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José Manuel Alonso Ibarrola

Adiós a Alonso Ibarrola, maestro del relato y pionero de los columnistas de la televisión

Alonso Ibarrola. Foto: Patxi Uritz

Nos deja Alonso Ibarrola a los 90 años, pero su legado permanece imborrable. Periodista, escritor, viajero incansable, crítico televisivo, compañero y gran maestro.

Alonso supo vivir y combinar el ingenio con la ironía para convertirse en una de las plumas más singulares de su generación. Su maestría en el relato corto, su humor cáustico y sus toques surrealistas recuerdan a Poncela, Mihura o Edgar Neville.

Ibarrola construyó una obra de culto, con títulos como Depetris, Florecillas para ciudadanos respetuosos con la ley o Historias para burgueses, que Cesare Zavattini prologó y que se tradujeron a varios idiomas.

Nacido en San Sebastián en 1934, Ibarrola se trasladó a Madrid en los años 60, donde desplegó su talento en diversos medios. Su huella en el periodismo televisivo es imborrable: crítico, mordaz y perspicaz, escribió en semanarios como Teleprograma y Supertele, donde dejó huella, además de firmar una columna en el diario Ya. Entendía la televisión como un fenómeno cultural y social, y su mirada lúcida y desenfadada desentrañó sus luces y sombras durante décadas. Un maestro cuyas enseñanzas trataré de no olvidar jamás.

Su carácter de bon vivant (buen vivir) y su espíritu curioso lo llevó también al periodismo de viajes, donde brilló con libros como Italia mía o No se puede decir impunemente "te quiero" en Venecia. Su amor por la ópera y el cine—especialmente el italiano— lo convirtió en un conversador inigualable, capaz de hilar con elegancia un análisis sobre Verdi con una broma afilada.

Quienes le conocimos no podemos resistirnos a recordar su ironía y sus sarcasmos, su indisciplina en las entregas y su capacidad de observar el mundo con escepticismo y ternura a partes iguales. Pero esperar sus textos valía la pena: sus relatos nos siguen enseñando que no hay mayor placer que escribir lo que a uno le da la gana. Alonso a menudo arrancaba sonrisas como si él mismo, con su socarronería, nos susurrara que la vida es solo un gran teatro donde lo importante es no tomársela demasiado en serio. Descanse en paz.

Javier Huerta
Periodista, director adjunto de El Economista y director del portal Informalia
Publicado originariamente en El Economista/Informalia el 24 de marzo