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Monseñor Juan del Río

El periodismo como sacerdocio social

Monseñor Juan del Río (Ayamonte, Huelva 1947-Madrid 2021) llevaba el periodismo en las venas desde que montara, allá por el año 1988, la Oficina de Información de los Obispos del Sur de España. Y no por casualidad había recalado en los procelosos mares del periodismo, siempre revueltos, siempre tormentosos. Su pasión por la cultura, por las relaciones entre la fe y la comunicación, le había atrapado. No en vano pertenecía a una Escuela de grandes sacerdotes y periodistas, lo que antiguamente se llamaba el apostolado de la pluma.

Su maestro fue quien había sido obispo auxiliar de Sevilla, monseñor Antonio Montero. Ahí entroncaba con el siempre andariego José María Javierre, con su grupo Estría, Incunable, los Martín Descalzo, Cabodevilla…Y ya en la siguiente generación con Joaquín Luis Ortega. Por lo tanto, había estudiado ese periodismo de estilo y vida de un clero inquieto que no le tenía miedo al diálogo social y a las tendencias que se acumulaban en este siempre iluminador faro de la historia.

Monseñor Juan del Río, con sus títulos de la Universidad Gregoriana de Roma 1979-1984, entró muy pronto en el selecto club episcopal, aunque lo suyo era andar por los pasillos de las Universidades y los medios, que no es mala mezcla. De hecho fue Delegado Permanente de los Obispos andaluces ante RTVA 1990-2000. Nombrado Obispo de Asidonia-Jerez el 29 de junio de 2000, fue ordenado en la Catedral de Jerez de la Frontera el 23 de septiembre. El 30 de junio de 2008, recibió el nombramiento de Arzobispo Castrense de España y Administrador Apostólico de Asidonia-Jerez. Y eso eran palabras mayores. Entonces podía haberse olvidado del periodismo y de los periodistas, pero no lo hizo. Ya se encargó don Antonio Montero –que, por cierto, aún vive en su silla de ruedas- que en la Conferencia Episcopal entrara en la Comisión de Medios, de la que fue Presidente entre 2005-2009 y de nuevo en el 2020.

Entre proyectos de diálogo y encuentro con los periodistas, le sorprendió el virus traicionero. Como responsable de las pastoral de las Comunicaciones le tocaba presidir la misa de san Francisco de Sales. Este año la misa por los difuntos de la Asociación de la Prensa de Madrud (APM). En las vísperas llamó al secretario de la Comisión de Medios de la CEE para decirle que se encontraba mal y que le sustituyera. No solo estaba ilusionado por celebrar esa misa sino que estaba preparando la entrega de los premios Bravo. Su propuesta, ante el jurado, de conceder el premio Bravo especial a la APM le hacía mucha ilusión. Era el pistoletazo de salida de una nueva forma de abrir cauces de fecunda relación con la profesión periodística. Pero el maldito virus se coló en su vida. Y comenzó una dura guerra entre la vida y la muerte, rápida, contundente. Sus armas fueron la buena medicina y la oración, que no son pocas. Ganó la batalla la muerte, pero venció la memoria y la esperanza. Y su ejemplo y testimonio, testamento, de alguien que trabajó por dignificar la profesión periodística. Descanse en paz.

José Francisco Serrano Oceja
Archivero-bibliotecario de la APM y profesor de la USPCEU


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