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Joaquín Estefanía: Los periodistas somos menos libres y los medios, mucho peores

04/05/2015

08:56

Escrito por: Sergio J. Valera

Joaquín Estefanía, Premio APM de Honor 2014. Foto: Pablo Vázquez / APMLa Asociación de la Prensa de Madrid le ha concedido el Premio APM de Honor por su trayectoria profesional.

Medios de comunicación de menor nivel, ya que la crisis del sector “ha sido devastadora para la calidad de la información”, y periodistas que ejercen con menos libertad e independencia, “porque han aumentado las interferencias del poder político y, principalmente, porque han crecido mucho las de los poderes económicos”. Este es el panorama que pinta el periodista Joaquín Estefanía (Madrid, 1951) como cualificado observador, con el bagaje de 40 años a sus espaldas en la profesión periodística, ocupando distintos cargos de responsabilidad.

 

Licenciado en Ciencias Económicas y en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, Estefanía ha ejercido como periodista en distintos medios de comunicación desde 1974. Pasó por el diario “Informaciones”, la revista “Cuadernos para el Diálogo” y el diario económico “Cinco Días”, hasta aterrizar en el diario “El País”, del que llegó a ser director entre 1988 y 1993 y, asimismo, fue director de publicaciones del grupo Prisa de 1993 a 1996. Casi 20 años después, continúa escribiendo columnas sobre economía en “El País”. Fue director de la Escuela de Periodismo Universidad Autónoma de Madrid/El País hasta el año 2014. Y también ha escrito varios libros de contenido económico.

Ahora, la Asociación de la Prensa de Madrid (APM) le otorga el Premio APM de Honor como reconocimiento a toda su trayectoria y por ser un “firme defensor de los valores democráticos”: “He procurado mantener siempre la idea de que sin estado de bienestar no hay democracia. Esa es la utopía de mi vida”.

-Durante la crisis del sector periodístico español, ¿considera que se ha visto afectada la calidad de la información que reciben los ciudadanos?
Muchísimo. Es una crisis y una revolución al mismo tiempo. Y ha sido devastadora para la calidad de la información. Los medios de hoy son mucho peores que hace cinco, diez o 15 años. Hubo un momento en el que veíamos que perdíamos la calidad, pero, al mismo tiempo, éramos más libres; ahora, ni somos más libres ni somos mejores.

Los periodistas somos menos libres porque han aumentado las interferencias del poder político y, principalmente, porque han crecido mucho las de los poderes económicos. Unas interferencias que son ahora muchísimo más directas y contundentes y menos subliminales.

-¿Han perdido influencia los diarios tradicionales?
La mencionada revolución que se ha producido en los medios de comunicación ha hecho que estos hayan perdido, por lo menos de momento, el monopolio de la intermediación de la información. Los medios hemos perdido muchísima influencia.

-Según dijo Vargas Llosa en la reciente conversación mantenida con el director de “El País”, si muriera el papel, “sería la pesadilla de Orwell de una sociedad convertida en robots donde todo es organizado por poderes invisibles”. ¿Cree que desaparecerán los diarios impresos?
Comparto sentimentalmente la idea de Vargas Llosa, pero, de alguna manera, ya está superada. En los medios ya hablamos muy poco de soportes, sobre si se escribe para el papel, para la web o para los dos.

Pero yo no creo que vayan a desaparecer los diarios impresos. Ya están transformándose, y terminarán transformándose en otra cosa. Cambiarán de contenidos, que es lo que van haciendo poco a poco los medios impresos. Los periódicos se están convirtiendo cada vez más en revistas semanales, tendiendo mucho más al análisis, y las revistas semanales en mensuales. Las redacciones han cambiado, incluso físicamente; las típicas secciones se han disuelto. Estas transformaciones ya se están produciendo sin que las teoricemos.

-¿Con qué se queda de su etapa como director de “El País”?
Dejé la dirección de “El País” y de la Escuela de Periodismo cuando quise. Yo fui el que pedí dejarlas porque consideraba que mis etapas estaban terminadas. Es decir, he salido de los dos sitios sin problemas, sino todo lo contrario.

¿Qué es lo que más echo de menos? Dirigir un equipo, dirigir un colectivo intelectual. Si tuviese que definir cómo fue mi etapa como director de “El País”, y creo que muchos de mis compañeros coincidirían con mi apreciación, diría que fue un trabajo colectivo, muy de equipo, muy de redacción. Fue una etapa en la que ya se había hecho la transición política y había que iniciar la económica –quizá por eso me nombró Jesús de Polanco, por mi formación–, hacia un modelo más moderno.

-¿Qué noticia fue la que más le gustó dar y cuál menos? ¿Y qué información le hubiera gustado dar en portada y no pudo ser?
La noticia que más me gustó dar, y que nunca pensé que daría, fue la caída del Muro de Berlín. El 9 de noviembre del año 89 llamé a Juan Luis Cebrián y le dije: “Te fastidias, la noticia más importante de este siglo la estoy dando yo, no tú”. Y me contestó: “¿Ha caído una bomba atómica?”.

La noticia que no me hubiera gustado dar nunca fue la muerte de Juantxu Rodríguez en Panamá, que además sucedió a los dos meses de ser director.

Y la noticia que no di nunca y me hubiera gustado –y que afecta también a nuestra profesión– es la normalización de España en cuanto a cifras de desempleo en relación con los países de su entorno.

Joaquín Estefanía, durante la entrevista. Foto: Pablo Vázquez / APM-¿Ha cambiado el papel de los directores de los medios? ¿Están ahora más cerca de la empresa que de la redacción?
Sí. En “El País”, desde el primer momento, el director ejercía como tal desde el punto de vista periodístico y también empresarial. En mis tiempos, el 60 % del trabajo no tenía que ver directamente con contenidos periodísticos, y no había crisis entonces. Esto se ha acentuado muchísimo.

Otros periódicos han tenido que incorporar este tipo de dirección. Antes, contaban con directores puramente de la redacción.

-¿Hay un diario “El País” antes del expediente de regulación de empleo (ERE) y otro después?
Sin duda alguna. El ERE ha sido una herida profundísima, que ha hecho madurar a los que se fueron y a los que se quedaron. No sé si para bien o para mal, pero, desde luego, somos otros.

-¿Se puede afirmar que, durante estos últimos años, se ha reconfigurado el sistema de medios español?
Tiene que ver mucho con la evolución de la sociedad y la política, vamos muy conjuntamente; una evolución que todavía no es definitiva. En el mundo de la política, aparte de las distinciones tradicionales ideológicas de izquierda y derecha, ha aparecido otra con una potencia enorme, que es la que diferencia a los de arriba de los de abajo, a las élites del pueblo. Esa consideración ha llegado a los medios de comunicación. Mucha de nuestra audiencia ve a los medios tradicionales como parte de la élite, y busca respuesta en la avalancha de nuevos medios –digitales en casi todos los casos–, que son minifundios. Aunque los nuevos aún no pueden competir con los tradicionales, pese a las dificultades de estos. Por ejemplo, que yo conozca, ninguno de ellos tiene ahora un corresponsal en Katmandú [que cubra la catástrofe del terremoto en Nepal].

Lo antiguo no ha muerto, ni probablemente vaya a morir del todo, y lo nuevo todavía no ha aparecido del todo. Pero estos movimientos están reconfigurando el sector, sin ninguna duda. Se está democratizando la influencia de los medios de comunicación, y su credibilidad. Y también tiene que llegar un momento en el que se produzca una selección de nuevos medios.

-¿Qué deben hacer para sobrevivir estos nuevos medios creados por periodistas?
Tienen que perder su propia adolescencia. Seguramente, tendrán que fusionarse entre ellos. Ni monopolio ni minifundio de 400 medios, en el que habitualmente no se cobra o se cobra poco. Conocí recientemente un caso de un nuevo medio en el que no cobraba nadie salvo dos o tres personas y su periodista estrella cobra 700 euros al mes. ¿Qué podemos pedir a un compañero que cobra eso por esa cantidad de trabajo? ¿Independencia? ¿Calidad? ¿Formación permanente?

-No es sencillo subsistir cuando los cinco mayores grupos de medios captan más del 60 % de la inversión publicitaria en España.
Es muy difícil. Pero los periodistas llevamos mucho tiempo pensando en el modelo de negocio y, mientras lo hemos hecho, no hemos pensado en los contenidos.

-¿Fue positivo para los principales diarios y revistas integrarse en grandes grupos de comunicación?

Los procesos de concentración que se han dado en España son mucho menores que los de otros países. El concepto de sinergia, tan devaluado hoy, hubo un momento en que funcionaba bien. Esta parte me parece positiva.

Más discutible es si estos grupos tienen que estar en bolsa o pertenecer al capitalismo de una familia o de una empresa. La bolsa no distingue entre empresas intelectuales y empresas comerciales. Los accionistas exigen que cada trimestre se gane más que el anterior, haya sido buena, mala o regular la coyuntura, haya habido grandes noticias o no. Mi experiencia es que esto es bastante nocivo.

-A su parecer, ¿en qué condiciones se encuentra la libertad de expresión en España?
En estos momentos, la libertad de expresión está muy sometida a los intereses económicos en primer lugar y, en segundo, aunque a mucha distancia, a los intereses políticos. Los poderes económicos son tan importantes porque son directamente propietarios de los medios de comunicación o porque indirectamente influyen en su financiación en un 60 o 70 %. La trascendencia de la publicidad es mayor actualmente.

Todos estos elementos que conforman las limitaciones a la libertad de expresión se conjuntan en uno: la autocensura. La mayoría de las veces no hace falta la interferencia de los poderosos, sino que el propio redactor, que conoce el medioambiente en el que se desenvuelve, procura seguir viviendo en él. Y esto sí que ha crecido de manera exponencial en los últimos tiempos.

-En general, tampoco debe de estar muy bien la profesión periodística fuera de España cuando, por ejemplo, un recién galardonado con el premio Pulitzer había dejado el periodismo porque no llegaba a fin de mes.
En otros sitios ya se están produciendo concentraciones de nuevos medios; pero, mientras todo eso se consolida, los redactores pasan los mismos problemas aquí y en todas partes.

-Desde la perspectiva que aporta una trayectoria de 40 años como periodista, ¿en qué estima que ha cambiado la profesión periodística?
Hace 40 años no existía la profesión periodística como la conocemos. Había algunos personajes excepcionales que hacían periodismo, pero durante el franquismo la profesión era otra cosa. Durante los diez o doce primeros años después de la Transición, fuimos posiblemente el país más libre del mundo. Era muy difícil controlar la libertad de expresión de tantísimos medios que florecieron, si bien estábamos poco formados.

La segunda etapa comienza cuando los periodistas empiezan a formarse y nos convertimos en una profesión digna. Una formación permanente que en muchos casos fue el esfuerzo individual del periodista, puesto que, probablemente, las empresas periodísticas son el sector productivo que menos invierte en formación continua.

Y hemos llegado a esta última etapa, menos libre y de menos formación, por las circunstancias que he comentado. Es muy doloroso para la calidad de una democracia de un país que sus medios sean menos libres, independientes y profesionales.

-Ha sido constante su especialización en economía: jefe de esta sección en “Cuadernos para el Diálogo”, redactor jefe en el salmón “Cinco Días”, aún columnista sobre esta temática en “El País”, además de haber publicado numerosos libros de contenidos económicos. ¿Cómo ve el estado de la información económica en este país?
De todas las especialidades, la información económica es la que más ha avanzado. En ella, generalmente, los periodistas están extraordinariamente bien formados.

Delante, Joaquín Estefanía; al fondo, estudiantes de la Escuela de Periodismo UAM/El País. Foto: Pablo Vázquez / APM-¿Estos periodistas especializados han sabido explicar a la ciudadanía lo que ha sucedido en la economía española durante la crisis?
Ahora lo hacen mucho mejor que antes. Hay un punto y aparte en la información económica en España con el caso Rumasa, en 1982: cuando de repente el Gobierno socialista comienza a hablar de fiducias y agujeros negros, etcétera y, a partir de ahí, la economía empieza a aparecer en la primera página de los periódicos. En ese momento, a la fuerza, los periodistas económicos se tuvieron que formar.

En la actualidad, tienen que ejercer de pedagogos. Es una materia difícil –aunque siempre digo que no más complicada que otras–, y tienen que esforzarse para explicarla.

-¿Y están aún más expuestos a las presiones del poder que los de otras secciones?
Mi experiencia es que las presiones se reciben en las direcciones de los medios. Hubo un tiempo en el que era más barato comprar a un periodista que a un periódico; ahora, las presiones se producen a otros niveles. Un compañero de otro medio me dijo recientemente: ¡Que no caiga sobre mí la desgracia de que me filtren la lista de los 705 blanqueadores de capitales!”. A lo que hemos llegado…

-Fue también director de la Escuela de Periodismo de “El País”. ¿En qué tendría que mejorar la enseñanza del Periodismo en España?
El primer problema es que los profesores de Ciencias de la Información no provienen en muchos casos de los medios de comunicación, por lo que no conocen lo que estos exigen. Y luego, la propia industria de los medios ha avanzado bastante más rápido que las facultades de Periodismo y, actualmente, con la revolución tecnológica que hay, eso es muchísimo más grave que en otros momentos. No todas las facultades son iguales, algunas han corrido más que otras y están formando bien a los periodistas.

-Por último, ¿qué significa para usted recibir el Premio APM de Honor?
Primero, el reconocimiento de mis compañeros. Como he dicho antes, he intentado toda mi vida hacer del periodismo un ejercicio colectivo, por lo que este premio de mis colegas me estimula mucho. Y lo más importante para mí es el motivo por el que me lo han dado, que me agradó mucho, sinceramente: aquello de que he procurado mantener siempre la idea de que sin estado de bienestar no hay democracia. Esa es la utopía de mi vida.

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