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Javier López Recio

Javier López: un hombre bueno

Hablar de Javier López (1973-2022), Javilo para sus amigos, es hablar de un hombre bueno. Un hombre íntegro que se nos ha ido mucho antes de lo que debería –no tenía edad para hacer estas cosas-, dejando un enorme vacío entre sus seres queridos, especialmente, para su mujer, hija, padres y hermano y su legión de amigos. Entre estos tuve la suerte de encontrarme cuando hace ya casi 30 años, en aquel olímpico 92, nos conocimos en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense. Fue mi primer amigo en aquella maravillosa mole de hormigón donde ahora, tres décadas después, sigo unido como profesor. Unos años en los que ese chico nacido en París, pero con profundas raíces en el pueblo de sus ancestros, Aldeanueva de San Bartolomé, ya destacaba por su vocación por el periodismo. Su pasión por la información no nacía desde el postureo y las ganas de notoriedad, pecados tan frecuentes ahora, sino desde el compromiso social y la búsqueda del bien común, tareas que también practicaba desde los grupos de juventud cristiana en su parroquia del obrero barrio madrileño de Bilbao, en el distrito de Ciudad Lineal.

En aquellos años de facultad cuando tener un blog, una web o una red social no era ni imaginable, Javilo ya se aproximaba al periodismo desde la creación de un fanzine, en la radio o la prensa universitaria, trincheras tempranas en la que tuve la suerte de coincidir con él y con otros amigos que ahora también le lloramos. Pero fue, sin duda, su compromiso con su tierra jareña la que sacó, además, su lado emprendedor poniendo en marcha “El Volo”, un diario artesanal que publicaba a modo de portada en un A3 y que colocaba en bares y espacios públicos de su querida “Aldeanovita”.

Ese compromiso con la comarca toledana le llevó a ser un referente informativo, en una suerte de “influencer” de esa tierra que tanto amó, lo que no pasó desapercibido por el diario de referencia de la zona, “La Tribuna de Talavera”, donde trabajó hasta que la crisis y el hartazgo de unas condiciones precarias le trajeron de nuevo a la capital.

En esa época, finales de los años 90, trabajó en prensa educativa en las cabeceras "Menos 20" y "Menos 25". Y, de ahí, al mundo digital, al portal norteamericano Monster, en la efervescencia de la burbuja de internet; pero sin abandonar el papel, pues siguió publicando artículos de Formación y Empleo en "La Gaceta de los Negocios".

Tras la explosión de la burbuja, vino su reinvención como emprendedor, poniendo en marcha su pequeña agencia, “Suma Advice”. En aquellos años pude trabajar codo con codo y disfrutar a diario de su trabajo y compañía, pues gestionaba la comunicación en la Asociación Española de Prensa Gratuita en la época en la que fui presidente y director general.

Los vericuetos del mundo de la comunicación le llevaron a trabajar también para el sector de los estancos, donde comenzó gestionando redes sociales y medios digitales, hasta que decidió dedicarse plenamente a este sector, donde pasó los últimos años gestionando su propio negocio. Abandonó la profesión periodística, quizá harto de los vaivenes y precariedades del sector. Sin embargo, no se alejó nunca del periodismo, pues siguió siendo lector compulsivo de la prensa diaria y estaba al tanto de la actualidad, especialmente de la política, prueba de ello eran los encendidos debates que manteníamos a diario en el grupo de WhatsApp en el que estábamos algunos compañeros de facultad, cada uno con sus ideas, a veces antagónicas. Pero con Javilo era fácil y enriquecedor debatir, ya que, como persona inteligente, nunca fue sectario. Eso le hacía extraño para un país cainita, del conmigo o contra mí, de los “hunos” y los otros. Esa apertura de mente le hacía una persona de contrastes, incluso de contradicciones (solo los necios siguen un único camino). En él podía convivir la sofisticación y el sibaritismo de un queso y un vino francés con el gusto por un bocata de chorizo y una ración de oreja en un bar de barrio o disfrutando de un kalimocho con sus colegas del Rayo o en un concierto de Extremoduro. Igual podía disfrutar de un festejo taurino en Las Ventas que deleitarse con una poesía de Boudelaire. Tan a gusto estaba hablando con el agricultor de su pueblo que debatiendo de cultura y arte con profesores universitarios. Y es que Javi, sabía estar, prueba inequívoca de que era una persona tan inteligente como generosa.

Me tocó escribir un pequeño discurso en su boda con su querida Manoli. En aquel momento, elogié su integridad y honradez. Nunca pensé que me tocaría a mi también escribir tan pronto su necrológica para insistir y recordar sus grandes valores. Deja un vacío enorme, tan grande como su grandeza de espíritu. Un espíritu inquieto que siempre debatió con su fe, pues, como nos enseñó el maestro Unamuno, solo en ese permanente debate entre fe y razón, en esa búsqueda incesante por el sentido de la Vida (“buscar la verdad en la vida y la vida en la verdad”) se encuentra la verdadera espiritualidad.

Le quedaban muchas cosas por decir, muchas cosas por hacer y tantas otras por enseñar… Estoy seguro de que su recuerdo y legado nos seguirá inspirando y acompañando para siempre, especialmente, a su hija Enma, que podrá sentirse siempre orgullosa de un padre excepcional.

Va por ti, querido Javilo. Tu vida ha merecido la puerta grande de las faenas extraordinarias. Esa puerta que ahora se te habrá abierto entre vítores y aplausos en el Cielo. La muerte nunca es el final.

Víctor Núñez Fernández
3 de febrero de 2022