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Luis López Salgado

Le llamaban Pitís. Sus amigos y compañeros definían a Luis López Salgado como un hombre que supo ganarse el afecto y el respeto de cuantos le conocían. No pasaba desapercibido, dicen de él que era irrepetible, buena persona y alguien a quien no se olvida.

Pontino de pro, llevó por el mundo su orgullo de ser de orensano y del barrio de El Puente. Fue un pionero en el mundo de la comunicación con su proyecto de la Edición Aérea de La Región Internacional.

Viajero incansable, recorrió el mundo de punta a punta llevando a los emigrantes españoles un pedacito de su tierra. Siempre dejó huella entre las gentes que conoció y que siempre le recordarán.

Su gran capacidad de trabajo, la pasión que en él siempre puso y su constancia hicieron que alcanzase grandes metas y que transmitiese a los que con él estuviesen su entusiasmo y la máxima de que el esfuerzo siempre genera el fruto deseado.

Abogado que nunca ejerció, publicista que fundó la Agencia Publicidad Central y sobre todo periodista, profesión que llevaba en la sangre y a la que tanto tiempo, esfuerzo e ilusión le dedicó.

Su trabajo como periodista le permitió, además de poder viajar por casi todo el mundo (Europa, América, Asia…), conocer a grandes personalidades (el rey Juan Carlos –a quien acompañó en varias ocasiones en sus viajes oficiales–, Fidel Castro, Dr. Barnard, Felipe González, Fraga –a quien convirtió en amigo y quien rompía su protocolo para saludar a “su buen amigo Pitís”–…).

Amigo de sus amigos y sobre todo orgulloso de su familia, de su esposa Pilar y sus cinco hijos y, cómo no, de su fiel amigo Chafa.

Simpático, con don de gentes, seductor, despistado, encantador, desordenado, apasionado, optimista, vital y que vivió la vida de forma plena.

Pero sobre todo Luis López Salgado era mi padre, con mayúsculas, con todo lo que eso significa, vida, educación, disciplina, protección…, aunque también otros muchos valores, porque la figura de mi padre era muy alargada. Todos los hermanos llevamos algo suyo, sin excepción, todos somos su reflejo en algún aspecto de nuestro carácter o de nuestra manera de ser, en lo bueno y en lo malo, y eso es maravilloso, porque cada uno somos la continuidad de nuestra estirpe, y así debe ser y es de justicia reconocerlo.

Gracias, papá, por tu carácter que me ha hecho ser fuerte, gracias por tu inquietud y tu vitalidad, gracias por tu tesón en insistir para que estudiásemos una carrera universitaria y por transmitirme a mí y a mis hermanos el amor por la música, la ópera –cuántas mañanas nos despertabas con “Aida”–, por el teatro –cómo olvidar cuando veíamos “Estudio 1” en familia o no perdernos “Don Juan Tenorio” ningún mes de noviembre–, el cine –nos llevaste a ver todas las películas de Disney al Cine Imperial–, el arte, la belleza, la pintura, los libros, la poesía –con 100 cañones por banda… no se me ha olvidado todavía de tanto repetirla–… De todo ello hemos aprendido y nos ha influido a cada uno de nosotros en nuestro camino para elegir nuestra profesión. Gracias por los incansables viajes por Europa y por España –qué divertido era cantar por los Tamara en el coche o aprendernos todos la lección sobre la rana para que mi hermano Luis se la aprendiera–. Gracias por hacerme respetar la justicia y el Derecho, como no podía ser de otra manera. Gracias por todas las experiencias que vivimos juntos –jamás podré olvidar ir cantando en fila india detrás de ti por la Casa de Campo de Madrid–. Y sobre todo gracias por tu mente abierta que me ha hecho ser UNA CIUDADANA DEL MUNDO, como tú lo eras.

En cada uno de nosotros vivirás siempre para que jamás se pierda tu gran legado.

 

Gemma Luz López Amado
2 de mayo de 2017