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Juan Bautista Fernández Filgueira

La muerte de un amigo

Querida Maribel, te agradezco mucho tu decisión de que sea yo quien escriba estas palabras en recuerdo de Juan. La muerte de tu marido ha sido un golpe muy duro para todos los que tuvimos la suerte de ser sus amigos, y somos muchos. Un gran abrazo y todo nuestro cariño para ti y para los chicos.

Bueno, generoso, sabio, y seguramente Maribel dirá que un poco gruñón. Grande de estatura y más grande aún de alma. Así era Juan Fernández Filgueira, y continuará siéndolo para todos los que seguimos queriéndole.

Han pasado muchos años desde que Juan y yo estudiamos en la Escuela Oficial de Periodismo,en un pequeño chalet de la calle de Zurbano.

Estábamos en el mismo curso, junto con Alejandro Fernández Pombo, Luis María Anson, Eduardo Arroyo y muchos compañeros más. Aquellas clases, con tantos amigos a los que aún podría recordar, siguen vivas en mí.

Es difícil no acordarse de todo aquello sin mucho cariño. Pasábamos nuestros buenos ratos, a pesar de los pesares.

Juan era inteligente, serio y buen estudiante. Su sentido del humor, muy fino, muy gallego, me recordaba al que tenía mi padre.

Al lado de la escuela había un bar, ahora no me acuerdo de su nombre -ya me falla la memoria y todo lo que no es la memoria-, y en aquel bar, con sus sardinas, sus vinos, tortilla y charlas, éramos los reyes de la creación. Allí aprendimos muchas cosas. Fue un aula viva que complementó, y de qué manera, cuanto nos enseñaron en la escuela.

Cuando terminamos la carrera, cada mochuelo a su olivo, perdimos el contacto, hasta que tuvimos la gran suerte de ser vecinos, y muy vecinos, y recuperamos las largas conversaciones de nuestros años de estudiantes. Recuerdo las tardes de verano en el bar de la piscina, hablando de literatura, de arte.

Además de una gran amistad, nos unía Galicia, a la que tanto quería. El que yo hubiera nacido en Madrid no era óbice para que él me considerara gallego de pro.

A Juan le iba el periodismo, sin la menor duda. Disfrutaba con su profesión. Siempre bien informado, hacía su trabajo con honradez y entusiasmo.

Juan, Unamuno decía que él, después de morir, quería seguir paseando con su chaleco y su perro. Y a mí me parece que tu mayor deseo ahora es continuar siendo periodista, siempre lo fuiste y siempre lo serás.

Amigo mío, me habría gustado que estas palabras que he escrito sobre ti hubieran tenido la grandeza que tú te mereces, pero ya casi nonagenario... Nonagenario, no me gusta esta palabra, no es bonita. La palabra, siempre la palabra, sobre todo la palabra. Hablábamos de ello con frecuencia, ¿recuerdas? Es mucho mejor noventón, ¿verdad? Así que ya casi noventón como habíamos quedado, desde hace dos años lucho como puedo contra la tormenta y estoy algo tontorrón. Seguro que me vas a perdonar.

A ver si un día de estos te puedes escapar y nos tomamos un café. Echaremos una carrera para ver quién llega antes. Y esta vez me toca pagar a mí.

Jorge Cela Trulock
3 de marzo de 2020