Javier Otero Bada
Muere Javier Otero, periodista y miembro de la APIE
El periodismo sigue vivo gracias a periodistas como Javier Otero.
La frase suena a exageración, a fórmula protocolaria de manual con la que despedir a un colega de profesión desaparecido de golpe por culpa de un maldito aneurisma. A fin de cuentas, Javier nunca fue eso que se llama una estrella del periodismo. No fue un nombre reconocible, de los que al final terminan cobrando mayor importancia que la noticia que narran. No fue una figura que termina su carrera tertuliando y escribiendo columnas en las que sobre todo se escribe a sí mismo. Fue otra cosa. Fue un periodista que desarrolló una carrera sólida y constante durante cerca de cuarenta años.
Ocasionalmente, la relevancia de algunos de sus trabajos lo llevaba a intervenciones en la radio, en la televisión, o en mesas redondas. Siempre con algo sólido detrás. Y hubo mucho: desde sus comienzos en OTR en 1988 hasta sus 27 años en la revista Tiempo -primero en Economía, luego en Nacional- hasta su paso por Moncloa.com y por el programa de La Sexta Equipo de Investigación, Javier demostró todo lo que con los años puede dar de sí el día a día de un profesional exigente con su labor y consigo mismo: volviendo la vista atrás quedan exclusivas, descubrimientos y cobertura rigurosa de temas. Queda también alguna demanda interpuesta por grupos poco recomendables, de esas que cualquier periodista digno incorpora con orgullo a su currículum.
Gaditano de origen -sus veranos de prácticas los cumplió en Jerez y El Puerto de Santa María-, Javier rompía con el tópico que describe a los andaluces como graciosos y jaraneros: fue uno de los periodistas más tranquilos que hayan pisado nunca una redacción. Sereno siempre, huraño nunca, charlar con él unos minutos era suficiente para notar su cercanía, y darse cuenta de que la retranca de la tierra estaba ahí, lista para saltar en las reuniones de redacción, en las altas horas de los cierres o en cualquier momento inesperado, con un acento que nunca perdió y que acentuaba su efecto al ser pronunciado con aquella voz despaciosa. Como si lo pensara todo dos veces antes de decirlo y antes de escribirlo.
Por todo eso, la frase con la que empieza esta despedida no puede considerarse una exageración: porque el periodismo ha sido siempre eso, mantener la calma en medio de la tormenta, combinar la reflexión con la urgencia, remachar y comprobar antes de publicar. Aquellos que lo hacen mantienen vivo el prestigio y el futuro de la profesión, protegiéndola con la calidad de su trabajo contra los ataques y la proliferación de bulos y pseudonoticias.
Por eso siempre harán falta periodistas como Javier Otero. Y por eso vamos a echar de menos su profesionalidad, su preparación, su inteligencia y la enorme humanidad que se le transparentaba detrás de aquella sonrisa tranquila.
Vicente Fernández de Bobadilla / Asociación de Periodistas de Información Económica (APIE)
Publicado originariamente en APIE el 14 de abril