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El WhatsApp, protagonista de la comunicación social en la pandemia

22/10/2020

14:47

Escrito por: APM

Por Mercedes Gordon, socia de honor de la Asociación de la Prensa de Madrid.

“Estamos confinados”. Me dijeron por WhatsApp. No puedes salir a la calle, eres vulnerable. ¿Ni a comprar el pan? Indagué. Mejor que no, que te lo traigan. Y no fue necesario, unos vecinos jóvenes se ofrecieron a traernos lo que fuera. Y también los sobrinos. Al final todo nos lo traían los tenderos del mercado cercano. La verdad es que la nueva situación hizo brotar gestos de solidaridad y afecto a los mayores.

Si no podemos salir, dije a mi hermana vulnerable como yo, voy a buscar una cinta de andar. Quedarnos quietas paradas será tan malo como la pandemia. Pero la herramienta que más me ayudo resultó ser el WhatsApp convertido en clave de la comunicación familiar y social. Fue genial el ir y venir de mensajes, conversaciones y videos. con noticias, criticas, convocatorias, aplausos, caceroladas.

La situación era terrible. Nadie hubiera pensado al comienzo del año, un bisiesto contundente: 2020, lo que nos esperaba. En aquellas semanas vivimos con la preocupación de tener un Gobierno Frankenstein, según el calificativo de un político socialista, que anunciaba radicales reformas múltiples en la peligrosa línea de su ideología identitaria.

Dicen que las desgracias nunca vienen solas y así ha resultado. En enero, la televisión daba noticias de un virus surgido en China que mataba sin piedad, pero la cosa parecía lejana y las autoridades españolas no se preocupaban. En febrero, el virus llamado COVID-19, pues se sabía de su existencia al final del año anterior, confirmaba su llegada a Europa. Italia ratificaba la gran mortalidad del virus chino. En la España de Sánchez, nada se temía.

La OMS había informado desde el comienzo de la enfermedad a nuestras autoridades sanitarias que ocultaban la realidad sin tomar medidas por pura conveniencia política. Nadie informaba. Iban y venían futbolistas y viajeros y empezaron los primeros casos sin darles importancia.

Por el contrario, se preparaba desde el Gobierno y sus socios la gran manifestación hiperfeminista que reuniría miles de personas en todas las capitales, mientras se prohibió el Congreso de la Iglesia Evangelista organizado en Madrid en la Caja mágica como se ha sabido después. Había casos de COVID en España y concretamente en Madrid, Valencia, Bilbao, pero se ocultaban. Como se ocultaron después las cifras reales de los muertos por COVID 19. La manifestación provocó una oleada de infectados por el coronavirus que pilló a hospitales y personal sanitario sin medios ni protocolos ni protección. La sociedad vivió días de terror, desinformación y confusión, cuando es sabido que la comunicación veraz es un pilar fundamental en tiempos de epidemias o catástrofes. Mascarillas, sí; mascarillas, no. El 14 de marzo se decretó el confinamiento. Incluso las iglesias fueron cerradas y vivimos una Semana Santa sin sacramentos. Tuvimos el consuelo de misas por 13 TV, la 5, e incluso YouTube. La gente rezaba.

Las residencias de mayores olvidadas protagonizaron historias dantescas de muertos hacinados en habitaciones. Escenas escalofriantes de innumerables ataúdes sin enterrar en el Palacio del Hielo. En los hospitales, crónicas de muertes solitarias, sin una mano familiar, ni el alivio de sacerdote, ni entierro digno. Cremaciones a barullo sin control. El personal sanitario, saturado y extenuado, desde celadores a veteranos médicos y enfermeras daban lo mejor de sí mismos, incluida la vida. Algunos contagiados fallecieron. Carecían de medios y de protección. Hubo casos, y conozco alguno, que no pudo soportar la orden de triaje de enfermos. O sea, decidir a quién se atendía en la UCI y a quién no y, por tanto, destinarlo a morir.

Mercedes Gordon, con la viuda de su hermano antes de contraer la COVID-19

El momento de mayor preocupación y angustia llegó cuando la viuda de mi hermano Rafael, ingresada por ictus en una clínica de recuperación, se contagió de la COVID y fue trasladada a La Paz, sola, sin poder comunicarse, pues perdió el habla por el ictus. No podíamos verla ni ayudarla. Me despertaba por la noche pensando en ella. Gracias a Dios, tras meses de enfermedad, venció al virus y regresó a su clínica-residencia, donde se recupera bastante bien. Pero tardamos en poder visitarla.

La vida se paró. Me impresionaba ver un Madrid desierto. El trabajo se volvió casero, on line. La economía se ralentizó. Proliferaron los ERTE que no llegaban. La pobreza mostró su rostro. En la calle, colas de gente sin recursos para recibir donación de alimentos a la puerta de las parroquias, de Caritas, de los comedores de la Orden de Malta, de las Hermanas de la Caridad, de las asociaciones de vecinos. El Gobierno, como si nada.

Junio trajo la desescalada. Nueva palabrita del sistema. La pésima gestión de la pandemia dejaba roto el gran motor económico de España: el turismo cayó a mínimos creando un desastre social. Hoteles cerrados, restaurantes y bares sin clientes. Sánchez veraneando en Lanzarote y en Cádiz. Octubre trajo nueva oleada de contagios, nuevos confinamientos y más paro. Mayor pobreza. Incertidumbre socioeconómica y sanitaria. La historia de la COVID y sus secuelas sanitarias y económicas no ha acabado.


Mercedes Gordon

Historias de la Pandemia

1 Comentario

Tu artículo me ha emocionado. Y me alegra tener noticias tuyas. Yo no tengo whatshapp, pero te mando un beso.