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Ana I. Gracia y José María Olmo: ‘La gente ha descubierto que en la prensa digital se hace buen periodismo’

29/04/2015

11:48

Escrito por: Xose Martín

José María Olmo y Ana I. Gracia, Premio APM al Mejor Periodista del Año. Foto: Elena Hidalgo/APM

La Asociación de la Prensa de Madrid ha reconocido a estos dos periodistas de El Confidencial con el Premio APM al Mejor Periodista del Año 2014.

A pesar de su juventud, la Asociación de la Prensa de Madrid (APM) ha galardonado a Ana I. Gracia (31 años) y José María Olmo (33 años), de El Confidencial, con el Premio APM al Mejor Periodista del Año por su labor como periodistas de investigación, concretamente por las informaciones sobre el “caso pequeño Nicolás”, que permitieron “descubrir hasta dónde puede llegar la perversión del sistema político y económico, capaz de convertir a un desconocido, con escasa preparación en un oscuro intermediario de favores”, según el jurado de los premios.

Nicolás Gómez Iglesias, conocido como “pequeño Nicolás” saltó al panorama mediático tras ser detenido en octubre de 2014. Según se hizo eco la prensa, Gómez se codeaba con las altas esferas del poder político y económico español.

“Ni en el mejor de los sueños hubiéramos creído que podíamos” ganar este premio, señala Ana I. Gracia (@anaigracia). José María Olmo (@josemariaolmo) confiesa que se sienten abrumados, muy agradecidos y “en la obligación y responsabilidad con el palmarés y a la asociación de ganarnos más todavía el premio”.

En el palmarés se encuentran profesionales de la talla de Jordi Évole, Jesús Hermida, Ángeles Espinosa, Luis María Anson, Rosa María Calaf, Francisco Umbral o Iñaki Gabilondo. Apmadrid.es ha entrevistado a los dos periodistas galardonados para conocer su opinión sobre la situación actual de la profesión periodística y sobre su labor en el diario digital.

- Se les ha reconocido, sobre todo, por la investigación del “caso pequeño Nicolás”, ¿cómo se desarrolló esta investigación?

José María Olmo: Fue difícil enfocar bien el tema porque el asunto se prestaba a muchas interpretaciones y lecturas. El propio Nicolás Gómez Iglesias siempre ha tratado de vender una versión de los hechos que no tiene nada que ver con lo que luego hemos sabido que ha ocurrido pero, al principio, toda esa información no la teníamos. Afrontamos esta investigación con muchísima precaución para evitar que gente que pudiera tener algún tipo de interés en la causa, tanto por aparecer como por lo contrario, nos pudiera intoxicar y afectar en lo que estábamos trabajando. Parecía la historia de un chico que había decidido, por pura diversión, acercarse a ciertos ámbitos de poder. Conforme fue pasando el tiempo, sobre todo descubrimos que se trataba de un caso de corrupción. Eso es lo interesante para nosotros de esta investigación.

En estos últimos años, la gente se ha acostumbrado a los casos de corrupción. En esencia, el “caso Nicolás” es parecido al resto de ellos, pero tiene una serie de connotaciones que han servido para que este caso conecte muy bien con la gente y que esta descubra, a través de esta historia, el estado de putrefacción en el que se encuentra el sistema.

Ana I. Gracia: Lo más complicado fue separar la fantasía de la realidad porque él vendía una verdad que no se correspondía con la realidad. Teníamos que comprobar si lo que el chico decía era verdad y si colaboraba en realidad con alguno de los que mencionaba. Toda la gente involucrada en el caso nos negaba que lo conocieran. Entonces teníamos que comprobar si realmente tenían algún tipo de relación. Fue bastante complicado no dar pasos en falso.

- ¿Qué hizo saltar las alarmas para que se fijasen en él?

J.M.O.: Su detención fue la que nos puso sobre aviso. Es verdad que una parte de las informaciones que al principio nos llegaron sobre él, y que pensábamos que eran fantasías, se han cumplido. También había un gran porcentaje de falsedad e invención.

- ¿Antes de llegar a El Confidencial habíais trabajado para otro medio? ¿Desde cuándo están en El Confindencial?

A.I.G.: Sí. Me licencié en 2005 en la Universidad de Navarra y me vine a Madrid. Empecé a trabajar en “Expansión” hasta el verano de 2008. Luego estuve tres meses extranjero y en enero de 2009 empecé en El Confidencial.

J.M.O.: Empecé a trabajar en el periódico de mi ciudad “El Faro de Cartagena”. Luego estuve en “El Nuevo Herald”, de Miami, tres años en “El Mundo” y seis años en “La Gaceta”. En El Confidencial llevo algo más de dos años.

- ¿Qué significa trabajar en un medio nativo digital en comparación con los medios tradicionales?

A.I.G.: El digital es el siglo XXI y el papel es el siglo XX. Esa es la mayor diferencia. Nosotros en El Confidencial contamos las noticias ahora, en el periódico de papel lo escribía para mañana. Es una diferencia brutal. Ahora, antes de levantarme, ya estoy informada. Entro en Twitter y ya he visto los principales titulares de lo que ha pasado en el día, no tengo que bajar a comprar un periódico al quiosco.

J.M.O.: El Confidencial ha supuesto una bocanada de aire fresco en la profesión. La necesidades que tenían y siguen teniendo los periódicos de papel de ser rentables y de mantener las grandes estructuras con las que fueron concebidas en el siglo XX les han hecho rehenes de una estructura de poder que tiene a todos sus profesionales casi cautivos de una causa que la mayoría de los lectores desconocen y que tiene poco que ver con el periodismo.

Los nativos digitales, como El Confidencial, somos estructuras más pequeñas y hemos sabido desde el principio que nuestro trabajo es sacar información y molestar a la gente que se equivoca, con independencia de que sean accionistas, anunciantes o el amigo de alguien de la redacción.

- Entonces, ¿las estructuras de los grandes medios es la causa que está lastrando a la prensa?

A.I.G.: El principal problema ha sido tanto el poder político como el económico, así como el de los propios periodistas del papel de tardar en darse cuenta de que en internet también se hace periodismo. Ha costado mucho. Llevo en El Confidencial más de seis años y he visto como llegaba a los sitios y se nos despreciaba. He notado un cambio de dos años a ahora. Ya nos tratan como a uno más y nos tienen mucho más en cuenta.

José María Olmo, durante la entrevista. Foto: Elena Hidalgo/APM

J.M.O.: Agradecemos mucho este premio porque, además de premiarnos a nosotros, también se premia a la prensa digital. Tenemos la sensación de que de un tiempo a esta parte la gente ha descubierto que en la prensa digital se hace buen periodismo.

Además, hay otra característica muy llamativa: la mayoría de los medios nativos digitales se dedican sobre todo a la noticia, que es la esencia del periodismo. Eso también era necesario reivindicarlo porque el periodismo del papel, buscando una solución, se había suicidado apostando por cosas que no eran. Había apostado por la fotografía grande, por textos pequeños o por rebajar la exigencia del redactor y no meterse en temas demasiado complicados, pensando que así iban a llegar a un público más amplio, cuando lo que realmente se ha hecho con eso es traicionar la esencia del periodismo. No solo no se ha llegado a nuevo público, sino que se ha perdido el que tenía.

A.I.G.: Nosotros desde el principio hemos tenido claro que lo que teníamos que hacer son noticias, molestara a quien molestara. También hemos tenido la suerte de que nuestros directivos nos han respaldado siempre.

- Es importante el respaldo de los jefes, ¿no?

A.I.G.: Es muy importante. Recibimos muchas llamadas y en algunas te amenazan con llamar a tu director o con que conocen a tu consejero delegado.

- ¿Con el “caso pequeño Nicolás” también llegaron a recibir presiones o amenazas?

A.I.G.: Hemos recibido muchas presiones de empresarios y de políticos. Nadie quería salir en la foto. De hecho tenemos mucha más información de la que hemos publicado, pero no lo hacemos porque no podemos demostrarla en un juicio.

J.M.O.: La suerte es que cuando llaman hacia arriba obtienen la misma respuesta. En los periódicos digitales todo funciona de una forma más orgánica y natural, por lo que ese tipo de presiones no te afectan si tienes la suerte de tener a unos jefes en los que confiamos y nos apoyamos.

- ¿Cuál es para ustedes la función del periodismo?

A.I.G.: Contar historias. Cada persona es libre de opinar y de formarse una opinión y yo no entro en un periódico para leer opinión, entro para leer historias. El acierto de El Confidencial es precisamente ese. Nos estrujan para que cada día saquemos no una historia, sino la mejor. Es un acierto de nuestros jefes, que nos meten ese gusanillo de que no tienes que ir a una rueda de prensa para contarme lo que están contando y que ya viene por agencia, sino que tienes que ir para que alguien te cuente una historia que solo vas a tener tú.

J.M.O.: Tenemos que ser el cuarto poder, más que nunca. Tenemos que seguir siendo capaces de denunciar los abusos que cometen el resto de poderes. La crisis ha servido también para que hagamos una reflexión colectiva de en qué nos estábamos convirtiendo y cuáles son los males del sistema. Es obvio que, desde que arrancó la Transición, se han ido anquilosando una serie de vicios, y el periodismo tiene la función y el deber de denunciar todas esas prácticas y ponerlas sobre la mesa del ciudadano para que estos sean capaces de tomar decisiones lo más libremente posible. En el periodismo, el talento es importante, pero sobre todo hace falta mucho tesón.

- ¿Los periodistas también debemos hacer autocritica?

J.M.O.: Sí. La autocrítica siempre es necesaria. El progreso se basa precisamente en reflexionar qué hacemos mal para intentar hacerlo mejor. Muchas veces nos hemos fustigado cuando, en realidad, no tengo claro que haya sido una decisión nuestra. Durante una época muy larga en este país, a los periodistas no se les ha permitido hacer periodismo de otra manera. Al final acababas subyugado por la estructura de poder. Los medios tradicionales están dentro de unos esquemas y tú no podías salirte de ellos. En todo caso, creo que si alguien tiene que hacer autocrítica, sobre todo, son los directores de medios de comunicación (directivos y presidentes) que se metieron en este mundillo para hacer negocio y no han permitido que el periodismo cumpla su función.

- Pero muchos de estos directivos o presidentes de los grandes medios eran también periodistas…

A. I. G.: Sí, pero se convirtieron en empresarios. Es importante saber que hay una barrera que no podemos traspasar. Muchos de los problemas que ha habido en la profesión han sido precisamente por eso.

J.M.O.: A lo mejor en su día fueron periodistas, pero dejaron de serlo el día que no fueron capaces de respetar o de tener presente que el dinero no es lo más importante. Lo importante era la información.

Hay una parte de esta profesión que ha vivido muy cómoda con las fuentes, teniendo una relación muy estrecha, y ha perdido la percepción del lugar en el que se encuentra y cuál es su verdadera función.

- ¿Creéis que la crisis del sector ha afectado a la independencia de los medios? ¿Y a la calidad de las informaciones?

A. I. G.: Mucho. Cuando tienes problemas financieros y tienes que acudir a créditos o a un rescate bancario estás condenado a no poder hablar nunca de Emilio Botín, de Ana Patricia, ni del BBVA. En El Confidencial ha pasado. Han quitado campañas por información incomoda. Lo que ocurre es que si [el medio] está sujeto por mil patas y falla una, con novecientas noventa y nueve sigue teniendo la misma fuerza.

J.M.O.: Nos ha hecho menos libres. Otra de las consecuencias de la crisis ha sido que como las empresas no tenían tanto dinero para invertir en publicidad ha permitido que surjan periódicos con otros modelos económicos, con una estructura más liviana, que les ha permitido decir cosas que los medios de comunicación tradicionales no podían.

- En la concesión del premio, el jurado destacó que con vuestras informaciones “se descubrió hasta dónde puede llegar la perversión del sistema político y económico”. ¿Existe también esta perversión en el periodismo? ¿Es la que está provocando que el periodismo no resulte ya tan creíble para los ciudadanos?

A.I.G.: Sí. Por ejemplo, ha hecho mucho daño el tema de los tertulianos. Los tertulianos reconvertidos en periodistas. Yo no sé de todo. Hay muchísimo intrusismo y ese intrusismo ha hecho muchísimo daño a la credibilidad del periodista.

J.M.O.: Nos ha faltado a los periodistas ser capaces de defender mejor nuestro trabajo. La gente se ha confundido un poco con lo que es un periodista, sobre todo por el espectáculo. Muchos de los tertulianos son excelentes periodistas, pero una cosa es sacar información y otra opinar. Por desgracia, el tertuliano es más rehén de las estructuras de poder de las que hablaba antes que un periodista que trabaje por su cuenta, porque depende de que lo llamen o no para una televisión. Casi todo el contacto del ciudadano con el periodismo es a través de la televisión, y este medio es más entretenimiento que información.

- ¿Cómo se podría solucionar este problema?

J.M.O.: No estaría mal que nos planteáramos la posibilidad de que hiciera falta algún tipo de reconocimiento corporativo profesional para poder ejercer la profesión en España. No estoy de acuerdo con que solo los licenciados en Periodismo puedan ser periodistas, pero sí que debería ser necesario que todo aquel que ejerza esta profesión pase algún tipo de control mínimo. Algún tipo de sistema que garantice que solo aquellas personas que son conscientes de lo que supone hacer periodismo puedan ejercerlo. Por otro lado, es necesario que los periodistas pongamos en valor lo que supone este trabajo. Debemos ser más beligerantes con esas ofertas de trabajo que ofrecen un euro por artículo. No nos metimos en esta profesión para ganar dinero ni para obtener reconocimientos, pero es necesario poner en valor y demostrar a la gente que la información cuesta dinero, esfuerzo y no es fácil conseguirla. No se puede traficar con ella como si no fuera de nadie. Nos falta exigir que el trabajo del periodista se compense como es debido.

José María Olmo y Ana I. Gracia. Foto: Elena Hidalgo/APM

- Además de la exclusiva sobre el “caso Nicolás”, en el último año en El Confidencial también hemos podido ver otras importantes, como la abdicación del Rey Juan Carlos, la Operación Edu o las informaciones sobre la lista Falciani. Parece que los diarios tradicionales están perdiendo la exclusividad a la hora de dar noticias.

A.I.G.: El día que dimos la lista Falciani y que salimos con Emilio Botín te dabas cuenta de que la semana anterior todos los periódicos de papel habían amanecido forrados con publicidad del Banco Santander y ¿quiénes se hicieron eco de aquella noticia? Pues nadie. Se hicieron eco de que había una lista con dos mil españoles que tenían dinero en Suiza, pero nadie tituló por Emilio Botín. A los medios tradicionales no les interesa ese tipo de información por su propia supervivencia.

J.M.O.: Estoy de acuerdo con Ana de nuevo. Con exclusivas, hemos tirado un poco la puerta abajo de que se siga considerando a los digitales algo marginal. Antes, los periódicos pequeños leían los periódicos grandes para ver qué sacaban al día siguiente y ahora se ha producido el efecto contrario, o al menos se ha nivelado la balanza. Ahora somos nosotros los que estamos llevado un poco la vanguardia de la información y estamos consiguiendo informaciones que antes no se publicaban.

A.I.G.: Un paso adelante que hemos dado ha sido que los grandes medios ya no tienen complejos en citar una información que es tuya.

- ¿Cuáles creen que son las claves del éxito para que El Confidencial esté entre los mejores periódicos digitales?

A.I.G.: Hacer periodismo. Intentar sacar exclusivas todos los días. Hay días que no se puede, pero por lo menos intentarlo.

- No sé si han trabajado con la lista Falciani, ¿Cómo es el funcionamiento de este tipo de investigaciones?

J.M.O.: Es una investigación de ámbito internacional en la que hemos trabajado muchísimo tiempo. La primera reunión la tuvimos en septiembre y las informaciones no se publicaron hasta febrero. Es necesario que periodistas de todos los países se coordinen para investigar cosas que nos afectan a todos. El caso de la lista Falciani es un claro ejemplo. Había una información voluminosa, que obtuvo el periódico “Le Monde”, y este se puso en contacto con el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, por sus siglas en inglés) para investigar de forma coordinada todos aquellos posibles blanqueadores que se escondían dentro de los nombres de la lista Falciani.

- Pero, ¿cómo llega esa información a El Confidencial?

J.M.O.: Llega porque ya habíamos colaborado con el Consorcio en muchas otras investigaciones. De nuevo, con este caso pasó lo mismo que hablábamos antes, el Consorcio estuvo en contacto con periódicos tradicionales y fue desechado porque consideraban que las investigaciones que podían generar eran poco importantes o no tenían ninguna identidad.

- El Confidencial dispone de un laboratorio de ideas y proyectos, ¿qué aplicaciones prácticas tiene?

A.I.G.: Es un equipo que mira un poco más hacia delante. Marca el camino. Ahora ha hecho el rediseño del periódico.

J.M.O.: Desarrollan aplicaciones, diseños o nuevas formas de consumir la información.

- ¿Consideran que sobrevivirá la prensa en papel?

A.I.G.: Es el eterno debate. También es imprescindible, pero creo que deben dedicarse más al análisis.

J.M.O.: No nos engañemos, el papel que ejercían los periódicos impresos ya no lo ejercen. Creo que al periodismo del papel no le queda mucho tiempo. La gente ya no consume los periódicos de papel. Eso no quiere decir que el periodismo vaya a morir, ni mucho menos. El periodismo se ha convertido en otra cosa, y eso es lo que le va a hacer más fuerte. Hoy día el periodismo del papel tiene tanto futuro como los que fabricaban maquinas de escribir cuando apareció el primer Spectrum.

- Cuando eran estudiantes de Periodismo ¿Cuáles eran sus aspiraciones?

A.I.G.: Me postulé por el periodismo de periódico cuando hice mis primeras prácticas. El tema de las cámaras y la radio me pone muy nerviosa. Luego tampoco se puede elegir mucho. Por desgracia esta profesión está muy herida y pocos pueden elegir dónde van.

J.M.O.: Mi objetivo era escribir un artículo, así que cuando lo escribí por primera vez en “El Faro de Cartagena”, cumplí mi objetivo. Todo lo que ha venido después han sido maravillosas sorpresas. A los que nos gusta esto, tenemos la suerte de que el trabajo es una pasión.

- ¿Ha variado mucho la visión que tenían del periodismo entonces a la de ahora?

A.I.G.: Para mí sí. Ningún periodista sabe lo que es el periodismo hasta que te pones a trabajar. La teoría está muy bien, pero luego en la práctica cada día vas descubriendo cosas nuevas. Es muy distinto.

J.M.O.: El periodismo lo hemos ido descubriendo conforme trabajábamos. En diez años de profesión he sufrido tres expedientes de regulación de empleo. Esto no es tan bonito como parece. He tenido jefes que eran auténticos tiranos y tengo la suerte ahora de tener unos jefes que te escuchan, te comprenden y creen en tu trabajo. En la facultad no te enseñan que vas a tener que pelear con muchas cosas que no tienen nada que ver con la información.

- ¿A quiénes consideran maestros o referentes?

A.I.G.: Para mí son mis propios compañeros: Carlos Sánchez, José Antonio Navas, Nacho Cardero o Alberto Pérez.

J.M.O.: A mí me apasiona el periodismo anglosajón, como a la gran mayoría de los periodistas de nuestra generación. Sobre todo, lo que me gusta es lo fácil que hacen lo difícil. Nos tenemos que fijar en ellos para comunicar de una forma sencilla cosas cada vez más complejas. También, para mí los héroes son los miles de periodistas que han sido expulsados de su vocación y están esperando la oportunidad para volver a dedicarse a esto.

- ¿Siguen siendo válidas las tradicionales reglas del oficio?

A.I.G.: Por supuesto. Son inquebrantables. Nosotros hacemos el mismo periodismo que se hace en un periódico de papel, solo que el soporte no es el mismo.

J.M.O.: Sí, al final las reglas son contar la verdad, hacerlo de la forma más objetiva posible y deberte a los ciudadanos.

 

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