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Ángel de la Rica Peña

Hasta siempre, compañero Ángel de la Rica

Ángel de la Rica

Periodista, maestro, deportista, compañero. Nos precedes en el inevitable camino que todos hemos de tomar. Nos dejas tu sonrisa, tus reportajes gráficos de valor inestimable, tus relatos constantes, apasionados, de los temas de la vida y una estela enorme y brillante de entereza, valor y entrega a tu familia, a tus amigos y a la profesión.

Se conoce a un hombre por su comportamiento en los momentos difíciles, no se le conoce del todo hasta que estos llegan. Tú has tomado el momento más duro, más serio: el de la muerte, con lucidez, con la generosidad de un campeón, con tu talante de siempre: alegre, dicharachero; con ese deseo de dar alegrías a quienes te rodean y tuvimos el honor de compartir las últimas jornadas. No te hundiste, no te rendiste ante la bofetada de la noticia, de esa enfermedad traicionera, letal, inevitablemente fatal y rápida. Ochenta años sin tomar una aspirina, deportista de raza: tu bicicleta, cada año hasta Alicante, cada día hasta Colmenar, tu natación, tu gimnasio, tu San Silvestre Vallecana… Ningún achaque y de repente…

Me lo contaste como crónica detallada, tal cual, ejerciendo hasta tus últimas fuerzas de periodista de raza, fotógrafo de la vida, retratando certeramente el momento de un hombre que nunca se dejó achantar por nada ni por nadie, que a todos trató por igual.

Tuviste el más grande privilegio y más raro de este mundo: conocer de verdad las tripas de las cosas, saber de qué va el invento de casi todo, y a los seres más diversos, retratar hasta ciénagas, sin que nada salpicara o abatiera tus alas… Desvelaste sucesos escalofriantes, certeramente toda una época. Del Rey para abajo, con respeto (sobre todo a la verdad), lo más secreto; bebiste en las mejores fuentes.

Desnudaste la estupidez, la soberbia, las trampas que a veces visten a personajes de lo más insospechados… ¡Viviste! Y disfrutaste a lo grande de lo más sencillo. Siempre para adelante, llamando a la sensatez cuando fue menester: “Compañeros, no nos desmelenemos, pidamos el menú del día; a ver, ¡que lo que ce-le-bra-mos es el cierre del periódico! ¡Que estamos en paro!”. En aquella comida de despedida del YA. Cada cual en su lugar porque los accesos de la prensa, como al poder, a lo más alto, no implica que seamos parte de ello, somos el ojo objetivo, la pluma independiente, lo que ve, oye y cuenta con verdad a la sociedad. Conocer a fondo, bajar hasta retratar incluso las cloacas, aclarar que hasta el Papa es un ser humano y se duerme, como retrataste pasando su avión por encima del “Totus Tuus” de bienvenida que le prepararon en un monte, que ni siquiera vio.

Cubriste el viaje a España del Papa Juan Pablo II en 1982, te codeaste con los más famosos del deporte y el cante, los toros, la política… África, Latinoamérica, safaris, peligros, aventuras.

Naciste el 12 de septiembre de 1943, en Madrid, te criaste con tus dos hermanos en un ambiente humilde, sencillo. Luego, los Salesianos de Atocha: estudios becados; el título de maestro industrial y los de periodista y periodista gráfico en la universidad. Incansable campeón de tareas extra y hasta en voleibol. Tuviste cuatro hijos y te dio la vida para disfrutar de tus nietos.

Madrileño, descansarás en paz en el pueblo de tu mujer: Vadillo de la Sierra (Ávila): “El sitio en que estoy enterrado, para que la gente lo sepa”, me dijiste con ese talante que querías permaneciera en el recuerdo. Y para cuando vayamos a visitarte, encargaste ese saludo lapidario para que sigamos sonriendo con tus cosas: “Perdone que no le salude. Estoy hecho polvo”.

Las fotos de los toros, de los deportes, de los entresijos de la política, la vida salvaje, los más humildes; el cariño, tu construcción: la casa, la familia, los paseos y comilonas en El Pardo y en las excursiones a la Sierra de Madrid, para terminar en Los Molinos, en el restaurante “El Colorín” con los compañeros del YA más veteranos, tu apoyo a los compas, seguirán ahí, hasta nuestra memoria, siempre. Nos alegrará el día rememorar la exhibición de lo que te ganaste a pulso como tus conocimientos o tus coches estupendos, pero que mostrabas para recordarnos que hay que disfrutar, que “todo no se puede tener, que lo mejor es la felicidad de estar contento con uno mismo".

Me cuesta escribirte en pasado. Eres presente, como eres un ejemplo porque nos enseñaste con él. Te llamaron de repente a otra realidad y como energía indestructible habitarás la tierra, el aire… Estarás en otro lugar currándote un buen reportaje gráfico y los que estén ahí tendrán un ser humano excepcional contándoles miles de anécdotas... “Es lo que hay”. Y para mejorar lo que hay, tu regalo: la alegría.

Mi más sentido aprecio y admiración; mi agradecimiento. Ha sido un honor. Viviste como un campeón y has muerto como un campeón.

Recibiste los Santos Sacramentos y la unción de los enfermos, antes llamada Extremaunción.

Hasta siempre, querido amigo Ángel de la Rica Peña.

Enriqueta de la Cruz, periodista, escritora
21 de marzo de 2022