejemplo, aquella vez en que -estaba entonces en la COPE- me viene a ver un señor al que no conozco, ni había visto en mi vida, y me dice que me quiere pedir un favor: “Mire usted, hace 30 años que me marché de casa, mis hijos no quieren saber nada de mí, mi mujer tampoco, y yo quiero volver. Creo que si usted me escribe una de las cartas que hace en la radio, quizás me aceptarían”. Y yo le dije: “Bueno, pero entonces me tiene que contar usted todo”. Entonces me empezó a contar y, efectivamente, había sido un crápula. Y le digo: “Bueno, venga usted mañana a por la carta”. Vino, se la llevó, y a los pocos días me llama y me dice que si le podría escribir un pequeño discurso para agradecer que le reciban en su casa.
- Eso es también servicio público.
- Esa es de las cosas… Es que han pasado más de 30 años y lo sigo contando, porque es de lo mejor que hice.
La radio me dio la oportunidad inmensa de dirigir el equipo de la SER el 23-F, que, a mi juicio, fue fundamental para el fracaso del golpe de Estado
- ¿Ha hecho todo lo que quería hacer en el periodismo? ¿Tiene alguna espinita que no ha podido quitarse?
- Sí. Yo tengo un vacío grande, que es el de los idiomas. Soy especialmente negado para los idiomas, y también para el baile. Tengo un oído fatal; entonces, el mal oído es para todo.
Me queda escribir una novela. Lo he intentado, como casi todo el mundo, pero a lo mejor lo he intentado 30 veces y he sido incapaz de terminar ninguna. Me parece un género muy difícil. En mi caso, me parece imposible. Pero sí, creo que en periodismo lo hice casi todo. Me faltaba el periodismo digital, y ahora estoy en 65ymás.
- ¿Qué aprendió de su etapa como director de Prensa de la Presidencia del Gobierno de Adolfo Suárez?
- Pude aprender algo de lo que era el poder por dentro, porque lo estaba viviendo. Pude aprender que un equipo no tiene por qué ser grande, sino que tiene que ser trabajador. Yo, que contaba con la colaboración de dos periodistas y a tiempo parcial nada más, hacía un briefing diario, todos los días, abierto a todo el mundo y con todos los temas abiertos. Cuando no podía contestar, se contestaba al día siguiente. De eso me siento orgulloso, porque creo que fue la primera vez que la Administración pública se abrió con esta normalidad diaria.
Aprendí también de la variedad de las personas, supe lo que es un asesor y supe lo que es un escribidor. He escrito para otros políticos y nunca tuve el éxito que con Adolfo Suárez. ¿Por qué? Entiendo que porque había una identificación de pensamiento que a mí no me costaba ponerme en su lugar y había un tono de lectura de Suárez que era mi tono de lectura. Y de esa compenetración salía una buena comunicación. Bueno, prácticamente es eso.
Luego quedan pequeños orgullos, como el libro que se titula 50 discursos que cambiaron el mundo y uno de esos discursos...
- El que incluía la famosa frase del “Puedo prometer y prometo”.
- Exacto, está ahí. Frases que definen la Transición hay muchas. Pero una de ellas es la de “Elevar a la categoría de normal en la ley lo que a nivel de calle es simplemente normal”, que creo que es la definición de la Transición y está hecha antes de que Suárez fuera presidente de Gobierno.
- Hablaba antes de la creación de las tertulias en la SER, no existían como tal y usted las impulsó. ¿Cómo ha cambiado este género actualmente?
- Han cambiado mucho y no para bien, a mi juicio, que habrá quien piense lo contrario. Cuando se crea la tertulia de La trastienda, el espíritu era el siguiente: hay una información contrastada que se da en los programas informativos y hay otra información un “pelín” más frívola, más de ambiente, más de rumores, etc., que tiene su espacio separado, en este caso concreto, de Hora 25. Fue tan eficaz que al cabo de una semana era un programa líder. Y tocaba suceder a José María García, que no era un desafío pequeño. Los comentaristas que buscamos para aquella tertulia se buscaron con criterios que debo llamar objetivos, aunque habrá quien piense que no puede ser objetivo el criterio de búsqueda de un periodista que a lo mejor resulta que es amigo mío. Pero el criterio básico fue: ¿quiénes son los que están en la información política, los que están en todos los sitios y que tienen mejor información? Esos son los que buscamos. Esto lo descubrieron los partidos y empezó a aparecer el “tertuliano de cuota”. Empezaron a exigir tener su voz, y eso ya prostituyó las tertulias. Luego, a su vez, hay determinados profesionales importantes, queridos y brillantes, que han descubierto que, siguiendo una línea determinada, sí tienen puesto en la tertulia; y entonces ya actúan como auténticos portavoces del PSOE o del PP.
Creo que el género se ha gastado. Lleva desde el año 83 y es de las pocas cosas que no han cambiado. Entonces hay que rejuvenecerlas, actualizarlas; y cómo se hace. Ya no lo sé. Yo ya estoy fuera, ya he bajado la bandera.
Las tertulias han cambiado mucho y no para bien. Los partidos empezaron a exigir tener su voz, el ‘tertuliano de cuota’, y eso ya las prostituyó
- En todos estos años que lleva en el oficio, ¿qué es lo mejor que le ha dado el periodismo? Y también, ¿qué es lo peor?
- Lo peor, supongo que son las veces que he pasado por los quirófanos. Los he pisado todos. Me han abierto el corazón, me han hecho un trasplante de riñón hace un año, me han hecho una ablación.
- Pero ¿por la profesión?
- Algo ha tenido que ver… vida sedentaria, mucho alcohol, mucho tabaco, comilonas también con absoluto desorden, contaminación. Todos los males que entran en mi persona. Eso es lo peor.
Lo mejor, saber que has ayudado a alguna gente a hacerse una opinión de lo que ocurre, a entender lo que ocurre. Cuando te has equivocado, te duele, porque has equivocado a otras personas. Pero cuando voy por la calle, si alguien me reconoce, no me escupen ni me insultan. Si me hablan, es para bien, como es normal. No concibo que nadie vaya por la calle insultando. Me ha ocurrido estar parado en la calle con un compañero ilustre, muy ilustre, y llegar alguien al que yo le caía mejor y hacerme grandes elogios; y, a continuación, le dice al otro: “De usted no puedo decir lo mismo”. Es una situación violentísima.
- ¿Y siempre se ha sentido libre para opinar? ¿Nunca ha tenido directrices, condicionamientos de algún tipo?
- No, no me he sentido siempre libre, por varias razones. Una, al principio, yo empecé a trabajar con Franco vivo, y como empecé a trabajar con Franco vivo…, pues sabías a qué atenerte. Y no atenerte a lo que sabías podría significar la cárcel. Y el hambre, que es peor que la cárcel. Además, al principio de todo, estaba en un diario muy significado, el Arriba, que era el periódico del Régimen. Para mí, ha sido -lo diré siempre y estoy agradecido- una espléndida escuela de periodismo. Pero, políticamente, era lo que era. Entonces lo malo para mí fue que empecé a hacer comentarios políticos muy joven ahí. Con 20 años tenía una columna en el Arriba. Debí haberme dedicado al reportaje y no al columnismo político.
- Pero es lo que le gustaba.
- Es lo que me gustaba, sí. Seguramente, porque es lo más fácil. De política sabe hablar todo el mundo…
- Y, en su opinión, ¿en qué momento del periodismo nos encontramos ahora?
- No quisiera abusar de las palabras, pero estamos en un momento de transición. En casi todo, pero singularmente en nuestro oficio. Hay gente que lo hemos tenido complicado, pasar del papel al ordenador. Los viejos periodistas somos una gotita insignificante en el mundo de la comunicación, cuando ves que hay influencers que tienen un millón de seguidores o dos millones.
Yo he tenido alguna lección de humildad, en ese sentido, de cosas dichas en la radio. Por ejemplo, de pronto un día se me empieza a llenar el teléfono de mensajes de gratitud por una carta al diario La Rioja, y digo: “Pero si yo no he escrito nada en La Rioja”. Hasta que un día me llama la directora de la emisora de Onda Cero Logroño: “Oye, que está habiendo un fenómeno, que llevamos 50.000 bajadas de la carta que dirigiste a La Rioja”. Y le digo: “Pero ¿cuándo he dirigido la carta?”. Miro y fue en 2013, y estábamos en 2020 o por ahí. Cuando esa carta se emitió en la radio, no tuvo ni el menor eco, pero sale en redes y se convierte en viral. Pues esa es una lección de humildad que hay que tener en el presente.
Estamos viviendo un momento en el que es elegido presidente de Estados Unidos un señor al que el Washington Post le detectó 14.000 mentiras en 900 días de mandato. Con lo cual, la verdad ya no tiene ningún valor, y en las elecciones gana la mentira.
He escrito para otros políticos y nunca tuve el éxito que con Adolfo Suárez, porque había una identificación de pensamiento
- ¿Cómo podemos combatir la desinformación? ¿Hay alguna manera? ¿Nos damos por vencidos?
- No, yo creo que no nos podemos dar por vencidos. Y habrá que promover algún tipo de rebelión. Pedro Sánchez hablaba el otro día de rebelión contra los ricos de las redes sociales. Bueno, a mí que me diga cómo se hace y estoy dispuesto incluso a encabezarla.
De momento, va a ser una batalla perdida hasta que se imponga el sentido común de que un periodista da la información contrastada, tamizada y valorada debidamente en la forma de colocarlo en el medio. El resto es un aluvión que cae ahí. Y yo espero que no tenga mucha influencia en la opinión pública. Pero sí la debe tener cuando hay organizaciones de Estado, concretamente de Rusia, que se dedican a fabricar “información” en busca de determinados fines políticos, naturalmente negativos para sus adversarios.
- En septiembre de 2022 decide dejar sus colaboraciones en los medios y se despide en el programa de Carlos Alsina, de Onda Cero. ¿Fue muy difícil tomar esa decisión?
- No. Fue precisamente el día que comenzó la temporada el que le comuniqué que lo dejaba. Alsina me dijo: “Pues mañana te quiero en el programa para una entrevista”. Y le digo: “Alsina, no creo que sea un buen comienzo para ti empezar comunicando una baja”. Y me contesta: “No es eso, son 40 años”.
Para mí, la radio estaba siendo muy bonita, porque el taxista me hablaba de lo que había dicho, pero muy dura. Me obligaba a levantarme a las cuatro de la mañana. Hacía dos comentarios por la mañana y uno por la noche. Y llegó un momento en que por razones familiares y de salud dije: “Aquí hay que frenar”. Frené. Luego me vino además la complicación del riñón; cosa que supongo que en la radio me lo van a agradecer mucho, porque han sido dos años de baja... Y entonces también dejé de ir a la televisión, que iba al programa La mañana de TVE. Y no he notado nunca que sintieran mi vacío, por lo cual me sentí muy libre de “ni despedirme”, sencillamente me fui.
- Es presidente del diario digital 65ymás, y hace un tiempo reclamó al presidente del Gobierno la creación de un ministerio de las personas mayores. ¿Le han hecho algún caso?
- No, no lo han hecho, ni me lo van a hacer. El sector sénior es un tercio de la población, y más que va a aumentar. Hay en España ya 20.000 personas con más de 100 años. No se entiende que no haya nada en la Administración del Estado que lleve la palabra “mayor”, sólo la lleva el Imserso, pero nada más; está en el ámbito del Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030. No obstante, ahora he dado otro paso o estoy intentando darlo, que es el del “derecho a la vejez digna”, que no está reconocido en la Constitución. Me parece un derecho fundamental, porque nadie sabe lo que es una vejez indigna. Indigna en el sentido de vivir la vida. En la Declaración Universal de los Derechos Humanos tampoco está. Con lo cual ahí hay un vacío importante. Claro, propuse la idea y enseguida apareció un idiota a decir: “Ónega se propone como ministro de Mayores”. Hay mucha información frívola e inventada.
- Sí, lo que comentábamos antes, la tergiversación de los hechos y la dependencia del clic en la que está sumida la información.
- Sí. Cuando me disteis el premio, un periódico de esos de internet que yo no había visto nunca liga mi relación con la reina con la concesión del galardón. Incluso cogen frases mías dando a entender que yo había estado con la reina y, a continuación, se me da el premio, o viceversa; y los textos que cogen son de una vez que fui a ver a la reina a presentarle el 65ymás. Y no fui solo, fui con la directora y con otras personas, pero como presidente me tocó hablar. Lo que hablé lo publiqué al día siguiente en el periódico, en un artículo que se titulaba: “Tenemos reina”. Y lo mezclan ahí como gratitud de no sé qué. Vamos, que la reina me había dado el premio.
- Ya para terminar, ¿cómo le gustaría ser recordado a Fernando Ónega dentro de 50 o 100 años?
- Me gustaría ser recordado, te lo digo sinceramente, como una buena persona; porque como periodista, soy uno más.
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