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Ramón Vilariño Mosquera

Ramón Vilariño, amor por la lectura y la escritura hasta el final

Si hay algo que siempre ha calificado a mi padre es su amor por la lectura y la escritura hasta el último de sus 82 años de vida. Siempre rodeado de libros, siempre subrayando en los periódicos aquello que le resultaba de interés, siempre recortando lo que merecía la pena guardar para recuperarlo más adelante.

Abogado, periodista -asociado de honor de la Asociación de la Prensa de Madrid con el número 169, en la que ingresó en 1972-, doctor con calificación cum laude por la Universidad San Pablo CEU, dedicó una gran parte de su vida a la docencia. No en vano, estuvo en activo dando clases en el ESERP Business School hasta poco antes de la pandemia, rozando los 80 años, ya que los años como profesor de Historia de Pensamiento Político de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid de 1974 a 1987 fueron de los mejores de su vida y siempre quiso compaginar su labor, tanto de periodista como de abogado, con la docencia.

Pero esta historia comenzó su andadura como redactor de los diarios Madrid e Informaciones y de los regionales La Voz de Galicia y La Noche, así como de funcionario del cuerpo técnico del Ministerio de Información y Turismo antes de los años 70, para continuar como redactor de la Agencia Efe hasta 1974, compaginado con su labor como comentarista político en Radio Nacional de España.

Fue responsable de la Asesoría Jurídica de la Empresa Nacional de Celulosas (ENCE) durante los años 80, además de jefe del Departamento de Comunicación y Prensa de la misma compañía hasta su jubilación a finales de los 90, donde recibió la medalla de plata de la SEPI por los servicios prestados durante más de 25 años.

Fue además miembro y socio fundador de diferentes instituciones sociales y políticas, como el Centro de Difusión Cultural, el Club Liberal y la Asociación Española de Derecho Turístico, así como miembro del Club de Periodistas Gallegos de Madrid.

En 1999 se convirtió en colaborador habitual del diario La Región, movido siempre por el amor a su tierra, donde siempre quiso volver para descansar junto a sus padres en la aldea de Villamarín (Tamallancos) que le vio nacer.

Además de un grandísimo periodista, fue un magnífico compañero y un hombre bueno, siempre educado, siempre con una sonrisa, siempre dispuesto, al que sus compañeros y amigos no olvidarán jamás y que ha dejado un vacío imposible de cubrir a sus dos hijos y sus siete nietos.

Lara Vilariño
2 de noviembre de 2022