Julio Rico García
Un hombre de la radio (que era mi padre)
El pasado 14 de abril se apagó repentinamente una voz cálida, vibrante, inconfundible, que llevó a los hogares españoles, con su perfecta dicción y las palabras justas, documentales, series históricas, conciertos de música clásica, festivales de Eurovisión o sorteos de Navidad. Porque Julio Rico fue muchas cosas: filólogo, profesor, periodista. Pero siempre reivindicó la figura del locutor.
Y así se definía: “locutor y periodista”. Hizo televisión, pero fue, sobre todo, un hombre de la radio. La radio pública. A ella dedicó su vida. Primero al micrófono. Luego desde la gestión, al frente de las Relaciones Internacionales de Radio Nacional de España, como director de Radio Exterior y de Radio 1 y responsable de Relaciones Institucionales de RTVE.
Dio muy joven sus primeros pasos en Radio Juventud, con Daniel Vindel, Luis del Olmo, Eduardo Sotillos, Miguel de los Santos, Domínguez Millán y tantos otros clásicos. Repasando fotos de la época cabe decir que se divertían mucho, a pesar de los medios limitados, haciendo hoy un programa dramático, mañana una retransmisión, y pasado la cobertura de las elecciones norteamericanas. Y todo en genuino directo, como en los comienzos de la tele. De modo que, de repente, descubrías con horror que el guion que te habían pasado no tenía nada que ver con las imágenes que se estaban emitiendo… ¡y había que improvisar! Ya fuera sobre arte precolombino o sobre la población de abejas en la península ibérica.
Como compaginaba su trabajo en radio con sus estudios de Filología inglesa, un día decidió plantarse en Londres, donde acabó trabajando en el servicio en español de la BBC. Se reía al recordar la cara de sus colegas cuando les presentó una carta de recomendación de Radio SEU, membretada por el yugo y las flechas: eran casi todos exiliados republicanos. Y lo adoptaron con cariño.
Fue también uno de los primeros estudiantes españoles en lograr una beca Fulbright, lo que le permitió dar el salto a Estados Unidos y graduarse en 1960 en la Universidad de Florida y después enseñar allí español.
A su vuelta siguió con sus múltiples actividades, en parte pluriempleado porque la familia crecía, en parte por sus propias inquietudes. Le encantaba la enseñanza, y en Madrid fue profesor de Bachillerato. Después, aunque la radio y la televisión lo absorbieron por completo, nunca dejó del todo la docencia y siguió dando clases de locución y presentación en el Instituto Oficial de Radio y Televisión.
Lo recuerdo por las mañanas, cuando nos llevaba al colegio, haciendo sus ejercicios de voz. De aquellos años son el Premio Nacional de Turismo y la Antena de Oro a su labor radiofónica. En casa nos contaba cuentos con efectos especiales: el galope de los caballos, los truenos, o el llanto de un bebé. A fuerza de grabar infinidad de momentos de la vida familiar, nos acostumbró al micro y al UHER, que se convirtieron en nuestros juguetes.
En los años 80 cambió el micrófono por la gestión. Trabajó en los equipos de José María Calviño, Pilar Miró y Luis Solana. Y durante varios años, en dos etapas, fue el responsable de los Intercambios Internacionales de RNE. Le gustaba mucho ese trabajo que le permitió intensificar la cooperación de RNE con los integrantes de la Unión Europea de Radiodifusión.
Fue un gran profesional, pero sobre todo fue un compañero muy querido y respetado. De quienes trabajaron con él nos llega un cariño profundo y testimonios coincidentes: todos destacan su caballerosidad, su discreción, su ecuanimidad.
La jubilación no detuvo su espíritu inquieto. Estudió alemán, siguió colaborando con varias emisoras y grabó para Punto Radio sus entrañables postales de Madrid. Adoraba esta ciudad y disfrutaba desentrañando su historia y su arquitectura en paseos guiados, para la familia o los compañeros de voluntariado. Porque, sobre todo, intentaba ayudar a los demás. Primero en Cáritas y luego, hasta el final, en SECOT (Seniors Españoles para la Cooperación Técnica), una organización de profesionales y empresarios dedicados a orientar, en sus diferentes campos, a quienes lo necesitan, especialmente los jóvenes. Hasta el final mantuvo su lucidez, su humor y su maravillosa voz.
Maite Rico
6 de mayo de 2021