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Francisco Arriba Sánchez

Foto PacoConocí a Paco con un tipómetro en una mano y un lápiz bicolor en la otra. Ante él, sobre la mesa de trabajo, una plantilla y un planillo. No necesitaba nada más –ni siquiera escribir una línea– para ser un periodista como la copa de un pino. Formaba parte de un colectivo que en la época del periodismo de papel resultaba imprescindible en toda redacción y, a la postre, sus miembros eran responsables finalistas de hacer que los contenidos, que las piezas que escribían plumillas o renombrados articulistas, fueran leídas con mayor o menor facilidad o fruición. Mi primer encuentro con Paco fue en la redacción de “El País”, a la que habíamos ido a parar desde otros medios, y no tuvieron que pasar muchos días desde nuestro encuentro para que a las primeras de cambio me dejara claro muchas cosas. Eran días de números cero y de pruebas y más pruebas, y la primera vez que me acerqué a la sección de Confección con la idea de maquetar una página de economía me devolvió a mi sección de origen con algo más que un encargo: dejar un título en ocho palabras para que entrara en dos líneas, cortar quince líneas de un texto, introducir un ladillo, buscar un sinónimo para ajustar una línea y escribir un recurso para cerrar una columna.

Formaba parte Francisco Arriba de un colectivo imprescindible en el periodismo escrito, cuyo trabajo nunca ha merecido el reconocimiento de la firma, como suele ocurrir con el periodista “de calle” o el fotógrafo, pero cuya labor debería merecer el homenaje del resto de los colegas.

Hoy, las cosas son distintas, y los programas de autoedición han cambiado sustancialmente la historia del periodismo y el mundo digital ha quitado protagonismo, en alguna medida, a los maquetadores o confeccionadores y también a sus picas y a sus puntos, a sus lutos y a sus tipos, a sus columnas de entrada y a sus viudas y huérfanas y a todo el encanto que suponía estructurar o “dibujar” una página y que te obligaba a negociar como debía mandar una noticia, si a dos o tres columnas.

Con la irrupción del QuarkXPress, el InDesign o el PageMaker, el periodismo ya no es lo que fue, y por ello Paco tuvo que reinventarse, aunque tuvo muchas oportunidades de dejar la huella de su creatividad a la hora diseñar proyectos de revistas, pero nunca olvidó su extenso currículum profesional, a lo largo del cual tuvo la fortuna de asistir a muchos nacimientos de diarios y de revistas.

Desde aquel 1967 en el que participó en el parto y también en el cierre de “Nuevo Diario”, Paco formó parte de numerosos proyectos, entre los que hay recordar los nacimientos de “El País”, “Diario 16”, “Libre” y “El Periódico de Madrid”, así como su participación en otros proyectos editoriales como el diario “Ultima Hora” de Palma de Mallorca o “Nueva Historia”.

Y cuando tuvo que reinventarse, Paco tuvo oportunidad de volver a demostrar sus capacidades y valías en el Grupo Zeta, en el que permaneció desde mediados de los 80 hasta que llegaron los recortes y, con ellos, su prejubilación.

Fue allí donde siguió demostrando sus calidades profesionales en publicaciones propias como “Conocer”, “Viajar” y “Gaceta de los Negocios”, y en publicaciones ajenas como “Ronda Iberia”, “Novedades” de El Corte Inglés y un sinfín de revistas de empresas de imposible enumeración que le permitió dejar patente sus habilidades profesionales ante empresas como Simago, Visa, Rover, Renault, Sony y Alfa Romeo.

Adiós, Paco, y gracias por todo.

Carlos Díaz Güell
27 de septiembre de 2017