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Juan Antonio Marrero Cabrera

Juan Antonio Marrero: la humanidad, amistad y generosidad de un escritor

El pasado 21 de julio, a las pocas horas de cumplir los 74 años, fallecía en Madrid Juan Antonio Marrero Cabrera. Fue un hombre grande en todas sus dimensiones. Grande desde su metro ochenta y tantos y sus ciento y… kilos, pero más grande aún de corazón y de amistad.

Dicen de él que era un gran amigo de sus amigos y es absolutamente cierto, pero lo es más aún que como aquel personaje de Rudyard Kipling, era el amigo de todo el mundo y con la mano abierta para todos.

Así, no era raro ir a su casa y encontrar gente de las más variopintas razas y nacionalidades que Juan Antonio refugiaba en su casa a mesa, mantel y dormitorio y aún de bolsillo –con la inestimable aquiescencia proactiva de su mujer, Ramona, que “era tan buena” como decía él– a cualquiera que lo necesitara; sin esperar, que en muchas ocasiones no lo tuvo, agradecimiento alguno.

Ni la palabra racismo ni las diferencias ideológicas tuvieron hueco en su diccionario vital y así fue querido desde Guinea a Colombia, pasando por Ucrania y no sé cuántos países más en que podrían hablar de su humanidad, amistad y generosidad.

De él se podría afirmar que su estado civil quedaba incompleto si no se añadía a casado o viudo, sus últimos ocho años, la palabra escritor en su más amplio sentido. Ávido lector desde que aprendió a unir palabras, escribió desde niño y empezó, precisamente en la prensa, como redactor jefe, en la revista “Soy Pilarista”, de su amadísimo Colegio del Pilar, entrañable escuela que le marcó para el resto de su vida,

Poco después y ya en la universidad, comenzaron los premios como el de novela corta con “El hombre que no le gustaba que le fusilasen”. Más tarde, y no sin oposición paterna, ingresó en la Escuela Oficial de Cinematografía en la especialidad de Guión, cuando la dirigía el gran Berlanga.

No hubo género que le fuera extraño, y así lo certifican las páginas que enumeran sus premios en poesía, novela, conferencias, investigación, literatura infantil que llegaron a ser libros de texto.

No olvidó jamás que era canario y a su tierra dedicó su mejor novela “Pico viento”, que también fue premiada, y varios libros deliciosos de las costumbres y dichos locales los cuales conoció de primera mano en su infancia.

Fue, asimismo, técnico en Archivos y Documentación en RTVE y un investigador e historiador de primer nivel. Obtuvo varios premios y declaraciones de interés especial por varios guiones de adaptaciones de Pío Baroja y Pérez Galdós.

En prensa fue colaborador del “Norte de Castilla”, “El Adelantado de Segovia”, “Diario de Burgos” y un largo etcétera, que no es cuestión de reproducir aquí.

También elaboró guiones de radio, como por ejemplo para el programa “Parada y Fonda”, de Radio 5 (RNE).

Fue, cómo no, un gran investigador del entorno de la II República y de la Guerra Civil, temas que abordó con una total y difícil imparcialidad.

Juan Antonio, como ha señalado uno de sus mejores amigos, era una persona que quería que le quisieran, sentirse querido, y lo fue en grado sumo. Todos los niños de la Granja y de su numeroso entorno de amigos estaban deseando que llegase el día en que verían a su Tío Juan Antonio y a su Tía Ramona; y ellos, que no tuvieron hijos propios, les paseaban, regalaban y contaban cuentos. Me lo recordaba en su velatorio entre lágrimas uno de aquellos niños, ya cuarentón y doctor arquitecto.

Perdió prematuramente a la “buena de Ramona” y, con ella, los cuidados que tanto necesitaba y que él era incapaz de administrar; y, a partir de ese momento, la soledad le fue devorando de a pocos. Ello empeoró sus achaques de corazón, etc., los cuales terminaron en un estúpido accidente casero, que deshizo el precario equilibrio de salud que mantenía y que acabó con él entre entradas y salidas de hospital el pasado mes de julio.

Juan Antonio fue uno de esos hombres imprescindibles que van raleando más y más cada día, sin alcanzar fama más allá de su ámbito profesional, y a los que especialmente dedico estas líneas. Son los que soportan sobre su tarea el que esta España nuestra siga siendo culturalmente lo que debe ser.

Como te dije en el momento de colocar tus cenizas: descansa en paz, hermano, y hasta pronto.

José Luis Marrero