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Francisco Carrión, Premio APM Periodista Joven del Año: ‘Lo que me gusta como lector es lo que me exijo como periodista’

02/06/2014

12:00

Escrito por: APM

Francisco Carrión recibe el premio de manos de Mar Cabra. Foto: Pablo Vázquez/APM

Natural de Granada, aunque vivió durante años en Estapa (Sevilla), Francisco Carrión pertenece a esa generación de jóvenes periodistas entusiastas con su profesión, que con su trabajo diario la dignifican y elevan con la única premisa de estar donde hay algo que debe ser contado a los ciudadanos.

Carrión (@fcarrionmolina), periodista “freelance” en El Cairo para el periódico “El Mundo”, ha sido galardonado con el Premio APM al Periodista Joven del Año 2013 por su cobertura de las revueltas en Egipto, en la que, según el jurado, “ha cultivado todas las técnicas del reporterismo, entrevistando tanto a los grandes protagonistas públicos como a los ciudadanos anónimos”. El jurado subraya que “ha demostrado una clara entrega al ejercicio de un periodismo independiente y crítico”, a pesar de su juventud.

- ¿Qué le supone que la APM le considere el Periodista Joven del Año 2013?
Es un reconocimiento que te llena de orgullo porque te lo dan tus propios compañeros. Más allá de quién sea el merecedor, creo que es un reconocimiento a los “freelancer” y a una generación de periodistas jóvenes que estamos sufriendo el resultado de unos errores y de unos excesos que no hemos cometido. A pesar de todas las penurias de nuestra profesión, intentamos seguir defendiendo la dignidad del periodismo, ejerciéndolo en cualquier parte. Lo importante no es que sea un reconocimiento a un “freelance” o a un periodista que ejerce en el ámbito internacional, sino que es a una generación de jóvenes que tenemos que convivir día a día con la precariedad laboral y que intentamos hacer el trabajo bien hecho.

- ¿Por qué decidió dedicarse al reporterismo de zonas de conflicto?
Por los acontecimientos. Terminé la carrera de Periodismo, empecé una beca de la Agencia EFE y "la Caixa" con un primer año en Nacional y un segundo en Internacional, donde elegí la delegación de El Cairo. Tras este segundo periodo de un año, decidí quedarme en el país y coincidió con el estallido de la revolución de 2011.

- Aparte de por los acontecimientos, ¿por qué eligió Egipto para realizar la beca?
Me parecía un país muy interesante, a pesar de que en los últimos años de la dictadura de Hosni Mubarak había estado sumido en el tedio y en la apatía. Estamos hablando del país más poblado del mundo árabe, con una escena cultural muy vibrante y con temas sociales muy interesantes.

- ¿Siempre tuvo en mente dedicarse al periodismo internacional?
Desde que estaba en el colegio, pensé y soñé con ser periodista. Lo que no soñé es el ámbito, pero quería ser periodista por encima de todo. Luego me salió la oportunidad de dedicarme al periodismo internacional. Además, en un país que te permite hacer un periodismo internacional con fuentes, con testimonios, con reportajes sociales, algo que no siempre sucede. Hay otras áreas donde prima mucho más la actualidad, el “breaking news” [noticias de última hora]. Egipto permite eso: periodismo más sosegado, a pie de calle y con la gente.

- ¿Supuso alguna traba su juventud para que le contratase un medio español?
En este momento, es difícil conseguir una colaboración fija en un medio de comunicación. En mi caso, me considero un afortunado porque llamé a “El Mundo” tras finalizar la beca en la Agencia EFE y, desde el principio, me abrieron las puertas y confiaron en mí. Esto es gracias a varias personas. En primer lugar, al que yo considero el maestro, Javier Espinosa, profesional excepcional, honesto y entregado; que estos años me ha enseñado el lado más auténtico y, también, más humilde del periodismo. Estoy aquí gracias a él, que me dio espacio y me permitió crecer. No es fácil encontrar gente ni corresponsales así en una profesión con tantos egos. Luego, también es gracias al equipo de Internacional de “El Mundo”: Francisco Herranz y Ana Alonso, que desde el principio me animaron a seguir, me dieron espacio y confiaron en mí.

- Además de Javier Espinosa, ¿cuáles son sus referentes en la profesión?
Espinosa es el referente, por la cercanía y la confianza que me ha dado estos años. Dar nombres es complicado. Voy leyendo y viendo historias. Sobre todo me gusta eso, las historias, más que los nombres y las firmas.

- ¿Qué se exige como periodista?
Cuando escribo, siempre intento recordar aquello que me gusta leer como lector. Como lector me fascinan los reportajes bien trabajados, documentados, que proporcionan una gran foto de los acontecimientos, trasfondo, contexto, análisis y testimonios a pie de calle. Lo que me gusta como lector es lo que me exijo también como periodista.

No hay mayor premio para un periodista que llegar a los lectores y que algo tan fugaz y efímero como una crónica en un periódico perviva en su memoria. Ese es el referente y la aspiración: conseguir crónicas y reportajes que impacten y que la gente recuerde.

- Es periodista “freelance” en El Cairo, ¿en qué condiciones se ejerce el periodismo en este tipo de lugares? ¿Cuáles son las mayores dificultades?
En Egipto, las condiciones de trabajo de los periodistas se han complicado a peor en los últimos meses. Tengo compañeros que están ahora mismo detenidos o encarcelados simplemente por ejercer el periodismo. La prensa internacional está jugando un papel muy importante en los últimos meses desde el golpe de estado.

Es como imaginar que en España hay un golpe; que se silencia a los medios de comunicación de la oposición; que se controla totalmente a la prensa, y que se la convierte en vehículo de propaganda para demonizar a la disidencia. Se aprueba, incluso, una ley que prohíbe las protestas y se erradica cualquier espacio de diálogo. En ese escenario es en el que tenemos que trabajar cada día los periodistas. Con detenciones, con un espacio cada vez más limitado para ejercer la profesión e intentando hacer lo que no hace la mayoría de la prensa local: denunciar los abusos y los excesos que se están cometiendo. No es una tarea fácil. Además, es un desafío para todos aquellos que tanto en Egipto como en España no toleran y ejercitan la libertad de prensa, ni conocen lo que son los derechos humanos. Es una tarea cada vez más compleja sobre el terreno.

- Los periodistas informan con el riesgo de que les pueden retener…
Claro. Hace unos días hubo una periodista egipcia que fue asesinada en una manifestación. Siempre nos enfrentamos a detenciones y asaltos. Por ejemplo, durante el aniversario de la revolución, el pasado mes de enero, hubo ataques a la prensa extranjera. Se nos acusa de hacerle el juego y de promocionar las ideas de los Hermanos Musulmanes, que el Gobierno egipcio ha catalogado de grupo terrorista sin aportar pruebas. Los periodistas extranjeros, al hacer un periodismo crítico con las autoridades, estamos siendo objeto y víctimas de una campaña de desprestigio en los medios locales en los que se nos acusa de espías, de ir contra Egipto, de ir contra los intereses del país y de hacer propaganda.

- ¿Y los medios locales por qué se prestan a eso?
Tras el golpe, en julio de 2013, se cerraron los canales de televisión islamistas y los periódicos. El resto de los periódicos son medios de comunicación estatales o bien propiedad de una élite económica vinculada con la dictadura de Mubarak. En los medios convencionales no hay más espacio, salvo ese. Se ha impuesto una especie de censura en todos los medios de comunicación. Internet está permitiendo que la disidencia se refugie ahí y siga difundiendo sus ideas.

- ¿Qué es lo que más le gusta de su trabajo?
Poder hacer el periodismo al que aspiro: tener la posibilidad de salir a la calle, de hablar con la gente, de tener fuentes propias y de hacer artículos en profundidad y con contexto. Es lo que me apasiona de esta profesión. El poder estar en contacto con la calle e intentar trasladar una imagen lo más real posible a los lectores.

- Todo eso a pesar de que le impongan limitaciones o no le dejen…
Claro. Esa es la batalla. Nuestro compromiso es intentar trasladar y, más ahora, tratar de denunciar lo que está ocurriendo a pesar de todas las limitaciones que te quieran imponer. Recuerdo uno de los primeros días de las revueltas de 2011 contra Mubarak que el Estado egipcio lo que hizo fue cortar internet, la telefonía y cualquier acceso, no tanto por los periodistas internacionales, sino para evitar que los activistas locales siguieran, a través de las redes, convocando y organizándose para las protestas. Esto también nos repercutió a nosotros.

- ¿Hasta ahora, qué es lo peor de lo que ha tenido que informar?
Tanto yo como mis compañeros en Egipto hemos tenido muchos días tristes. Fue emocionante cubrir dieciocho días de revuelta en la Plaza Tahrir, con un ambiente festivo, a pesar de que hubo episodios de violencia, pero lo más triste ha sido todo lo que ha venido después. Todos esos días en los que hemos tenido que contar desgracia tras desgracia: masacre, matanzas, enfrentamientos en las calles, muertes, y tener que hablar con sus familiares. Incluso, recuerdo un día en el que entré en una morgue para ver los cadáveres cristianos que habían muerto el día anterior a manos del ejército. Lo más triste de todo es que, al final, no fueron ni los primeros ni los últimos. Desde julio, más de 3.000 muertos y más de 20.000 detenidos.

- En este escenario que describe, ¿qué cualidades debe tener un periodista para ser un buen reportero de zonas de conflictos?
No me gusta demasiado lo de reportero de conflictos o de guerra. Creo que es más interesante llamarle directamente periodista. Lo único que se necesita es lo que debería hacer cualquier buen periodista: estar en los sitios, hablar con la gente, tratar de conocer lo que está sucediendo y desentrañarlo a pesar de todas las dificultades. Para eso se necesita, además de empatía y de saber hablar, tener un conocimiento sobre la zona en la que se está.

- ¿Se está haciendo buen reporterismo de guerra?
Creo que sí. Este premio se me otorga a mí, pero se le podría haber otorgado a cualquiera de mis compañeros de El Cairo, porque se está haciendo lo que se debe hacer: estar en los sitios y tratar de contarlo con sinceridad y honestidad.

- La periodista Mayte Carrasco, en “Cuadernos de Periodistas”, escribió: “Hay muy buen nivel de periodismo internacional pero no hay espacio donde publicar las historias ni se cobra lo que se debería”. ¿Qué opina al respecto?
Difícil (risas). Es cierto, aunque sí creo que hay espacios para contar periodismo internacional. También creo que los medios de comunicación a los que le parece importante tener una buena sección de Internacional deberían cuidar y preocuparse más por las condiciones laborales de los trabajadores o de los periodistas “freelance” que escriben en sus periódicos. Creo que cuando hay miles de periodistas en paro, licenciados que no consiguen cumplir su sueño, los que tenemos la suerte de trabajar en lo que nos gusta debemos mostrar que se puede hacer periodismo y que se hace.

No soy muy partidario de esa tendencia a ensimismarse, a discutir constantemente las penurias del periodismo y las condiciones duras que sufrimos. Está bien quejarse, pero creo que la queja, a veces, nos puede alejar del objetivo, que es servir a la sociedad. Somos imprescindibles cuando asumimos nuestra tarea de informar. Considero que la mejor denuncia de nuestras condiciones y de la precariedad laboral en la que vivimos es nuestro propio trabajo. Eso requiere tiempo, esfuerzo, pasión y ganas.

- ¿Cree que es más difícil, para los reporteros, trabajar para medios españoles?
Son circunstancias diferentes. Por ejemplo, el periodismo anglosajón tiene un despliegue mayor, tiene más recursos y proporciona a sus periodistas mayores garantías y mayor seguridad. Por ejemplo, la figura del corresponsal no es una figura en peligro de extinción como en España, donde ya hay pocos medios de comunicación que la tengan. Luego, también es verdad que en España la tarea de hacer periodismo internacional cada vez se está limitando a menos medios. Por ejemplo, en televisión, la mayoría de las cadenas han renunciado a hacer periodismo internacional y no hacen reportajes en profundidad, no dan ningún tipo de contexto, y no dan más allá del color, de la sangre, de la violencia, sin explicar nada más.

- ¿Por qué cree que se da esta tendencia en España de reducir el número de corresponsalías?
Ahora mismo, es por una cuestión económica y también porque en España el interés por la información internacional no está al nivel de Estados Unidos o Reino Unido, por ejemplo. Luego también cada vez pensamos más que las simples tecnologías nos acercan a los sitios. Están bien las redes sociales, pero todo eso no puede sustituir al periodista o corresponsal. Se necesita estar en los sitios y conocer para dar y proporcionar buena información. No sé hasta qué punto, por ejemplo, el periodismo digital o, como algunos lo entienden, de notas cortas, digerible, ligeras, que la gente pueda leer en un par de párrafos sea la solución. Por ese camino, vamos hacia la muerte del periodismo.

- Entonces, según usted, ¿por donde pasaría la solución?
Como lector y periodista, considero que la solución a la crisis es dar más información. Dar más periodismo, por ejemplo internacional, con contexto, con fuentes y con historias que a la gente le atraigan y le hagan darse cuenta de que en España se puede y se hace buen periodismo internacional.

Francisco Carrión entrevista a una cocinera egipcia.

- En un artículo suyo leí que el oficio está siendo maltratado. ¿A qué se refería?
Es un momento en el que, por una parte los periodistas a veces estamos siendo demasiado endogámicos y quejándonos de nuestra propia situación y, por otra parte, los medios de comunicación con la crisis se nota que han perdido personal. Además, venimos de una época de euforia en la que se han cometido muchos excesos y en la que el periodista es una de las figuras pero valoradas.

¿Y en qué estamos fallando los periodistas?
La sociedad tiende a asociar al periodista con cierto tipo de periodistas, contertulios o aquellos que durante años han estado cerca del poder y se han convertido en opinadores de partido. Por eso la sociedad nos valora tan poco. La sociedad considera que hemos sido parte de la corte y que lo único que hemos hecho es limitarnos a difundir la información que se nos proporcionaba.

- Entonces, ¿existe una crisis de credibilidad en la profesión?
Es también una crisis de identidad. En un momento en el que a los medios de comunicación no le salen las cuentas y en el que hay miles de periodistas despedidos, creo que hay una crisis muy profunda de identidad. De no saber hacia dónde vamos y de si el modelo actual es sostenible. A esto se une una crisis de prestigio. Por eso comentaba antes que la generación de periodistas jóvenes, a pesar de todas las penurias y precariedad que sufrimos, tratamos de dignificar este oficio. Estamos aquí por vocación, no para llenarnos los bolsillos. Nos gusta lo que hacemos y nos gustaría tener más espacio en los medios y que nos permitieran aportar nuestras ideas.

- En esta pérdida de credibilidad, de identidad y de prestigio, ¿cree que ha influido internet y las redes sociales?
Si internet lo consideramos como un medio en el que hay que hacer información en 140 caracteres y notas muy simples porque el lector no tiene tiempo para detenerse, considero que sí. Internet no nos ha beneficiado en eso, pero se está demostrado que hay medios que en internet están apostando por otro tipo de noticias y que le están dando la vuelta a la idea de que las noticias tienen que ser breves y ligeras. Hay gente que se ha dado cuenta de que por ese camino solo vamos a la intrascendencia.

En la Primavera Árabe, tomaron un papel muy importante las redes sociales. ¿Cree que se puede hacer periodismo en 140 caracteres?
Se puede hacer activismo en 140 caracteres. Se puede contar lo que está sucediendo en tiempo real y de una manera muy resumida. Yo no llamaría a eso periodismo. Es cierto que la Primavera Árabe fue un momento en el que las redes sociales demostraron su potencial, pero también hay que decir que no dejó de ser un fenómeno de una cierta élite. Hubo quien cometió el error de asociar que la llamada Primavera Árabe era eso y, en realidad, quien tuiteaba era una élite occidentalizada, moderna, que hablaba inglés, pero que no era representante de la gran mayoría. Por eso es necesario e imprescindible el periodismo de los periodistas. Estar allí y no solo dejarse llevar por lo que en las redes sociales se estaba comentando.

- Teniendo en cuenta la situación, ¿hacia dónde se encamina el ejercicio del periodismo de conflictos? ¿Tiene futuro?
Me gustaría creer que tiene futuro. Es decir, que podemos seguir estando aquí en los sitios. También creo que habría que mejorar las condiciones laborales, sobre todo, de los “freelancer”.

- ¿Cómo está el acceso a la profesión periodística?
Es complicado, porque hay varios problemas. Uno de ellos es la formación en las facultades de Periodismo de España. Me parece que son importantes y necesarias pero creo que la formación no es suficiente y que si uno quiere ser periodista tiene que formarse fuera de las aulas. Intentar buscar cualquier alternativa para aprender de verdad lo que es el periodismo, que es ejerciéndolo. Luego, también, sobran profesores en las facultades con apatía y con desidia. Hay buenos profesores, pero se necesitaría apoyarles para intentar mejorar la situación de la carrera de Periodismo en España.

En segundo lugar, el acceso a prácticas y a medios de comunicación es cada vez más complicado. En mi caso, conseguí entrar en el mundo laboral a través de una beca de la Agencia EFE y Obra Social "la Caixa". Creo que la Agencia EFE, en España, es la gran escuela de periodismo. Es una de las mejores maneras de entrar en la profesión.

- ¿Qué les recomienda a los que están estudiando ahora Periodismo?
Que no se limiten a creer que con un título se es periodista. Que salgan a la calle, que hagan cosas y que busquen maneras de ejercer desde el primer minuto. Son necesarios los estudios de Periodismo, pero creo que hay que intentar desde el principio buscar maneras para emprender y ejercer el periodismo, que al final es como se aprende.
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