Fundada en 1895

José María Mestres Moner

José María Mestres Moner, hijo único, nacido en el seno de una familia catalana de ferroviarios en 1928, en Corsá. A sus ocho años ya sufría, junto a sus padres, las horribles consecuencias de la cruenta Guerra Civil. Al cumplir 17 años, con la ayuda del cura de su pueblo, abandonó su Cataluña natal en busca de una formación académica, y muy tempranamente se inclinó por el periodismo, como una oportunidad para hacer carrera fuera de España.

Además, para alcanzar el nivel de formación que se había propuesto, hizo también Economía, colegiado en 1963, y cursos en la Escuela Diplomática de Madrid, en el año 1965, a la vez que se granjeó un buen dominio del inglés, tras dos largos años como enfermero en Londres.

Vio gratamente recompensados sus esfuerzos de superación con su ingreso en Efe y su casi inmediata designación como delegado, encargado en las oficinas de la agencia en Londres, en el año 1966. Compromiso que cumplió de manera amplia durante ocho años.

A comienzos de 1976, y precisamente por su preparación diplomática, le fue asignado el cargo como delegado en Chile, país que para entonces se encontraba en pleno proceso de una férrea dictadura militar. Conjuntamente con las otras agencias internacionales de noticias y el Consulado de España, fue desempeñando la difícil tarea de informar sorteando todo tipo de obstáculos de censura de prensa. Durante cinco años se mantuvo en este cargo de malabarismo periodístico, dejando a su término un buen prestigio de la agencia española de noticias en el país.

Una vez en España, y bajo la presidencia de Luis María Anson, le encomendaron, preferentemente por ser catalán, hacerse cargo de la delegación de Efe en Barcelona. Curiosamente, cerraría en Cataluña su largo e internacional periplo como delegado.

Justamente su etapa de prejubilación fue la más jubilosa, ya que fue padre a sus 65 años y pudo disfrutar del crecimiento y esmerada educación de su hija, quien sería su máximo orgullo y premio concedido por la vida, como él mismo decía. Nunca, ni años más tarde cuando su memoria le fue abandonando, dejó de reconocer a su hija.

Fue una lástima grande que él no fuera consciente de la hermosa carrera que hizo su hija en la Universidad de Salamanca, ni pudiera disfrutar de su magnífica ceremonia de graduación. Yo, su madre, siempre pensé que ella, nuestra hija, había heredado de su padre el gusto por los estudios y la lectura. Eso se llama “de tal palo, tal astilla”.

Roxane Bravo Rivera
28 de agosto de 2020