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Santiago Chivite Navascués

Santiago Chivite NavascuéUn periodista en la retaguardia

Antes de ser periodista, Santiago Chivite Navascués fue monaguillo, seminarista en los Paúles de Pamplona y no llegó a fraile porque se cruzó en su camino la filosofía y el pensamiento libre. Asumiendo con 21 años que aquella vida no era para él, el chaval de Cintruénigo (Navarra) abandonó el seminario, sin perder su sensibilidad católica, y encontró salida laboral como maestro en diversos colegios. Madrid fue su destino.

Una vez casado y con dos niños pequeños, decidió seguir su verdadera vocación y estudiar Periodismo en la Complutense, donde se licenció en 1980. Allí volvería casi tres décadas después para cumplir otro sueño: hacer una tesis doctoral sobre la COPE y convertirse en doctor con 60 años. De esa investigación surgiría el libro Una cadena de radio en busca de su identidad.

Como la escritura era otra de sus pasiones, ese no fue el único libro que nació de su pluma. Su experiencia de aquellos primeros años en Pamplona la recogió en Seminarista, un texto autobiográfico que vio la luz ya jubilado de una carrera profesional en la que, durante un tiempo, también ejerció su labor periodística en medios católicos, como la revista Reinado Social, el diario Ya o la propia Oficina de Comunicación de la Conferencia Episcopal. De hecho, presumía de ser el primer seglar que entró a sus plenos como jefe de prensa. Contaba que los obispos detuvieron esa primera reunión en la que irrumpió, sorprendidos de ver ahí a un hombre con corbata.

De sus años como redactor en el diario YA a principios de los 80 conservaba buenos amigos y alguna que otra anécdota divertida gracias a su paso por la página de televisión. Trabajó en agencias de prensa, como Servimedia y Logos, pero la comunicación corporativa terminó siendo el campo en el que se especializaría. Incluso fundó una agencia de comunicación llamada Avance Comunicación.

Chivite atesoraba, entre otros muchos, un talento innato para comunicarse. Su regla de oro era creer en lo que decía y la aplicó tanto en la Conferencia Episcopal como en el Congreso de los Diputados, donde fue jefe de prensa del Grupo Parlamentario Popular. En ambas ocupaciones, siempre defendió que la comunicación debía recaer en un profesional ajeno a la institución, pero que sintiera respeto por ella.

También estuvo un tiempo colaborando con Luis del Val en la cadena COPE, donde escribía un cuento semanal que luego recopiló en su libro El aparcacoches y otros relatos.

Sus últimos años en activo los dedicó al gabinete de prensa del Ayuntamiento de Las Rozas, donde ocupó el cargo de director de Comunicación. Le llamó el entonces alcalde popular, Bonifacio de Santiago, a quien sirvió con fidelidad y siempre agradeció de que le dejara trabajar con libertad, sin excesivas intromisiones, y que aceptara sus consejos profesionales. Compartimos despacho un par de años en ese remanso de paz con el que cualquier periodista veterano podía soñar.

Ya jubilado, el ‘periodista católico’ se centró en la escritura y dio a luz a otros dos libros de temática religiosa: Conversaciones con María y Encuentros con Jesús de Nazaret. De este último se sentía muy orgulloso y preparaba su próxima presentación.

Una de las últimas veces que coincidimos fue en las pasadas elecciones a la Junta Directiva de la Asociación de la Prensa de Madrid, en noviembre de 2019. Quedamos para votar juntos y ponernos al día. Como asociado vitalicio que era, conocía a muchos miembros de la APM, de modo que tuve que esperarle un rato a que saludara a todos con los que se iba topando en la sede de Juan Bravo.

Oyente de radio y lector de prensa, hasta el final se mantuvo al tanto de la actualidad y de un oficio en el que sirvió a ambos lados de la trinchera, pero siempre en la retaguardia, cubriéndoles a otros las espaldas.

Santiago era un innovador en su campo.

No creía en las redes sociales, pero sí en las charlas de mesa y mantel. No tenía conocimientos de protocolo y organización de eventos, pero el sentido común le dictaba siempre lo que debía o no debía hacer. Fomentó la comunicación interna a base de celebraciones en torno a San Fermín y le gustaba conversar, caminar, la música y su familia, con su mujer, Dori, siempre en primer término.

Los que le conocimos, hemos tenido suerte. Sin duda.

Gracias por todo, Santi. Y buen viaje.

 

Ángela Beato, periodista
4 de enero de 2022

 

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