José Manuel Rodríguez Ruiz
Se nos fue Rodri
José Manuel Rodríguez Ruiz, Rodri para nosotros y para los millones de oyentes que le han seguido en su andadura radiofónica, era un purasangre de la radio y del periodismo en general. Músico en los años de nacimiento del pop español, formó parte de Los Continentales y fue pretendido por Los Canarios como bajista. Desestimó el ofrecimiento y siguió sus estudios y su preparación. En 1970, hace ya cincuenta años, entró en Radio Peninsular, una de las marcas de Radio Nacional de España, y en la casa siguió hasta su jubilación.
Hizo programas de todo tipo, aunque en sus preferencias estaba siempre la música. Fue subdirector de Radio 3 y protagonista de programas de amplia historia, desde aquel “Para vosotros jóvenes” a “Cantaverano”, desembocando en sus últimas apariciones en “Esto me suena” en las tardes de RNE. Antes de esta aventura, finales de los años 60, conocí a Rodri por amigos comunes y nos dimos cuenta de que vivíamos carreras paralelas. Los dos habíamos tocado en grupos primerizos, los dos nos habíamos alejado de la música para profesiones más “serias” y los dos regresamos a la casa común del pop, el rock, la copla y cualquier sucesión de notas y silencios, que al fin y al cabo eso es la música. También nos casamos ambos, con nuestras novias de siempre, con unos meses de diferencia. Y nuestros hijos nacieron también con intervalos cortos y compartidos. Cuando la radio nos impedía disfrutar de vacaciones lejos de ella, compartimos casa de verano, donde nacieron sus hijos y los míos.
Siempre admiré su profundo conocimiento de la radio que se hacía en la España de los años 50. Lo había escuchado todo y lo había sabido asimilar. Su profesión y su trabajo en Telefónica no podían llenar aquella irresistible atracción por los micrófonos. Allá por 1970 aterrizamos ambos en Radio Peninsular, y durante algunas temporadas trabajamos juntos en programas muy diversos. Luego llegó el momento de trabajar por separado y Rodri se mostró como un fenómeno de la Comunicación, así con mayúscula, y de la comunicación, esta vez con minúscula, con sus oyentes, que le adoraban, además de admirarle. Rodri era uno de ellos y uno de los nuestros. Su erudición sobre canciones, géneros, intérpretes o estilos le permitió pasar de “Clásicos populares” a recuperar la copla que no vivía sus mejores momentos. Y hacerlo igual de bien en todos esos campos.
Añadamos un sentido del humor poco común. Hubiera sido un monologuista de éxito de haberlo querido. Dio cursos y conferencias con una amenidad que no casaba mal con el rigor de sus argumentos. Enseñó a decenas de alumnos a hablar y doblar películas en el Instituto de Radio y Televisión. Estuve con él cuarenta y ocho horas antes de que un ictus cerebral se lo llevara traicioneramente, de golpe. Nos habíamos citado para la mañana del lunes y cuando recibí una llamada de su casa pensé que era para cambiar la cita. Pero era el destino el que había querido que no nos viéramos más. Se nos fue sin hacer ruido durante esta tremenda pandemia que ni le rozó, pero le hizo estar confinado durante unos meses. No se lo llevó el coronavirus. Se lo llevó la vida, esa que había vivido y disfrutado con tanta pasión y tantos amigos. Se nos ha ido, pero me considero afortunado por haber compartido cincuenta años de amistad con Rodri.
José Ramón Pardo
24 de noviembre de 2020