Fundada en 1895

Juan Ramón de la Cuadra Herrera

Juan Ramón se fue tranquilo y acompañado el pasado 2 de julio con 84 ferias de San Lucas vividas. Juanra, periodista, ha vivido y ha contado la historia, la de los siglos XIX y XX, la de las Cortes y la del Congreso, la de los reyes y la de los médicos, ha estado bajo los focos del cine y junto a las candilejas del teatro. Ha vivido y convivido, ha  plantado olivos, ha tenido hijos y ha escrito un libro. Buen trabajo.

Juan Ramón de la Cuadra nació en Jaén, y allí descansa, y amó Madrid. Pocos como él para contarte la historia de la ciudad en la que se educó y se divirtió. El Derecho y las Ciencias Políticas dejaron paso al Periodismo sin dejar de mirar de reojo al Metropolitano, al Calderón y al cómo-sea-que-se-llame-el-nuevo-sitio. El teatro, esa vocación de antes de la mili, afinó su voz y borró su acento hasta que un vino con su gente lo resucitaba sin pedir permiso y el cine aún nos lo trae de vez en cuando. El salto a la realidad, a contar lo que se ve y no lo que otros escribieron, pasó por poner voz a lecciones que llegaban como Bachillerato Radiofónico a estudiantes hijos de aquellos que tuvieron que salir a esas Europas para ganarse la vida y dar futuro.

Un medio especializado en medicina, pionero, como “Tribuna Médica” le permitió codearse por primera vez con grandes del periodismo (Felipe, Ramón, Antonio, Flor...) y de las letras (Celso Emilio) de la España de los 70. Y cientos de entrevistas a las personas, personalidades y personajes de la época comenzar a conocer la Casa de la Radio en unos tiempos en las que documentarse era otra aventura. Y de ahí a que Radio Nacional de España se convirtiera en su casa laboral y a tener cerca a otros grandes, desde Luis Ángel a Tico y a Pedro, desde Luis a Julio o a Eduardo, Pepe, Javier, M.ª Jesús... A que buscara junto a sus compañeros el mejor enclave para contar cómo se decía adiós a Franco, a entrar en las Cortes heredadas y relatar cómo se convertía en el Congreso de los Diputados, con sus grandezas y sus miserias, a aguantar a un tipo con un subfusil apuntándole a la cara mientras seguía contando lo que podía ese 23-F. Y siempre con la grabadora al hombro, para que fueran los protagonistas los que sonaran en el transistor.

Y a viajar por muchos sitios con muy poco inglés (“Hijos, haced lo que queráis en la vida, pero hablad bien inglés”) para que supiéramos aquí qué hacían los reyes por ahí, en esos tiempos en lo que había que tener planchado el esmoquin para ir a las recepciones y un teléfono a mano para entrar en el informativo a tiempo. Y volver a casa con los regalos más exóticos que cualquier crío podía desear. Y, entre viaje y viaje, a seguir aprendiendo cómo se podía contar de la mejor manera lo ocurrido en un día en un minuto y dos cortes. Y a participar en la APM en su Junta Directiva en 1983.

El conocimiento de verdadera grandeza de ese medio mágico que es la radio llegó en  Radio Exterior de España, leyendo las cartas que llegaban desde Sudáfrica, Australia o Suecia en los tiempos en los que la onda corta era el único medio inmediato para saber desde fuera qué pasaba dentro y recolocar la escaleta porque, muchas veces, lo importante fuera se daba por hecho aquí.

Cuando la radio decidió que ya tenía una edad, y ella poco dinero, fue el tiempo de la investigación y de vuelta a Jaén, a su historia, a aquellos que hicieron mucho por la provincia y a los que ni la pisaron pese a representarla en “Aproximación a los diputados por Jaén 1810 a 2000”. Y entre medias, una gran compañera y amor, tres hijos y una hija añadida, dos nietos que lograron ser más altos que el abuelo y buenos y malos ratos.

Dicen que aquellos que han trabajado en la radio son un poco inmortales porque las ondas siguen viajando por el espacio hasta el infinito; me gusta la historia. Pero creo que Juanra no ha necesitado trabajar en la radio para que muchos consideremos que su trabajo y, sobre todo, su alma, será inmortal para los que le queremos.


Mercedes de la Cuadra

28 de agosto de 2020