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Catalina García Madaria

Catalina (por Cristina Buhigas)

Catalina Garcia Madaria, dos semanas antes de su fallecimiento

Mi amiga Catalina tenía un 600 y nos llevaba a unas cuantas compañeras a la Escuela de Periodismo allá por los años 70 del ya tan lejano siglo XX. Estaba casada, tenía hijos, pero era tan joven como nosotras que no habíamos cumplido los 20 años.

Mi amiga Catalina era periodista y trabajó en distintos medios y fue directora de comunicación de un ministro y de algún otro alto cargo, dirigió una revista y organizó junto con otra gran amiga de aquellas de la Escuela un evento de espiritualidad y terapias naturales que lleva casi tres décadas celebrándose en varias ciudades, muy especialmente en San Sebastián.

Mi amiga Catalina era una mujer fuerte y animosa, que nunca retrocedía ante los obstáculos o los disgustos. Destacaba por su determinación indestructible, por su optimismo y su capacidad de análisis y diagnóstico de cualquier situación.

Mi amiga Catalina era elegante. Tenía el estilo de esas actrices francesas que se mueven con pantalones, blusas y chaquetas flotantes lo mismo paseando por una playa que en un cóctel, siempre con un broche o unos pendientes simples y arquitectónicos.

Mi amiga Catalina era una lectora infatigable de todo lo que caía en sus manos, muy especialmente de los libros de sus colegas y amigos. Era de las pocas personas que todavía salían todos los días a comprar no el periódico, sino los periódicos, al quiosco de prensa, el único que quedaba en Pozuelo.

Mi amiga Catalina tenía una voz irrepetible, quebrada. Con ella transmitía sus opiniones sabias y nos daba a sus amigos consejos sensatos donde predominaban la empatía y el cariño.

Mi amiga Catalina tenía mucha marcha y la acreditó en todos los viajes de nuestra promoción de Periodismo, donde más de una sucumbió al cansancio y acabó apoyada en ella. Viajar era su deporte favorito, viajar, no hacer turismo, se empapaba de las sociedades que visitaba y nos contaba sus experiencias.

Mi amiga Catalina era de la generación de mi madre, pero diseñó su vida de una forma muy alejada de la de sus coetáneas, original, libre, siempre más joven que nadie, luciendo las arrugas como si no existieran, empequeñecidas por el brillo de sus ojos. Era una "im-perfecta" indudable de antes de que existieran las "im-perfectas".

Mi amiga Catalina se ha ido a ese viaje del que no se vuelve. Y yo quisiera volver a aquel 600 para reiniciar todas nuestras aventuras.

Cristina Buhigas
Publicado originariamente en 'Im-perfectas' el 17 de junio de 2022