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Teodoro García Arroyo

Fallece el periodista Teodoro García Arroyo

Un apasionado por la música, el arte y los amigos

Pocos días antes de cumplir 77 años nos ha dejado el periodista Teodoro García Arroyo, Teo para los amigos, “tío tulo” para algunos de sus familiares más cercanos; con él tuve la suerte de compartir más de dos décadas de amistad y actividad profesional. Aunque el delicado estado de salud de los últimos años no ha permitido a sus amigos disfrutarle como hubiéramos querido, le vamos a recordar como la persona entrañable que ha estado siempre pendiente de todos, cariñoso, muy amigo de sus amigos, poseedor de un gran sentido del humor, irónico, a veces incluso mordaz, elegante y maestro del saber vivir y disfrutar.

Teodoro vive su infancia a caballo entre Vallejo de Orbó (Palencia), Jaca (Huesca) y Valladolid, y es en esta ciudad castellana, donde llega con sus padres y su único hermano, más pequeño que él, Pedro, donde comienza el Bachillerato y ocurre el desafortunado episodio que le va a marcar la primera etapa de su adolescencia y probablemente el resto de su vida: con 13 años sufre un gravísimo accidente; es atropellado por un camión y como consecuencia permanece hospitalizado casi tres años, primero en el Hospital Militar de Valladolid y posteriormente en el Gómez Ulla de Madrid, donde es sometido a numerosas operaciones, que luego se sucederán a lo largo de los años. Esta circunstancia adversa influye sin duda en la personalidad de Teo convirtiéndole en un ser muy especial para los que hemos tenido la suerte de conocerle. El verse obligado con tan pocos años a enfrentarse a la enfermedad y a largos períodos de soledad propician que dedique mucho tiempo a la lectura y se convierta a la vez en un gran amante de la ópera y de la música clásica.

Cuando en 1964 la familia se traslada de manera definitiva de Valladolid a Madrid, Teo cursa los tres últimos años de Bachillerato en el Colegio Fundación Caldeiro donde conoce a un grupo de compañeros que serán sus mejores amigos, los que le han acompañado a lo largo de toda su vida y con los que ha compartido otra de sus mayores aficiones, los viajes. A finales de los sesenta Teo comienza la carrera de Ciencias Políticas, estudios que compagina después con los de Periodismo, su verdadera y auténtica vocación. Teo pertenece a la primera promoción de licenciados en Ciencias de la Información, en concreto en lo que entonces se denominaba rama de Periodismo. Y es al periodismo al que se dedica desde el año 1975 en que arranca su labor profesional colaborando en diferentes medios hasta recalar en Mediterráneo, en Castellón, donde ejerce como redactor durante tres años; de este periodo ha guardado toda su vida entrañables recuerdos. En el diario publicó numerosos artículos de opinión relacionados con política internacional; una columna que empezó titulando ¨Apuntes del mundo” y luego paso a denominarse ¨Vitrina del mundo”. El ser redactor de Mediterráneo, también le permitió como siempre que podía, de nuevo poder acercarse al mundo de la cultura, y en esta ocasión sobre todo haciendo crítica musical.

Coincidiendo con el cierre de la cadena de medios de comunicación del Estado, a la que pertenecía Mediterráneo, Teo regresa a Madrid. Nos conocimos en el Gabinete de Prensa del Ministerio del Interior donde tanto él como yo, desarrollamos nuestra actividad profesional como redactores. Esta etapa le sirve para especializarse en comunicación institucional y dar el salto posteriormente al Museo Reina Sofía, uno de los espacios culturales de mayor prestigio a nivel mundial. En su Gabinete de Prensa estuvo nada más y nada menos que veinte años, hasta el día de su jubilación, y es que creo que Teodoro fue consciente desde el primer momento de que ese era el lugar en el que quería estar, de que había encontrado su sitio, rodeado de arte contemporáneo, de artistas, de personajes ligados a diferentes ámbitos de la cultura, su verdadera pasión, y por qué no decirlo de muchos amigos. Allí desarrolló plenamente su vocación de periodista, de comunicador, centrado en el área de cultura, lo que él disfrutaba, lo que le interesaba, conocía y sabía transmitir. Su labor en el Museo no le impidió disfrutar de lo que más quería y supo cuidar siempre, su familia y, de nuevo, sus amigos, los que hoy le echan tanto de menos.

Concha Iglesias Otheo de Tejada
7 de noviembre de 2023