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Pedro Cuesta Hernández

Adiós a Pedro Cuesta, hortelano de la palabra

Cuando el mensajero nos trajo la mala nueva, recordamos al poeta. En Alcorcón (su ciudad de adopción) se nos murió “como del rayo” Pedro Cuesta Hernández, a quien tanto queríamos. Era de Macotera, el entrañable pueblo salmantino en el que había nacido el 28 de enero de 1934 y del que tanto hablaba. Perico -como le llamaba otro gran amigo y periodista a quien también se llevó el mortífero rayo, Bernardino M. Hernando- trajo la sabiduría del pueblo y su amor por el campo, su otra gran pasión junto con el periodismo.

Cursó estudios medios y universitarios en Salamanca, y durante seis años se dedicó a la enseñanza mientras empezaba a colaborar en distintas publicaciones literarias y pedagógicas. Se trasladó después a Madrid para aprender el oficio del periodismo donde entonces lo enseñaban, la Escuela de Periodismo de la Iglesia. Pronto dirigió una pequeña editorial y colaboró en numerosas revistas, antes de trabajar en la Agencia Colpisa.

Se trasladó unos años a Cataluña para dirigir una publicación sobre salud antes de ingresar, en marzo de 1973, en la redacción del diario “Solidaridad Nacional”, más conocido popularmente como “La Soli”. En julio de 1974 fue nombrado director adjunto de “Tarrasa Información”.

A su regreso a Madrid, asumió durante un año la Jefatura de Prensa del Ministerio de Justicia en uno de los Gobiernos de Unión de Centro Democrático. Después ya nunca quiso dejar la prensa escrita, para beneficio de cuantos conocimos y aprendimos de su labor callada en distintas redacciones.

Metódico en su forma de analizar la información, exhaustivo en la confirmación de las noticias, trabajó en los más avanzados medios de comunicación que desafiaron la censura de la época final del franquismo y las primeras luces de la democracia. En “Informaciones”, la cabecera que abrió las primeras puertas a la libertad de prensa, estuvo en las dos épocas en que el diario vespertino de referencia de la transición estuvo en los quioscos. En el de la madrileña calle de San Roque coincidió con periodistas como Félix Pacho Reyero, José Luis Martín Prieto, Felipe Sahagún… En el vespertino, dirigido entonces por Jesús de la Serna, estuvo hasta que dejó de editarse en 1980, por sus problemas económicos y por la huelga de los trabajadores, disconformes con la nueva línea del diario tras la dimisión de Jesús de la Serna.

Pedro Cuesta volvió de nuevo como jefe de Nacional cuando reapareció el diario en mayo de 1982, ubicado ya en la calle San Romualdo, compartiendo sede con el diario económico “Cinco Días”. El aserto de que segundas partes nunca fueron buenas se cumplió en este caso plenamente. La errónea línea editorial, por un lado, y la mala gestión económica de los nuevos propietarios de la cabecera, por otro, acabaron por enterrar al diario, que entonces solo se difundía en la Comunidad de Madrid. Pese al esfuerzo y la capacidad profesional de periodistas como Pedro Cuesta y Bernardino M. Hernando, “Informaciones” desapareció en la primavera de 1983.

Lector incansable, Cuesta fue reclamado por el Instituto Nacional del Libro Español como responsable de redacción de la revista mensual “El Libro Español”, donde trabajó hasta integrarse como redactor jefe en el equipo de la revista “Tiempo”, dirigida entonces por Julián Lago y que protagonizó la época dorada de los semanarios políticos en España. En 1988, Pedro Cuesta acompañó a Lago también como miembro fundador de la revista “Tribuna de Actualidad”, que llegó a situarse también en muy pocos meses como una de las principales cabeceras de investigación y análisis político.

Fue un mimbre fundamental en el éxito de “Tribuna” hasta 1995, cuando decidió abandonar la dedicación plena al oficio y jubilarse. Aunque nunca llegó a hacerlo del todo. Compaginó hasta el último día su pasión por el campo, el cuidado de su huerto en las cercanías de Alcorcón, con sus colaboraciones en revistas relacionadas con sus otras aficiones principales, tan variadas como la literatura o el bricolaje.

Él solía decir que el mar le subyugaba, pero muy especialmente el de su tierra salmantina, “esos inmensos campos de cereales”. Cuidó de su tierra y a sus gentes, siempre colaborando con la Asociación Amigos de Macotera y cultivando la memoria en la publicación periódica que tanto mima su hermano Timi.

A Pedro Cuesta le llora mucha gente en la profesión que aprendió con él y que apreció su labor meticulosa y callada, alérgico como era a cualquier tipo de protagonismo. Su esposa y compañera Mari Carmen, sus hijos Pablo y María, sus nietos… han disfrutado cada minuto de su ironía y de su recia honestidad castellana.

Cerremos esta nota como la iniciábamos, recordando al poeta de Orihuela: “Yo quiero ser llorando el hortelano / de la tierra que ocupas y estercolas (...) / Compañero del alma, compañero”. Que tu amada tierra te sea leve.

Ignacio Ruiz y Jesús Maraña
6 de abril de 2022