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Fernando García García

Espero que no sea tarde, Fernando

Fernando Pastrano (seudónimo de Fernando García García)

“Antes de vivir en China, yo lo sabía todo sobre China. Después de vivir en China, he llegado a la conclusión de que no sé absolutamente nada sobre China”.

Que conste que no son palabras textuales de Fernando Pastrano; pero, si no eran estas, eran otras muy parecidas las que solía pronunciar. “Nada, absolutamente nada sobre China, eso es lo que sé”. Afirmación que remataba con una risa que ponía de manifiesto su humor corrosivo y, en especial, su desconcierto. Solo alguien que sabe mucho puede admitir que, en realidad, sabe bien poco.

Nos conocimos en la sección de Internacional de ABC a finales de los años 80. Eran los tiempos de Juan Carlos Azcue, los tiempos de Miguel Salvatierra. El recién llegado que era yo -un becario- llamaba a Fernando Pastrano de “usted”. Él me miraba con socarranería y un punto de incredulidad: “¿Así que nos vamos a tratar de ‘usted’?”.

Aprendí con él. Aprendí de él.

Tuvimos otros jefes, murió mi primo. Él y sus compañeros de instituto venían de excur-sión cultural desde Torre del Mar (Málaga). Con tan mala suerte que, en una de las curvas de entrada a la M-30, el autobús en el que viajaban volcó. Ignoro cuántos heridos hubo, pero mi primo fue uno de ellos. Ingresó en la uvi del 12 de Octubre. Dos semanas después, mientras yo andaba enredado en una doble página sobre la independencia de no sé qué país de África, me avisaron por teléfono: “Tu primo ha muerto”.

“Me tengo que ir”, le dije a mi jefe. “No. Primero terminas tu trabajo y después te vas”, me ordenó él.

Con el genio que me caracteriza, si esto ocurriera en 2023, me marcharía sin mirar atrás y sin ofrecer más explicaciones. Pero no es lo que hice aquella mañana: lo que hice aquella mañana fue agachar las orejas.

La voz de Fernando Pastrano retumbó como un trueno: “Antonio se va, ¡claro que se va! Y yo termino su trabajo”. Lo terminó, me lo firmó. Y yo, hoy, solo puedo recordar ese gesto suyo y darle las gracias, porque creo que no se las di entonces. Me temo que no volvimos a hablar de ello, quizá por vergüenza.

Soy consciente de que tendría que escribir sobre los muchos Fernandos que habitaban en Pastrano: el primer corresponsal de un diario español en China; el experto en Asia; el periodista que llegó a entrevistar al dalái lama y conoció a Deng Xiaoping; el viajero por medio mundo y por parte del otro medio; el reportero, el enviado especial, el fotógrafo, el bloguero. El marido, el padre de familia.

Pero no.

Yo, hoy, quiero recordar al Fernando Pastrano irónico, cálido, cercano, cómplice; y, sobre todo, amigo.

Y decirle: “Gracias”. Ojalá no sea demasiado tarde.


Antonio Fontana

Publicado el 22 de agosto de 2023