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José Luis Mayoral Fernández

José Luis Mayoral, dando la mano a don Juan Carlos

“Media estatura, buena presencia y muy jovial”, así define Francisco J. Banegas a mi padre en su libro “La televisión que yo viví y otras historias paralelas”. Añado yo que fue un hombre de una personalidad arrolladora, fiel a su manera de ser  y un excelente periodista,  reacio al halago y nada vanidoso.

Hijo de, para mí, uno de los precursores del reporterismo gráfico, vivió en su propia casa, muy de cerca, el periodismo. Ligada la familia Mayoral a  “El Diario de Ávila”, fue allí donde comenzó su carrera profesional. Sus agudas columnas con la firma PPL dibujaban siempre la realidad de la ciudad amurallada y ponían en su sitio a los dirigentes de turno, aunque siempre con fina ironía y sentido del humor.

Conocía como nadie la provincia de Ávila, pueblo a pueblo, historia a historia, personaje a personaje, y eso lo plasmaba en sus reportajes y en sus entrevistas. Quienes le conocieron, en esta primera etapa profesional, aseguran que sabía ganarse a la gente y era buen analista.

Inquieto, curioso, muy intuitivo, trabajó también en un proyecto ilusionante como fue Radio Gredos, en la que hablaba de todo aquello que le apasionaba, como los toros, el flamenco o el ciclismo. Disfrutó de estas aficiones en primera persona: se lanzó literalmente al ruedo, descubrió en Ávila a una de las grandes, Carmen Linares, y siguió de cerca a Julio Jiménez en sus proezas encima de la bicicleta. Observador de la realidad abulense, la sección “Se dice, se cuenta, se rumorea” desvelaba ya en los años 50-60 aquellas cosas que bien podían surtir hoy en día las páginas de un confidencial.

Le costó abandonar Ávila, su ciudad natal, pero la oferta de su paisano y amigo Adolfo Suarez para que se incorporara a los servicios informativos de TVE le hizo dar el paso. Recuerdo el cambio de la familia a la gran capital siendo yo una niña de apenas cinco años.

Es curioso como los recuerdos de mi infancia y mi adolescencia sitúan a mi padre en Prado del Rey y en maravillosos viajes: Londres, Alemania, EE. UU., Colombia, Venezuela, República Dominicana… Traía siempre unos regalos de lo más curiosos y que en los años 70 ni por asomo teníamos en España. No faltaba nunca para él un reloj de pulsera deportivo, que, junto con los coches, eran su debilidad. Años más tarde y ya ejerciendo también el periodismo, he comprobado como esos viajes tenían mucha más transcendencia. Se trataba de las primeras visitas oficiales del Rey D. Juan Carlos, en los que el seguimiento y los reportajes de los servicios informativos de TVE contribuyeron, en buena manera, a dibujar una imagen más moderna e internacional del monarca y, por tanto, de nuestro país.

Testigo profesional y personal de la Transición, en más de una ocasión me contó como un Jueves Santo encontró a un preocupado Adolfo Suarez, ya presidente del Gobierno, paseando por la plaza de la Catedral de Ávila. Al preguntarle que le ocurría, Suarez le dijo que estaba a punto de tomar una decisión de gran trascendencia. Poco después sabría que se trataba de la legalización del Partido Comunista.

En los primeros pasos en TVE a principios de los 70, fue editor de los servicios informativos y de un programa magacín que se emitía antes del “Telediario” y que se llamaba “Almanaque”. De nuevo, un espacio que visto ahora bien podría ser el germen de los actuales programas matinales. Reportajes, entrevistas, información, incluso “videoclips”. En uno de ellos participamos mis hermanos y yo interpretando al lobo feroz y a caperucita. La canción era “Caperú”, del grupo Yerbabuena. Creo recordar que por este programa recibió un “Premio Ondas”, pero por más que he querido buscar el galardón o el diploma que lo acredita ha sido imposible. Mi padre no era nada vanidoso, ni daba importancia a los premios y reconocimientos.

Después de esta etapa, vino otra no menos interesante: poner en marcha la red de Centros Territoriales de RTVE. Insisto en que la importancia de su labor la he descubierto años después, pues mis recuerdos son, en este caso,  los de una joven adolescente y no puedo concretar fechas.

En esa época pasó largas temporadas en distintos centros: Galicia, Navarra, Aragón, Extremadura… y otros muchos más seguro. Su paso por estos lugares sí están en mi memoria por acontecimientos más personales. En Galicia, porque fui a verle acompañada por mi abuelo Paco, que montaba por primera vez en avión y que curiosamente tenía el nombre de Muralla de Ávila. Navarra, porque escuché una vez una conversación en la que relataba como día a día revisaban los bajos de su coche, estábamos en los momentos más duros de la banda terrorista ETA. En Zaragoza pasó largas temporadas. Y Extremadura, porque fue su refugio durante los últimos años en los que mi madre sufría una grave enfermedad y donde volvió a ser un reportero de a pie, que era lo que realmente le gustaba.

A nadie se le escapa que RTVE se movía cuando se movía el Gobierno, que los nuevos nombramientos traían consigo también cambios en el organigrama del ente y que, por supuesto, afectaban y mucho a los servicios informativos. “Hacer pasillos” se convertía en una condena.

Tengo que decir, en esta reconstrucción de datos marcados en mi memoria juvenil, que mi padre sufrió esos cambios, que de la noche a la mañana vio como las pocas pertenencias personales de su despacho se apilaban en una caja simplemente porque el color del Gobierno había cambiado. Pero, aunque evidentemente le preocupaba su futuro, supo adaptarse y encontrar siempre satisfacción en el periodismo.

Era un alma libre y muy independiente, por eso fue para él especialmente cruel ver como su mente poco a poco se iba quedando en blanco. Peleó hasta el final por mantenerse firme, por no cerrar la puerta a sus recuerdos, y cuando comprobó que esa pelea estaba perdida, se apagó.

Margarita Mayoral*
7 de marzo de 2019

*En recuerdo de mi padre y en nombre de mis hermanos: José Luis y Sonsoles