Nicolás Retana Iza
Nicolás Retana, excelente médico humanista. Era un señor. La medicina le cautivaba, el periodismo le entretenía. Cuando se juntaban ambos menesteres, Nicolás, Nico, Retana se lo pasaba de miedo.
Fue pionero de la información científica en España cuando de ellos pocos se ocupaban, porque en la prensa parecía entonces un menester inalcanzable. Escribía del más preocupante tumor y se entendía. Lo cual era un logro. Fue de los últimos representantes de la medicina humanista, a la altura de los mayores.
Los viajes con él en los cursos de la Asociación Europea de Periodismo Científico eran un gozo. Yo de muchacho recibía con agrado el único consejo que me ofreció en sus principios: “Tú escucha y hazte respetar”. En este campo no era fácil porque, desde siempre, los científicos, más aún los médicos, han creído que el saber estaba reñido con la comprensión. Fui, por tanto, alumno disciplinado de un tipo de sonrisa permanente.
Cuando le sucedí en Tribuna Médica, el primer periódico para profesionales, me sugirió lo que ya era un consejo: "Te van a regañar porque te vas a ocupar de hacer legibles textos imposibles, pero tú no te conmuevas, luego cuando se publiquen dirán 'qué bien escribo yo'".
Pasamos juntos, así del brazo, episodios históricos de España como, por ejemplo, la muerte de Franco. Él explicaba el curso de la enfermedad en un envidiable Informaciones y yo hacía lo propio en ABC de manera que, a las ocho de la tarde, nos cambiábamos noticias. Sólo una vez le noté enfadado y fue porque un empleado le intentó engañar, a él que, según afirmaba: “Tengo percebes en los c…es”. Textual. Nos inventamos, con poco resultado, la verdad, una revista sanitaria del primer Ministerio que nunca salió a la luz, pese a los desvelos del profesor Palacios Carvajal.
Al cabo de los años me hizo una revelación: "Te han dadlo el Feijóo (Premio Nacional de Periodismo Científico) porque me he empeñado yo, eras mejor que cualquier otro candidato”. ¡Si él lo decía! Con los años nos fuimos alejando profesionalmente, que no sentimentalmente. Tiempos en que cada uno se dedicó a cosas insólitas: él a la gerencia hospitalaria, tras la correspondiente oposición, y yo a la crónica política. La vida tiene esas cosas.
El currículo de Nicolás está lleno de grandes cosas, por eso es prolijo y aburrido narrarlo siquiera de forma sucinta.
Nicolás Retana fue mi maestro, un caballero para todos. Elegante y marchoso a la vez, un individuo del que hoy, en su muerte, y después de tantos años, debo presumir de haber sido su amigo. Gran título para mí.
Carlos Dávila
3 de julio de 2025