Fundada en 1895

Corrida de la Prensa del 25 de mayo de 2010

Plaza:
Las Ventas.

Ganadería
:
La Quinta, Núñez del Cuvillo, Domingo Hernández, Victoriano del Río, El Ventorrillo y Toros de Cortés.

Toreros:
Julián López “El Juli”, Miguel Ángel Perera y Cayetano.

Trofeos: -

Incidencias:
Asistió al festejo la Infanta Doña Elena. El trofeo Oreja de Oro quedó desierto.

Crónica:

No supieron ver toros ni en el campo ni en la plaza

J. Rivera.- Plaza de Toros de Las Ventas del Espíritu Santo. Martes, 25 de mayo de 2010. Corrida de la Asociación de la Prensa de Madrid (APM). Lleno de “no hay billetes” en tarde de nubes y claros con rachas de viento. Asistió al festejo Su Alteza Real la Infanta Doña Elena, acompañada por el presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid, Fernando González Urbaneja.

Incidencias: no se sortearon los toros. Los caballos de picar salieron al ruedo con ambos ojos tapados.

El trofeo Oreja de Oro al triunfador de la tarde, que concede la Asociación de la Prensa de Madrid, quedó desierto.

Toros, de distintas ganaderías:
- Primero de La Quinta (procedencia Santa Coloma-Joaquín Buendía). “Callejón”, nº 76, nacido en octubre de 2005, cárdeno, 526 kg. Una vara trasera y “un picotazo”. Justo de presentación. Inválido y con nobleza. Silencio en el arrastre.
- Segundo de Núñez del Cuvillo (procedencia Domecq, Núñez y Osborne). “Utrerete”, nº 211, nacido en marzo de 2006, colorado, 531 kg. Una vara y un picotazo. Justo de presentación.Inválido y noble. Pitos en el arrastre.
- Tercero de Domingo Hernández (procedencia Juan Pedro Domecq Díez). “Madroño”, nº 87, nacido en diciembre de 2005, colorado chorreado, 549 kg.  Dos varas. Justo de presentación y noble. Silencio en el arrastre.
- Cuarto de Victoriano del Río (procedencia Juan Pedro Domecq Díez). “Encaminado”, nº 106, nacido en noviembre de 2004, negro, 530 kg. Una vara y dos picotazos. Bien presentado, inválido, falto de casta y de clase. Silencio en el arrastre.
- Quinto de El Ventorrillo (procedencia Juan Pedro Domecq Díez). “Tornado”, nº 45, nacido en diciembre de 2005, castaño, 540 kg. Dos varas. Aceptable de presentación. Con movilidad. Silencio en el arrastre.
- Sexto de Toros de Cortés (procedencia Atanasio-Lisardo). “Garlitero”, nº 154, nacido en octubre de 2004, negro, 530 kg. Dos varas. De mala presentación, inválido y con cierta clase. Silencio en arrastre.

Se anunciaron como sobreros ejemplares de Domingo Hernández y de El Torero.

Toreros:
- Julián López “El Juli”. De azul pavo y oro. Tres pinchazos, media desprendida, un aviso y cinco descabellos; silencio. Dos pinchazos, estocada honda trasera y dos descabellos; silencio.
- Miguel Ángel Perera. De azul pavo y oro. Estocada honda desprendida y atravesada; silencio. Estocada honda desprendida y atravesada; silencio.
- Cayetano. De verde botella y oro. Dos pinchazos, estocada atravesada que hace guardia y un descabello; silencio. Pinchazo y estocada baja; silencio.

La corrida de la APM empezó a “celebrarse” el 6 de mayo, con el primer festejo de San Isidro, fecha en la que la empresa de la plaza de toros de Las Ventas dio a conocer las ganaderías que se lidiarían en esta histórica corrida. Y tuvo que proclamarlo de esta manera: Julián López “El Juli” estoqueará un toro de La Quinta y otro de Victoriano del Río; Miguel Ángel Perera, uno de Núñez del Cuvillo y otro de Jandilla; y Cayetano, uno de Carmen Segovia y otro de Domingo Hernández.

La normativista afición madrileña redactó rápidamente pasquines, que fueron repartidos por la plaza, en demanda del cumplimiento preceptivo. Taurodelta había presentado en los carteles, allá por el mes de marzo, una corrida que anunciaba varias ganaderías, pero resultó que no iba a haber sorteo tal y como indica la Ley de Espectáculos Taurinos en su artículo 59, punto primero. Es decir, se iba a permitir que los toreros lidiasen toros reseñados –elegidos– por ellos mismos.

Esta fórmula, que en el argot taurino se conoce por “traer el toro bajo el brazo”, había sido ya anteriormente aplicada para este goloso festejo en varias ocasiones. Desde el año 2006 se estaba cumpliendo el reglamento pero, tras cuatro años, llegó de nuevo la polémica. La incógnita es el porqué, ya que bajo la normativa vigente se habían anunciado tanto “El Juli”, en el año 2008, y Miguel Ángel Perera en 2006, 2007 y 2008.

¿Se ha apoyado el presidente de turno, Julio Martínez, en el artículo 40, punto 4? (“Sin perjuicio de la exigencia de que se cumpla con exactitud el Reglamento, el Presidente tendrá en cuenta los usos y costumbres tradicionales del lugar”). El caso es que el uso, costumbre y tradición del lugar, plaza de toros de Las Ventas, Madrid, es cumplir el reglamento, y sortear los toros. Y, ya de paso, atenerse al artículo 72 en su segundo apartado: “El picador cuidará de que el caballo lleve tapado sólo su ojo derecho”. Ayer, una vez más (esto sí que se está convirtiendo en uso, costumbre y tradición del lugar), los caballos de picar intervinieron en la lidia con los dos ojos tapados. La siguiente incógnita es saber cómo aplica el resto de leyes el señor comisario de policía.

Y desde cada finca fueron llegando los toros a los corrales de la Monumental. ¿Y qué pasó? Pues que para poder poner en el tablón de avisos, la misma mañana del festejo, los seis ejemplares que saltaron ayer al coso venteño hubo un “baile de corrales” en el que danzaron siete toros que se echaron para atrás Dos de ellos ni siquiera se reconocieron por falta de trapío y cinco más no pasaron el mismo.

Y con expectación y expectativa se anunciaron toros –dos caídas de cartel– y toreros. Y no se vio absolutamente nada, ni toreo de capa, ni tercio de varas, ni quites, ni pares de banderillas, ni faenas de muleta ni espadazos.

“El Juli” recibió al primero de su lote, de La Quinta, de “mírame y no me toques”. Dobló manos al llevarle al caballo y volvió a claudicar hasta dos veces más en ese mismo tercio. Palmas de tango en los tendidos con apenas diez minutos de festejo. Tres pares de banderillas en el lomo del animal sin nada qué comentar. Se fue el diestro con franela en mano a terrenos del tendido 1, siguiendo el rastro de los papelillos, e instrumentó un par de series con la diestra rematando hacia arriba en un intento de mantener en pie al toro. Cambió de mano para las dos siguientes tandas y se colocó perfilero y al hilo del pitón. Vuelta a la derecha de nuevo para otras dos series, esta vez ligando, templando y adornándose con un pase de las flores y otro cambiado, pero citando con el pico, acompañando la embestida a media altura, y toreando desde fuera y hacia fuera. Los dos pitones del toro eran aprovechables, mejor el derecho. De nuevo, al natural, cerrando con dos trincherillas y unos ayudados. El toro se mantenía en pie e iba y venía tras siete tandas y un medio trasteo para pinchar dos veces en la suerte contraria, a la carrera y hacia fuera. Otro pinchazo más en la suerte natural y media desprendida. Recado presidencial y cinco descabellos. Silencio en los tendidos.

En el cuarto, con hierro de Victoriano del Río, no hay tampoco nada que narrar. Un par de intentos de verónica y a la tercera el toro se paró y rompió a blandear hasta la invalidez calmosa. Tres encuentros con el caballo de los que dos fueron picotazos. Y otras tres pasadas de los rehileteros, sin más. Echó mano del pico de la muleta y, recordando su actuación de apenas hace unos días en esta misma plaza, compuso la figura de la alcayata. Con la zurda pareció erguirse pero lo que hizo fue despegarse y perfilarse fuera de cacho. Como el toro no tenía casta alguna, llevaba la cabeza alta y no repetía, cogió la espada, pinchó dos veces (la segunda corriendo por fuera) y, por fin, dejó una honda trasera que completó con dos descabellos. Otro silencio de la afición de Madrid. Si esto no es respeto…

A Miguel Ángel Perera le gustó en el campo un toro escurrido de Núñez de Cuvillo, sin culata, sin casta, sin fuerza, inválido, pero con nobleza y fijeza. No había tomado la primera vara y ya había perdido las manos. Sumó un puyazo y un picotazo y tres pares de banderillas. Dobló otra vez el toro las manos en el primer pase de tanteo y volvió a caerse cuando Perera tiró de él para llevárselo a los medios. Dos series por la derecha y otras dos con la izquierda iguales: toreando hacia arriba, llevándoselo lejos con el pico, y “perfileando” a más hasta conseguir descargar la suerte. Estocada honda, caída y atravesada. Silencio, silencio.

Y como debe ser cuestión de gustos, al quinto toro de El Ventorrillo y segundo de Perera, también había que buscarle la culata. Pero tenía fijeza, y acudió con cierta alegría, transmisión y repetición a la muleta. Un par de varas y los tres pares de banderillas a cuestas y Perera que se fue a los medios, para dejar que viéramos la arrancada que tenía el toro a media distancia y que él mismo fue acortando en tres series no muy limpias, al hilo del pitón, y enviando al toro lejos de su cadera. Tras dos tandas con la izquierda –buen pitón– también en capicúa, fuera-perfil-fuera, comenzaron los silbidos. Cambió de trapo a la mano derecha, el toro que metía muy bien la cabeza y el torero que no lo hacía así con la muleta, empeñado en  ahogarle. Así que, como eso no gusta en esta plaza, le llegaron nuevas advertencias y optó por coger la espada, pinchar y calcar estocada: honda, desprendida y atravesada. Aviso, dos descabellos y algunos pitos que no se repitieron tras el arrastre del toro. ¿Sigue sin haber respeto?

Y le tocaba el turno a Cayetano. Ya se había presentado en esta plaza en una corrida fuera de abono, con un público fuera de abono. Y este año pensó poner en práctica la misma táctica: Prensa y Beneficencia. Pero se le fueron los toros sin que se diera ni cuenta. Con su primero, de Domingo Hernández, casi consiguió estirarse en un par de verónicas. Logró finalmente dar una media. El animal tomó un par de varas, la segunda sin emplearse, y pasó tres veces por banderillas. Se le vino a Cayetano cuando este se encontraba en terrenos del 7 y la luz se encendió cuando el torero, con calma, lo esperó con dos estatuarios, un ayudado y una trincherilla. Fue un espejismo. Cambió de terrenos y cambió el panorama, ni se puso derecho ni se lo pasó cerca. El corporativismo le llevó a torear también desde, en, para, por… fuera y al hilo. Dos tandas había intentado con la derecha y ahora hizo lo propio con la izquierda, pero con tres enganchones seguidos. El toro había tomado bien los engaños al principio, noble, con fijeza, justo de fuerzas, pero el torero le fue acortando esa embestida. Así que se dirigió a por el estoque, pinchó tres veces, dejó atravesado el acero haciendo guardia y descabelló. Y tras todo ello, y sobre todo esto último, más respetuoso silencio.

Lo que eligió Cayetano en el campo para cerrar plaza fue para verlo: feo, pero feo, como para soltarlo en las calles de algún pueblo, con todos mis respetos al medio rural. Cojo, cornilevantado, con pelo de invierno. Apretó y ganó la partida al matador en el saludo capotero -o a lo mejor lo asustó- hasta que se le apagó la fuerza. Tomó dos varas y “El Juli” decidió hacer un quite que consistió en una chicuelina y una caída del animal en mitad de la plaza. Cinco banderillas se quedaron en su lomo. Inicio de faena templada pero así como de lejos. El toro tenía cierta clase y seguía bien el engaño pero con invalidez. Tres intentos de serie, tres caídas. Al echarse la muleta a la mano izquierda, el público ya no pudo más. No es que estuviera toreando despegado, como sus compañeros de cartel, es que estábamos en la estación de Metro de Ventas y no en Manuel Becerra. Como componía figura y templaba, se escucharon un par de tímidos olés de reventa. Y de repente, toda la plaza estalló en cuatro más, seguidos. Una mitad para amortizar lo que había pagado y la otra alargando la “o” con cierta guasa. Incomprensiblemente, el torero dio una serie más de naturales. Tras ello, se fue a por la espada, pinchó y dejó una estocada baja.

A las 20:45 horas –muy pronto–, caía este último toro. Cinco minutos después empezaban los toreros a abandonar la plaza al paso de una sonora bronca compartida, con lanzamiento de almohadillas. Dice el artículo 34, punto tercero, del aludido Reglamento: “Queda terminantemente prohibido el lanzamiento de almohadillas o cualquier clase de objetos. Los espectadores que incumplan esta prohibición durante la lidia serán expulsados de la plaza sin perjuicio de la sanción a que hubiere lugar”. Mal hecho está, conste, pero bueno… ni había lidia. Ni la hubo.