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Francisco Gor

Paco Gor, seudónimo que no ocultó a un gran periodista

Paco Gor era simplemente Paco. No era necesario recurrir al seudónimo para definirle. Solo los compañeros sabíamos que se apellidaba García. Solo los compañeros conocíamos su auténtica personalidad. Paco fue probablemente el mejor cronista de tribunales y, al margen, poseía cultura suficiente para haber desempeñado cualquier otra labor en los periódicos. Se hizo periodista con el trabajo anónimo y cuando ascendió en la escala de las firmas no dejó de estar en la de las grandes modestias. Nunca sacó pecho por sus aciertos profesionales. Sí ofreció su mano para ayudar e incluso compadecer a quienes sufrían problemas en el ejercicio del oficio.

Paco fue mi compañero en el “YA” y posteriormente en “El País”.  Al tiempo, fue mi amigo e incluso mi vecino, por lo que pude vivir sus últimos días y la voluntad con que relataba los males que acabaron con él. Nos encontrábamos yendo a por el periódico, y en los últimos tiempos nos sentábamos en un banco al sol placentero de febrero en la plaza central de la Ciudad de los Periodistas. Ni siquiera cuando relataba lo que le costaba caminar, lo que le contaba la oncóloga o lo que esperaba del día siguiente, había en él ni un ápice de rabia.

Comentábamos las etapas tan dispares que vivimos en “El País”, pero en él siempre había buena memoria para los compañeros. Hablábamos de Joaquín Prieto, que se fue antes, de Sol Álvarez, que mandó mucho en Nacional, de Sol Gallego, que mandó más porque fue directora, de Camela, Karmentxu, Bonifacio, Camilo, Julián, Javier López, Rafa Fraguas, Paco Gómez, Javier Pradera, que también se fue, como Julio Alonso, que antes de despedirse dejó en el periódico un magnífico libro de estilo, de Carlos Montejo, al que tuvimos que sacar una noche en un camión de reparto de periódicos porque le buscaba la policía que aún vestía de gris.

Paco estaba siempre al lado del que padecía problemas, y su habitual calma, su serenidad, nos servía para no atolondrarnos. Fue quien mejores palabras me dedicó cuando aquellos desalmados de extrema derecha me mandaron una bomba que mató a un compañero y destrozó a otro. Fue quien me dio ánimos por el impacto moral.

Paco ni siquiera en los últimos días de su vida dejó de analizar la situación política y siguió mostrando su entusiasmo por todo aquello que había defendido y votado durante años. En “El País” dejó su impronta de ponderación en aquellos años en que formó parte del equipo editorial. La redacción del diario está llena de gente joven que no conoció a los fundadores de aquella aventura que acabó siendo dura, pero brillante. Paco, su entrañable biografía, debería ser conocida por quienes hoy hacen el diario. Paco, ya en los últimos momentos, quiso dejarme noticia de que aún me reconocía, y por ello sus últimas palabras fueron para decirme adiós. Yo no se lo dije, porque seguiré recordándole.

Julián García Candau
22 de marzo de 2022